Ya había pasado los 80 años cuando vino por última vez a Sevilla. Menuda, con su cabello corto y nevado, haciendo gala de su proverbial naturalidad y de su paciencia y amabilidad para con los compañeros de la prensa. A Chema Blanco, al que tantos chaparrones le cayeron en la Bienal 2022, le debemos esa visita de una leyenda de la fotografía española, la irrepetible Colita, que falleció anoche, poco antes de las campanadas de Nochevieja. Pero su trabajo es inmortal, como los propios genios a los que retrató.
Isabel Steva Hernández, como rezaba su carnet de identidad, había echado los dientes como fotógrafa al lado de profesionales tan deslumbrantes como Oriol Maspons, Xavier Miserachs o Ramón Masats. Era la benjamina, pero también una colega más. Cuando en 1962 la llamó Rovira Beleta para trabajar en el filme Los Tarantos, no podía imaginar que entraba en un mundo que cambiaría su vida para siempre. Trabó amistad con Carmen Amaya, y como ella misma decía, esa fue la llave que le abrió todas las puertas del flamenco.
Luego llegarían los años de la Gauche divine, la amistad con las estrellas de la nova cançó e infinidad de proyectos, pero el flamenco había llegado para quedarse. Tanto en el escenario como en la intimidad, acompañó a innumerables artistas y captó atributos de todos ellos que no se perciben en la superficie. La mirada lancinante de la propia Amaya. La Singla jugando con su cámara en la playa del Somorrostro. Antonio Gades y Vicente Escudero ensayando figuras en Las Ramblas de Barcelona, y con Alberti en Roma.
Y más, mucho más: Aurelio Sellés con su capa. La Chunga en su camerino. Tío Borrico, Fernanda y Bernarda, La Piriñaca. Mairena con Chocolate y Pepe Pinto en la Taberna del Pinto, en la imagen que versionó la última Bienal. Mairena bajo el rótulo de azulejos de la calle Pureza. Caracol. Santiago Donday en su fragua. Peret bañado por la luz de la Ciudad Condal que se derrama por los ventanales de un café. Paco de Lucía con un cigarrillo entre los dientes. Manolo Sanlúcar ensayando. Lola Flores viendo en la tele a Adolfo Suárez. Camarón en escena.
«Colita fue una enamorada, sí, del flamenco y de Andalucía, sobre la que proyectó una mirada a la vez tierna y profundamente humana. Cuando bajaba al sur nunca pensaba en que viajara a otra galaxia, como ahora algunos pretenden, sino a otra habitación de su casa. La manipulación política que pretendía alejar Cataluña y Andalucía le parecía, simple y llanamente, “asquerosa”»
Conoció las bambalinas y las fiestas privadas. Me aseguró que nunca se sintió discriminada en ninguno de esos lugares, ni como mujer, ni como paya ni como burguesa. Y que la mala fama de tales ambientes era una recreación romántica, pues nunca consideró preceptivo ni consumir demasiado alcohol ni ser una campeona del trasnoche, aunque admitía muchas horas de vuelo en Bocaccio y otros locales de su Barcelona natal.
Su afición se prolongó durante décadas, aunque se metiera en proyectos variopintos. Vio morir a toda una generación y surgir una nueva: Mayte Martín, Duquende, Cañizares, un Poveda casi niño, Moraíto… Estaba convencida de que el duende, aunque nadie sepa explicarlo, se puede fotografiar: “Sí. Ese momento mágico cada cual lo siente de una manera diferente, pero sabes que está pasando algo importante, y eso se transmite en una fotografía. La alegría… sí, sí, se puede transmitir”, aseguraba.
Fue una enamorada, sí, del flamenco y de Andalucía, sobre la que proyectó una mirada a la vez tierna y profundamente humana, que siempre nos interpela y nos emociona. Cuando bajaba al sur nunca pensaba en que viajara a otra galaxia, como ahora algunos pretenden, sino a otra habitación de su casa. La manipulación política que pretendía alejar Cataluña y Andalucía le parecía, simple y llanamente, “asquerosa”. “De repente, han llegado al poder una serie de personas fanáticas y mediocres, que es lo peor que nos puede pasar en la vida, y han convertido a Cataluña en una cosa que no es. Y no sé cuándo volveremos a recobrar la cordura, de verdad. Ojalá sea pronto”.
La cordura tal vez no se ha reestablecido plenamente, puede que Cataluña tarde en volver a ser lo que es. Pero las palabras y las imágenes de Colita hablan de un espíritu que es también genuinamente flamenco. “Cuanto más seamos, más reiremos”, solía decir. Hoy somos muchos los que lloramos su muerte, pero solo hoy. Su memoria y su genio van a seguir siendo una invitación para la emoción y la alegría.
Imagen superior: Inauguración de la exposición ‘Archivo Colita’ en el Edificio Turina. Bienal de Sevilla, sep 2022. Foto: Claudia Ruiz Caro.