Nació en Filadelfia, sus raíces están en Cuba, pero se mudó a España en 1998. Después de haber acompañado a algunos de los más célebres artistas contemporáneos, la suerte le reservaba aquí un regalo inesperado: acompañar a Paco de Lucía. Claro que, según se mire, podía tratarse de un regalo envenenado, ya que hasta entonces su contacto con el flamenco había sido poco menos que tangencial. Bobby Martínez lo recuerda todo para Expoflamenco en esta entrevista.
–¿Cuándo se produce su encuentro con Paco de Lucía?
–Fue cuando los chicos de Paco se fueron con Chick Corea. Paco tuvo que montar un grupo nuevo en el que estaban Alain Pérez al bajo, el Negri a la segunda guitarra y cantando, Piraña en la percusión y dos cantaoras gitanas, La Tana y su madre. Parece ser que el mánager le había traído un flautista de la India que tocaba muchas flautas de barro y tal, pero el chico no improvisaba. Entonces claro, la gira era de tres meses en Estados Unidos, y Paco entendió que no podía hacer eso con un flautista que no improvisa, así que le dice al mánager: “Manda a este tío para atrás y vamos a buscar a otro”. Le pregunta a Alain, con quien ya había trabajado yo muchas veces. “Chico, ¿tú no conoces a alguien que pudiera hacer este trabajo”. “Mira, yo tengo un amigo que se llama Bobby Martínez que toca de puta madre, improvisa un montón, lo único es que él es músico de jazz, no sé qué experiencia tendrá con el flamenco”. “Dile que venga y tocamos algo, para yo escucharlo”.
–Y lo llamaron.
–Me llamaron y fui a los estudios de Limón, y ahí estaba Paco con los muchachos. Empezaron a tocar una rumba que para mí es normal, en cuatro, y no hubo ningún problema. Y Paco dijo: “El trabajo es tuyo, te vienes con nosotros la semana que viene”. ¡La semana que viene! Le dice a la chica del estudio, la hermana de Limón: “Prepárale a Bobby un cedé con los temas que tiene que aprenderse, y ya, te vemos en Canadá”. Allí fuimos, hablo con Paco y me dice que el día siguiente teníamos un ensayo antes del concierto en el edificio de la Unión de los Músicos. Pensé, “estupendo”, me planté allí, y vi que los atriles estaban puestos en un círculo. Yo llevaba el tenor, el soprano, la flauta… Me tocaba Paco de Lucía justo-justo enfrente, yo monto mi atril, pongo toda la música, porque yo me metí toda la semana transcribiendo todo lo que tenía que tocar, incluidas las bulerías, que yo ni siquiera entendía cómo era el compás, “¿cómo es esto, un 12/8, un 6/8, y de repente paran y arrancan otra vez? Esto sí está jodido, porque si no consigo la medida aquí…”
–¿Cómo resolvió?
–Por suerte Alain, unos días antes, vino a mi casa y me enseñó la bulería, sus doce tiempos, en el dos se paran, 1-2-3, 1-2, 1-2, 1-2…” Pues bien, no habíamos ni empezado a ensayar y Paco se sienta frente a mí y me está mirando… Pero mirando, ¿eh? Yo me mosqueo un poco y le digo, “¿qué pasa, Paco?”. “Bobby, ¿qué es eso que tienes ahí?”. Y yo con mucho orgullo le dije: “Mira, he hecho toda la tarea con todos los temas”. “Pues lo siento, Bobby, pero en flamenco no se lee música”. ¡Imagínate tú, eso fue un palazo para mí increíble, casi me caigo de la silla! Me puse blanco, pálido, me levanté, me fui para el baño y pensé: ahora sí me ha puesto mal este hombre. Alain me siguió y me tranquilizó, “tú te lo vas a ir aprendiendo en los próximos días, no te preocupes, no te vuelvas loco”.
–No era para menos.
–Tocamos el concierto esa noche, y a raíz de aquel día, los primeros diez días de la gira yo casi no dormía, me metía todas las noches en el hotel tratando de aprenderme los temas de memoria y sobre todo las líneas que yo tenía que doblar con Paco de Lucía, que yo no sé lo que tenía ese hombre en los dedos, pero tocaba con una clase de rapidez, que era impresionante. Y recuerdo que el muy cabrón me miraba cuando llegaban las líneas esas, en medio del concierto, medio sonriendo, como diciendo “vamos a ver si la cagas o no”. No, no, me llevó duro, me llevó duro como carajo… Llegué a tener solo unas chuletitas nada más, que yo pegaba en el monitor. Yo me sentaba justo al lado de él, y para que no viera las chuletitas, yo viraba el monitor hacia mí [risas]. A los diez días ya me sabía básicamente el repertorio.
«Paco era Paco. Era un señor. Cuando tú estabas alrededor de él notabas que estabas al lado de una persona con un nivel tremendo. Eso lo podías sentir, era él. Era increíble. Sabías que estabas al lado del mejor guitarrista del mundo, y eso es una sensación muy fuerte»
–¿Asunto arreglado?
