Tras ver en la entrega anterior cómo se denominan los lugares del cautiverio (cárcel, trena, calabozo, prisión, presidio, estaribé o estaribel…), nos adentramos en cómo es la dolorosa situación del preso, que conlleva, amén de la pérdida de la libertad, estar encerrado. Ya citábamos anteriormente una letra que comunicaba esa tristeza y oscuridad con una expresión –quizá hiperbólica– muy sencilla y coloquial:
A mí me sacaron del calabozo
y me metieron en otro más malo,
donde no podía ni verme
los deditos de la mano.
Vemos en este vídeo de YouTube la toná carcelera, con cante del Chocolate, de la serie Estilos flamencos, IV:
Entre otras letras, aquí canta la siguiente con su intensidad tan reconocida:
A un calabocito oscuro
a mí me traían la comía
y yo pegaba más suspiros
que cachitos de pan comía.
Muchos son los sinónimos de la expresión “estar preso”. Algunos serían “perder la libertad”, “meter preso”, “encerrarlo a uno”, “quitar la libertad”, “mandar prender”, “cautivarse o estar cautivo”, “estar en prisiones”, “estar encerraíto”, etc.
Presentamos una breve antología de coplas flamencas que contiene estas expresiones u otras parecidas. La libertad es el valor más alto, por encima de la vida misma, para el gitano, desde luego (y para todos):
Yo perdí mi libertad,
la prenda que más quería;
ya no puedo perder más
aunque perdiera la vía.
Recordemos ese cante por giliana que hace Antonio Mairena, titulado Las cautivaron, del disco La fragua de los Mairena (1970), un romance que hace por bulerías, que comienza con el recuerdo de un cautiverio de tres mozuelas.
A la verde, verde,
a la verde oliva,
donde cautivaron
a mis tres cautivas.
El pícaro moro
que las cautivó
y a la reina mora
se las entregó.
A veces, haga lo que haga uno, la cárcel parece ser su destino trágico. La copla que sigue usa magistralmente los sinónimos “lo encierran” y “meter preso”. No cabe mayor desolación, no es posible mayor escepticismo ante la justicia –o injusticia– social que supone que un hombre deba elegir entre la cárcel o morir de hambre:
Al que mendigan lo encierran
y meten preso al ladrón.
El que no pide ni roba
muere de hambre en un rincón.
Siempre aparecen juntas en las letras del cante la libertad y la vida, como bienes supremos:
Siempre por los rincones
te veo llorando,
que Dios me quite la libertad y la vía
si te doy mal pago.
La siguiente es recogida y comentada por Demófilo:
Desesperaíto
yo me cautivé
a los moritos e la Berbería
para no volver.
Explica Demófilo: “Yo me cautivé, esto es, yo me entregué en cautiverio. El verbo cautivar no se emplea como reflexivo entre los eruditos. El verbo cautivar en sentido metafórico significa ‘rendir, sujetar las potencias del alma’. La construcción de esta copla es bastante irregular”.
La siguiente alude a la pesadilla –soñar con “Lusifé”, Lucifer, con Satanás– que supone estar preso, estar en prisiones, con el plural enfático:
Hermanita, no más penas,
que sueño con tu queré,
y el hombre que está en prisiones
se sueña con Lusifé.
Por último, la expresión “estar encerraíto”. Fíjense en la expresividad del diminutivo del participio, la ternura que encierra, el sentimiento de un inocente encarcelado:
Ándame los pasos, madre,
y que me saquen de aquí,
que me tienen a mí encerraíto
por lo que no cometí.
La vida es libertad, estar libre, aunque con los condicionamientos propios de vivir en sociedad. Estar preso es, como vemos, la antítesis de la libertad y de la vida, más aún si no te dejan otro camino o si se es inocente.
→ Ver aquí los artículos anteriores de José Cenizo.