Habrá a quien le moleste que habiendo sido yo quien glosara a Juanelo y quien ha tenido el inmenso placer de presentar la noche cometa la osadía de escribir al respecto. Son aquellos que pueden cuestionar mi integridad o mi ética periodística. Aunque creo que soy poco sospechoso de guardarme las verdades que se pueden decir. Entre otras cosas porque no tengo pelos en la lengua —ya casi ni en la cabeza— pero sí en el resto del cuerpo, mal repartíos. Bromas aparte, sería injusto no dedicarle unas palabras a modo de lo que quieran ustedes poner de etiqueta a esto que les cuento ahora. Si no me creen, busquen a un puñao de los que abarrotaron La Mistela y pregúntenles. Dudo que haya alguien, salvo que estuviera mal del oído o falto de sensibilidad —no se ofendan—, que no apreciara el talento de este muchacho de tan solo veintiséis años de edad.
Como buen aficionao que me considero, llevo siguiendo a Juanelo desde la primera vez que vi algo suyo en las redes. Después me afané por escucharlo en persona y han sido muchas las que he disfrutao de su cante en público y en fiestas privadas. Y siempre he pensao lo mismo: que tiene el bronce en sus metales, que es un cantaor poco reconocío y que es uno de los mejores cantaores jóvenes del panorama de lo jondo. Es como él dice, «puro de oliva». Y le gusta «la crema, la castaña gorda».
Es lo que demostró en un espectáculo redondo y de muy buen gusto. Desde la elección del elenco y el repertorio hasta la forma de moverse por el escenario. Es mu artista, se come las tablas a bocaos. Y sin ser gitano, aunque tiene un refregón, es más gitano que muchos gitanos. Por eso se rodea de ellos y se camufla de una manera que lo hace pasar por el que tiene ocho apellidos de cal. Pero sin esconderse. Todo lo contrario: dando siempre la cara, el pecho y el alma cada vez que abre la boca.
Tete Peña a la percusión, Manuel Valencia y El Petete a las palmas –¡qué peaso pataíta se dio al final de la noche y vaya soniquetazo que pusieron los dos al asunto!–, tres guitarras de Utrera: Antonio Moya, Antonio Santiago ‘Ñoño’ y Alejandro Fernández –soberbios los tres, y… ¡qué enjundia la de Moya, qué musicalidad en la composición la de Ñoño, qué finura en el toque tiene Alejandro!–, el piano flamenco del trianero Pedro Ricardo Miño –sensible y elegantísimo– y el baile racial de Carmen Ledesma. Todos ellos conformaron un espectáculo de altura que hizo las delicias de los presentes, arrancando espuertas de oles y erizando los vellos del respetable a cada rato.
«Juanelo se metió en el bolsillo al público y se coló en las telillas de los corazoncitos de quienes asistieron al ceremonial de partida de un flamenco con mayúsculas que, si bien ya lo conocen por todos los bujíos, aquí tomó la alternativa como Dios manda»
Juanelo principió por tonás a la orden del yunque, endiñando los primeros pellizcos hasta enfilar el cierre con el pan moreno. Se bamboleó con los aires lebrijanos por cantiñas acordándose de Pinini. Bordó unas malagueñas al piano, poniéndoles el sombrero abandolándose por rondeñas, sin acancionarse, siempre flamenco, regodeándose en la sensibilidad de los marfiles de Pedro Ricardo Miño. Pegó un bojigazo por Gaspar de Utrera para abrir los tientos tangos y luego vinieron los ayes y el eco lastimero haciendo del cante un monumento con el piano jondo de Richard. Tremendo. Después vino la soleá, canónica y solemne. Un romance de gañafones con el baile colmao de gitanería de la tita Carmen Ledesma –apoteósica– que le bailó al cante como nadie sabe. La seguiriya punzante y doliente, echando allí las asaúras, luego zambra, bulerías… con El Lebrijano y El Turronero en vena. Y el Corazón loco de Bambino.
Juanelo se metió en el bolsillo al público y se coló en las telillas de los corazoncitos de quienes asistieron al ceremonial de partida de un flamenco con mayúsculas que, si bien ya lo conocen por todos los bujíos, aquí tomó la alternativa como Dios manda.
No voy a decir que esto no es una crítica. Pero me estaría mordiendo la lengua si no les transmito siquiera un poquito de lo que nos hizo disfrutar en La Mistela el bueno de Juanelo. ¡Qué bien hacen las cosas en Los Palacios! ¡Qué peña! ¡Qué afición! ¡Qué buena gente! Y por si quieren saber un poco más de este chavalillo, les dejo la semblanza que pronuncié antes del espectáculo por si aún le han quedado ganas de seguir conociéndolo. Aunque nada comparado con disfrutarlo sobre las tablas o en una fiesta. No se lo pierdan. Aquí hay cantaor.