–Luego estaba el otro punto, que él me decía: “Bobby, tocas increíble, tus solos son la hostia, pero coño, las melodías mías… No suenan muy a flamenco”. Eso me daba tremenda rabia, porque tenía razón. Me hubiera hecho falta un año por lo menos tocando flamenco para cogerle el rollito a los cuartos de tono y todas esas cosas que Jorge Pardo hacía y hace, y otros muchos músicos del flamenco, pero que en el mundo mío eso no se hace. Y yo lo reconocía. Me sentía que no estaba cumpliendo con el trabajo completo. Pero para mí fue un reto increíble. Quién me iba a decir que yo iba a terminar tocando con el mejor guitarrista del mundo.
–Usted ya estaba acostumbrado a tocar con grandes músicos. ¿Qué le impresionaba de Paco?
–Todavía recuerdo que llevaba un frasquito de vaselina, metía el dedo ahí y pegaba un pedazo en la guitarra, y en medio del concierto, a cada rato se mojaba la yema de los dedos con la vaselina. “Claro”, pensé, “se la echa para que le resbale la yema de los dedos un poquito, si no le van a salir unos ampollones ahí… Porque tocaba con una velocidad, los dos dedos esos eran una cosa vertiginosa, no se veían de rápidos que se movían”. Y lo que sé es que nunca había oído una guitarra acústica sonar como la hacía sonar Paco. Tenía una clase de volumen, y una redondez y una cosa que… Es difícil ponerlo en palabras si no lo escuchas, era increíble.
–El público, ¿cómo reaccionaba?
–En Estados Unidos yo me lo pasé muy bien, en todos los estados que estuvimos siempre había algún amigo por ahí a quien llamaba, venían a los conciertos… Todos los conciertos eran sold out, por completo, el trato era increíble, los americanos esos nos tenían, vaya, entre los buffets y los viajes en limusina del hotel al teatro… Un profesionalismo impresionante. Pero al final de la gira, yo mismo le dije a Paco: “Por favor, para mí ha sido algo impresionante, increíble, una experiencia que no olvidaré jamás… Pero te hace falta meter a otra persona haciendo el trabajo que yo estoy haciendo, alguien que entienda más de flamenco, porque a mí me va a tomar mucho para coger yo ese puntito”. Durante la gira yo había ido pillando un poquitico, pero imagínate tú hasta hacerlo como Jorge Pardo, que creo yo que fue el creador de esa manera de tocar el saxofón y la flauta.
–Muy honesto por su parte: otro quizá se habría agarrado ahí de cualquier manera.
–No, yo lo sabía, hombre, y soy muy perfeccionista, siempre lo he sido. En el fondo me molestaba no estar a la altura. En las improvisaciones no tenía problema, mis solos le encantaban, “cómo trabajas las escalas”, me decía. Esa es otra cosa que me tomó varios días acostumbrarme: Paco no me hablaba en términos musicales. Para explicarme algo, cogía la guitarra y me decía, “mira, Bobby, esta nota”, ¡tin, tin, tin, tin!, “esta no, haz esta”, ¡tan, tan, tan! Yo en mi mente me preguntaba, “coño, este hombre por qué no me puede decir que no toque un sí, que toque un la”. Después me fui enterando de que no lo sabía, o no le gustaba hablar así. Me decía: “Acorde flamenco del tercer traste”, y yo pensaba, “¿qué cojones es un acorde flamenco de tercer traste, madre mía?”. Entonces tocando averiguaba lo que me estaba diciendo, para nosotros era un acorde dominante bemol 9. Y él lo llamaba “flamenco”. Y ahí puedes tocar la disminuida, inclusive la frigia, que tiene ese sonido arábigo… Como yo sabía un poco de la teoría me iba colando, y en los solos quedaba bien, y hacía mis cositas de cuarto de tono por aquí y por allá. Pero había melodías que no podía hacer. Eso es una cultura, joder, no es algo que se aprende de un día para otro.
–Es que usted entró en el flamenco en helicóptero, por el piso de arriba…
–Fíjate, no era irte tres meses con Los del Río o con alguien de flamenco pop, sino con la mata de esto en España, con la crema de la crema. Aprendí muchas cosas que me han servido para mi música, para el jazz. Fue maravilloso.
–Usted nace en los Estados Unidos. ¿Cuál fue su primer proyecto grande, la Miami Sound Machine?
–Sí, dentro de la música pop fue la Miami Sound Machine, empecé con ellos cuando tenía unos 16 años, estuve con ellos unos años hasta que formé mi propia banda, porque lo mío siempre era el jazz, ¿sabes? Pero mi paso por el grupo fue antes de que metieran el primer hit con Columbia Records. Yo había grabado el disco anterior, el que consiguió que firmaran el contrato, pero cuando entraron con Columbia ya yo me había ido. De ahí empecé a hacer muchos trabajos de jazz, toqué con Joe Williams, Richie Cole, Ira Sullivan… También toqué en un grupo que era el favorito de Jaco [Pastorious] allá en Miami, cada vez que él sabía que íbamos a estar por allí o por Fort Lauderdale, por donde él vivía, se acercaba a nuestros conciertos y se subía con nosotros a veces. Ya fue la época que se estaba poniendo malito, pero bueno, puede disfrutar de Jaco un par de añitos.
