Un piano de cola dejó mudo el Alcázar. Pedro Ricardo Miño tocaba. Se sentó frente a los marfiles y el silencio pesaba un quintal. Sevilla se quedó sin aliento a los pies de la Giralda. Cortaba el aire un cuchillo con los compases de zambra. Tientos y tangos. Paquito Vega a la percusión. Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia a las palmas. Un piano que canta. Sonó a Caracol y a Pastora. A Miño y a Montes. A Sevilla, a Lebrija, a Triana.
Me araño la cara desesperaíto rebuscando las palabras. No abrigan el sentimiento. Nada me sirve. Inés me endiñó un pellizco en el pecho que aún me tiene encogío. Las carnes zarandeás. Esta gitana de Lebrija sabe por dónde duele. Frágil y sincera, se escarba los centros, saca el cante desde las tripas… Y acabé estrenando mis lágrimas.
«Inés Bacán me endiñó un pellizco en el pecho que aún me tiene encogío. Las carnes zarandeás. Esta gitana de Lebrija sabe por dónde duele. Frágil y sincera, se escarba los centros, saca el cante desde las tripas… Y acabé estrenando mis lágrimas»
Inés Bacán encontró a su hermano en el trance. Miró pa el cielo. Comenzó la ceremonia de los escalofríos, como un ritual. Se arremangó el gañote y cantó esa nana. Cansada marisma es en monumento. La tenía bien guardaíta. Veintisiete años callada. Y la emoción a borbotones se resbalaba por su garganta. Inés lloró el cante, lo meció con gusto en sus brazos haciéndole cosquillas al viento. Se templó por romance arrastrando sonidos pastueños de a dos a dos el compás. Triana y Lebrija. Lebrija y Triana.
Los ecos de Manuel Torre –siempre por los rincones– y la cabal de El Fillo lastimaron por seguiriya. Miño la esperó en los cierres, la llevó en volandas. Le echó el piano a los tercios y fue un gañafón tiznao el cante de esta gitana. Se despertó del quejío y dijo «¿He estao bien?» Es una niña grande rebosante de ternura. Se le escapa la verdad, abre la boca y se desnuda.
Es demasiado aburrido seguir y seguir la huella, es demasiado el camino sin nadie que me entretenga. No necesito silencio, yo no tengo en qué pensar. Tenía pero hace tiempo, ahora no pienso más. Atahualpa Yupanki fue un caramelito en las caricias lebrijanas. Los ejes de mi carreta, finos como la seda, encandilaron al público. Inés bordó encajes de hilo y provocó llantos y suspiros en una ‘Noche única’ de emociones difíciles de olvidar. Hizo lo complicao sencillo. Hirió. Metió el dedo en la llaga. Se ganó el sitio hilvanando momentos mágicos para la memoria de La Bienal.
Salpicones de espuma blanca de olas de mar salino nos cayeron en la cara. Miño al piano por alegrías. Una sinfónica a las palmas, un rasgueo en el cajón de Paquito, una escobilla en las teclas y el resto me lo adivino soñando una bailaora recogiéndose el vestío. Por bulerías fue una locura. Pedro Ricardo es un maestro. Le sacó colores al piano y le rebosaron las manos de guitarras y falsetas, de cantes y de vida.
«Salpicones de espuma blanca de olas de mar salino nos cayeron en la cara. Pedro Ricardo Miño al piano por alegrías. (…) Por bulerías fue una locura. Pedro Ricardo es un maestro. Le sacó colores al piano y le rebosaron las manos de guitarras y falsetas, de cantes y de vida»
Jerez sobre los maderos. Llegó otra vez el cante: La Macanita. Giró sus rizos morenos buscando la flor que amaba. Valiente el segundo cuerpo. Malagueña y abandolaos evidencian que Tomasa vino fetén de la voz. Le echó arrojo al asunto derramando metales fundíos con el leco inconfundible de Fernanda por soleá. En La Andonda y La Serneta crujió los huesos con trapío. Los tientos menos lucidos. Los tiempos del piano más libres, ralentizaos, pero agarró los tangos con gracia y pegó tres embestías. Después por bulerías. Y ahí nos destrozó. Entre Utrera y Jerez los tercios repartíos. La Macana no es frío fuego ni fuego frío. Candela viva, remolino de jondura, sultana de la gitanería… No sé lo que tiene el cante por bulerías de mi Jerez.
Tomasa brilló de enjundia. Entregaíta a Sevilla, pletórica, radiante… Asestó un puñao de zamarreones y se pegó unas pataítas pa redondeá. La Macanita fue un espectáculo.
Con el piano jondo de cola tronando gordo y vibrante se rifaron a medias la toná. Inés y Tomasa, La Macanita, a blancas y negras del trianero se pusieron el Alcázar por montera. Y como si no hubiera un mañana, la Sevilla ‘De pozo y luna’ regaló una ovación incesante a los pellizcos de estas gitanas.
Ficha artística
De pozo y luna
XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Alcázar de Sevilla
18 de septiembre de 2024
Cante: Inés Bacán y La Macanita
Piano: Pedro Ricardo Miño
Percusión: Paquito Vega
Palmas: Manuel Cantarote, Juan Diego Valencia y Vicente Peña