Semblanza a Juan Juanelo
Cuando estaba en el vientre de su madre su bisabuelo auguró que allí habitaba un artista. El 29 de junio del 98 recibió el primer beso de luz este hijo único. Y con solo tres años, en una fiesta familiar de los Orta, que es de donde él viene, le cantó unas sevillanas que lo hicieron llorar. Al siguiente año este buen hombre murió.
El cante lo trae heredao, de sus abuelos. Fue un flamenco precoz. Su abuelo José cantaba. Era el mayor de ocho hermanos, entre los que se encuentra Manuel Orta, al que todos conocéis, tío abuelo del premiado y que seguro que está por aquí entre el público. Que además ganó la primera Venencia de La Mistela hace ahora creo que 50 ó 51 años.
Su padre se templó en un grupo de sevillanas, Luces del Alba, pero al niño le gustaba, como él mismo dice, «lo puro de oliva». Su abuelo materno, Juan, también cantaba. Y de ahí le llega el ramalazo gitano. A uno le gustaba Mairena, Caracol, El Lebrijano… Y el otro moría con Chocolate y La Paquera. ¡Casi na!
A todas estas figuras las escuchaba el protagonista de la noche desde su tierna infancia, pero a quien de verdad tenía en el sentío era a El Turronero, porque lo zamarreaba y porque era como un hermano de su tío abuelo Manuel y tenía la oportunidad de disfrutarlo en la intimidad. Aunque por otro lado es un enamorao, por ejemplo, de Curro de Utrera.
Con cinco años va al programa Menuda noche y repite un par de veces después. Y es que su juego desde siempre era el flamenco. Fue con los Currela (Efraín, Curro, Manaché…) con los que a los 11 años aterriza en La Caracolá. Y seguía haciendo sus pinitos. También con la guitarra, que la aprendió a tocar de manera autodidacta. Con 12 se presentó a un concurso que organizó Severo, el presidente de la Peña Flamenca Curro de Utrera. Cantó por soleá, tientos, bulerías y fandangos y lo ganó. Parte del premio era actuar en el Festival del Mostachón. Y allí estuvo con 13 años acompañado por el Niño Fraile. Hace unos días lo recordábamos en esa misma peña, aunque con distinta sede, donde coincidí con él y revisamos el cartel que figura en sus paredes.
Por aquel entonces, el primero que apostó por él fue Juanito Distinguido, que se lo llevaba a la peña con la guitarra y le ponía la malagueña, la soleá… También Nene Escalera e Itoly. De quien tampoco puede olvidarse es de José Luis Castillo, El Pavero, fundador de la peña que lo llevaba en su coche a muchos sitios a cantar.
Cuando tuvo 14 su regalo de cumpleaños fue el libro de Los Gitanos Flamencos, del ya fallecido Pedro Peña, y se lo bebió. Lo leyó cinco o seis veces. Acude con esa edad a la academia de Eduardo Rebollar para tocar la guitarra, pero Eduardo vio sus dotes cantaoras y se lo quedó para cantarle a Yolanda, su mujer.
Pronto le salió un contrato para Edimburgo y como tenía 16 años —era menor— acabó en La Carbonería, donde estuvo tres años, grabó su maqueta y la vendía a diez euritos para arrimar a la cartera ganándose unas perras. En ese cedé canta malagueñas, cantiñas, tientos, soleá, fandangos…
«Este chavalón de 26 años, este palaciego guapo y noble de ojos azules es un cantaor como la copa de un pino. No hay juerga en la que no esté y se arrime. Tiene el bronce en su metal de voz, sabe aguantar los bajos y endiñar pellizcos en las embestidas. Te pega arañones cuando se queja por soleá y te acaricia en las mecías de los tientos. Va sobrao de compás por bulerías y romances, te revuelca por fandangos»
Volvió a presentarse a otros cuantos concursos y no ganaba ninguno, pero llegó al Cuervo y se lo llevó todo: el mejor cantaor joven, premio a la soleá de Joaniquí y el absoluto. Le entregó el galardón precisamente el nieto de Joaniquí, Andrés el del Cine.
Va al foro flamenco de Canal Sur de la mano de Manuel Curao. Y con 19 años comparte cartel en La Villete, Francia, con artistas de la talla de Farruquito, José Valencia, Anabel…
Gracias a Manuel Herrera Tuvo la oportunidad de estar en la compañía de María Pagés, pero no se sentía cómodo con las tonalidades y el tipo de baile y el flamenco que se hacía y acabó retirándose.
