José L. Ortiz Nuevo, el poeta de Archidona, exdirector de la Bienal y tantas cosas más, ha dedicado parte de su esfuerzo investigador a rastrear contenidos político-sociales en las coplas flamencas. Como resultado, publicó allá por 1985 en la Biblioteca de la Cultura Andaluza un buen libro, Pensamiento político en el cante flamenco (antología de textos desde los orígenes a 1936).
En parte, su antología confirma lo que se viene repitiendo siempre por los estudiosos: que la copla flamenca no es canción-protesta, sino que es resignada, íntima, y no rebelde ni colectiva. Pero, por otro lado, algunas de las coplas recogidas confirman la otra postura: que también a veces la copla es muy rebelde y social, política, digamos, aunque esa queja ante la injusticia pase siempre por lo subjetivo, lo personal.
La cárcel es un tema clave en los orígenes del flamenco. Las tonás, consideradas por muchos como madres del flamenco auténtico, corrientemente se ajustan al tema carcelario. Una de sus modalidades, la carcelera, toma su nombre precisamente de ello. Cuenta Ortiz Nuevo en su libro (pp. 12-13) que por los años cincuenta del siglo XX “algunos cantaores decidieron decir no solo sus particulares penas, sino las de su pueblo, sumido en la resignación y en la pobreza. Sus testimonios (…) fueron tachados, por los más, de inadmisibles heterodoxias, ajenas al eterno espíritu del cante”.
Vemos en este enlace un ejemplo de carcelera, cantada por José Menese con la famosa letra de Moreno Galván, referidas a las tribulaciones de Juan García, tomado como símbolo de la represión y de la explotación:
Con su interesante y necesario libro, Ortiz Nuevo intenta demostrar la falacia, el engaño de estas vehementes acusaciones públicas. Se refiere a que esas coplas de contenido social, revolucionario, tan propias de los setenta y ochenta, en las voces de, sobre todo, Manuel Gerena, José Menese o José Domínguez El Cabrero, entre otros, no eran algo moderno en el flamenco, sino que, como muchas coplas demuestran, lo social y lo político es la base lírica y temática de muchas coplas. Vemos al Cabrero por fandangos, alusiva a un hecho biográfico:
En la cárcel me vi un día
sin matar ni haber robao,
porque un guarda jurao
me quiso quitar la vía
cuando iba con mi ganao.
Respecto a las causas del encarcelamiento, Enrique Soria, en La copla (1981), dice: “En Andalucía hay una gran correlación entre presidio e indigencia social”. O sea, que los pobres van, muchas veces, a dar con sus huesos en la cárcel. A lo largo de la historia andaluza han venido sucediéndose épocas de hambre voraz. La sequía, el desabastecimiento hacían estragos. O se pedía o se robaba para comer. Es decir, de cualquier forma ibas a la cárcel:
Al que pide lo encierran
y meten preso al ladrón,
el que no pide ni roba
muere de hambre en un rincón.
Caminito de Antequera
preso llevan a un gitano
porque se encontró una capa
antes de perderla el amo.
Gitano, ¿por qué vas preso?
Señor, por cosa ninguna,
porque he cogío un ramá
y etrás se vino la mula.
Anota Soria que no es la delincuencia económica la única razón para hospedarse en los calabozos. No falta el humor:
Porque le dije a una niña:
¡ay, lo que te vi, Jesús!,
me metieron en la cárcel
donde no viera la luz.
El asesinato, como es natural, es causa directa de encarcelamiento. Hay letras que aluden a asesinatos, reyertas que acaban fatídicamente, de manera más directa o más velada o indirecta. Recordamos la soleá apolá Ni Veracruz es vera cruz, sobre todo en la voz de Pepe el de la Matrona, ese patriarca flamenco. Tras la letra también muy referida Ni Veracruz es vera cruz / ni Santo Domingo es santo / ni Puerto Rico es tan rico / pa que lo veneren tanto está la que nos interesa ahora, con el eufemismo perifrástico “hice una muerte”, tras lo que se supone que iría la cárcel o algo peor:
En La Habana hice una muerte.
La Puebla me sentenció.
La Habana dice que muera,
La Puebla dice que no.
Aquí la canta con su característica voz y su sabiduría flamenca reconocida:
Una situación, la del encarcelamiento, siempre triste por implicar el fracaso de la condición humana a nivel personal y social, que el flamenco refleja muy a menudo.
→ Ver aquí los artículos anteriores de José Cenizo.