Con 18 años actuó aquí en La Mistela con una academia de baile, con 19 trabaja con José Galván y Pastora Galván y luego vendrían Carmen Ledesma, Concha Vargas, Pepa Montes, Cristina Hoyos, Pepe Torres… aparte de los tablaos: Los Gallos, El Arenal, Flamenco Andalusí… o durante seis años los circuitos por las peñas de la Diputación de Sevilla y La Bienal por la Provincia, además de innumerables fiestas privadas, juergas gitanas o casetas de feria. Y con 20 años, en La Caracolá de 2019, forma un lío gordo de verdad sobre el escenario. O en los festivales de Aguadulce y Carmona. Y en el programa televisivo Tierra de Talento, donde quedó semifinalista.
El flamenco ha sido su afición desde que nació. Siempre le ha encantao conocer la genealogía y parentescos de los artistas, por curiosidad y por llegar a la raíz, beber de la fuente. Y «para hablar con propiedad», me contaba. Es por eso que se acerca a los gitanos viejos, como El Cuchara o Gaspar de Perrate en Utrera o El Funi en Lebrija, al que le lleva de vez en cuando un papelón de dulces y se enrean en una conversación eterna. Es muy preguntón. Además de que le gusta leer y empaparse de las letras y escuchar los cantes, estudiarlos… Él dice que le «gusta un gitano viejo más que comé». Aunque «el problema de juntarse con los viejos es que se mueren pronto», se lamenta.
Siempre está rodeao de buenos artistas porque no tiene vergüenza ninguna y se acaba metiendo en todas las fiestas, donde más y mejor ha aprendido de esto. La universidad de la juerga, donde se ha gastao casi todo lo que iba ganando y con orgullo. Trincaba y al lío. Y es que nunca ha intentao hacer de esto un negocio. Va a cantar porque le apasiona, se lo pasa bien, encima se lleva un dinerillo y se gana la vida. Así lo disfruta, emborrachándose de arte con Antonio Moya o El Marsellés, Paquito Vega, Manuel de Paula, El Funi… casi todos gitanos y aunque él no lo sea y solo tenga un refregón, se siente más gitano que los gitanos. Y muy flamenco. Porque le gusta la crema, la castaña gorda.
Sin renegar de Los Palacios, que lo pasea a mucha honra, le tira mucho Jerez, de donde es la gitana que lo tiene loco, Lebrija y sobre todo Utrera. De hecho, como nació el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, casi siempre lo celebra en el Potaje Gitano.
Vive por y para el cante. Ha intentao trabajar en otras cosas. En el campo y lo salvó la pandemia, en los albañiles y duró un cuarto de hora… Tampoco sirvió para los estudios. Él dice que no sabe hacer ná, «ni poner una bombilla». Pero el flamenco lo tiene envenenao. Y no es que viva por y para el flamenco, sino que vive en flamenco, desde que se levanta hasta que se acuesta. Se le ve en el habla, cómo viste, el porte, la manera de andar y comportarse. Y ya cuando abre la boca…
La responsabilidad de esta noche hace que esté cagao de mieo y lleno de orgullo. Se ha comprao un traje para la ocasión y ha reposao la voz para guardarse para ustedes. Con la jindama en el cuerpo porque está el teatro abarrotao, hasta la colcha. Aguantando ya las lágrimas por los que no están y emocionao por los que han venido.
Señores y señoras. Este chavalón de 26 años, este palaciego guapo y noble de ojos azules es un cantaor como la copa de un pino. No hay juerga en la que no esté y se arrime. Tiene el bronce en su metal de voz, sabe aguantar los bajos y endiñar pellizcos en las embestidas. Te pega arañones cuando se queja por soleá y te acaricia en las mecías de los tientos. Va sobrao de compás por bulerías y romances, te revuelca por fandangos… Es camaleónico. Suena a Lebrija más que los lebrijanos, a Utrera más que los utreranos… y se empapa de los aires de campanas gordas para llevárselos a su terreno e imprimirle su propio sello. Es personal, entregao, generoso, tiene mucho age, es amigo de sus amigos y muy buena gente.
Por todo ello, llamo al escenario con el aplauso de todos ustedes al justo merecedor de La Venencia Flamenca al Cante de 2024, Juan José Amuedo Galán, Juan Juanelo.
Ficha artística
Festival de La Mistela de Los Palacios
Venencia Flamenca al Cante de Juan Juanelo
Teatro Municipal Pedro Pérez Fernández, Los Palacios y Villafranca, Sevilla
18 de octubre de 2024
Cante: Juan Juanelo
Guitarra: Antonio Moya, Antonio Santiago ‘Ñoño’ y Alejandro Fernández
Piano: Pedro Ricardo Miño
Baile: Carmen Ledesma
Percusión: Tete Peña
Compás: Manuel Valencia y El Petete