«Bobby, ¿qué es eso que tienes ahí? Y yo con mucho orgullo le dije: mira, he hecho toda la tarea con todos los temas. Pues lo siento, Bobby, pero en flamenco no se lee música. ¡Imagínate tú, eso fue un palazo para mí increíble, casi me caigo de la silla! Me puse blanco, pálido, me levanté, me fui para el baño y pensé: ahora sí me ha puesto mal este hombre»
–También estuvo con Celia Cruz, con Willy Chirino… ¿y artistas españoles?
–De lo último que hice antes de venir para acá para España, me llamaban mucho de estudio para hacer algún solo, pero en Miami siempre era pop, pop y salsa, pero muy poquito jazz. Teníamos una organización que hacía conciertos de jazz gratis en parques y tal, pero ya digo, sobre todo hacía solos para discos de pop. Grabé con un grupo de chicas que se hicieron muy famosas, Exposé, grabé también con una cantante de soul famosísima, Betty Wright… Y españoles con Raphael, Julio Iglesias, con Camilo Sesto hice varias giras por Sudamérica.
–Pero el flamenco en esa época no estaba en su horizonte, ¿no?
–En aquella época, ninguna. La única conexión que yo tuve entonces es que los Gipsy Kings eran muy populares en Estados Unidos. De jovencito yo tenía dos discos de Paco de Lucía, los que hizo con Al Di Meola y John McLaughin, y eso era lo más cercano al flamenco que yo estuve. Pero tocar flamenco jamás, hasta el día que empecé a tocar con Paco. Una vez se encabronó conmigo porque me preguntó, “bueno, cuéntame qué flamenco te gusta”. Y yo le dije, “Paco, yo solo te he escuchado a ti y a los Gipsy Kings”. Y dije para dentro de mí: “La he cagado” [risas].
–Pero él era ya una celebridad internacional, ¿no?
–Muchacho, estaba superarriba. En Estados Unidos había una afición increíble, a nuestros conciertos se aparecían americanos con las guitarras y vestidos de flamenco y todo. ¡Se ponían a tocar! Me acuerdo de que en Berkeley, California, hicieron una fiesta que era para Paco y la banda. Paco no fue, se quedó en el hotel, pero nosotros sí fuimos y había cada uno que tocaba superbién… Los gitanos decían “joder, macho, estos yanquis, mira cómo tocan igual que nosotros”.
–Supongo que Paco tenía también un magnetismo especial…
–Sí, Paco era Paco. Era un señor, cuando tú estabas alrededor de él notabas que estabas al lado de una persona con un nivel tremendo. Eso lo podías sentir, era él. Era increíble. Sabías que estabas al lado del mejor guitarrista del mundo, y eso es una sensación muy fuerte.
–Cuénteme alguna anécdota de aquella gira.
–Mira, de las que se pueden contar, como te decía antes él me decía que le encantaba cómo yo improvisaba, pero necesitaba que las melodías sonaran un poquito más flamencas. Y la cogió con introducirme, cuando estábamos tocando en vivo y se ponía a mencionar a cada uno, “Alain Pérez al bajo, El Negri a la guitarra…” Cuando llegaba a mí, “¡y Bobby Martínez de Jerez!”. Yo me quedaba mirándolo pensando, “te estás burlando de mí, qué cabrón”. Pero yo sabía que lo estaba diciendo para joder, y los muchachos de la banda llorando de la risa. Le encantaba pinchar a la gente.
«Al final de la gira yo mismo le dije a Paco: por favor, para mí ha sido algo impresionante, increíble, una experiencia que no olvidaré jamás… Pero te hace falta meter a otra persona que entienda más de flamenco… Durante la gira yo había ido pillando un poquitico, pero imagínate tú hasta hacerlo como Jorge Pardo, que creo yo que fue el creador de esa manera de tocar el saxofón y la flauta»
–¿Se viajaba bien con él?
–De lo más bien. Íbamos a los buffets a cenar después del concierto, y muchas veces se acercaba a mi lado a ver lo que yo había cogido, y me pillaba comida de mi plato. Yo me quedaba mirándolo y le decía: “Joder, te tengo que aguantar esto porque eres Paco”. Pero muy bien, era un tío genial, se sentaba y nos hacía los cuentos. Algunos heavies, ya me gustaría hacerlos, pero no está en mi lugar…
–¿Y con el grupo, se llevó bien?
–Muy bien, más allá de cositas de culturas que a veces, tú sabes, yo vengo de una cultura, otros de otra, y hay cositas que chocan de ambos lados. Pero cosas normales. Con quien recuerdo que me llevé muy bien fue con la Tana y con su madre, en los Estados Unidos se iban de tiendas y me decían, “ay, Bobby, si tú vinieras con nosotras para que nos sirvieras de intérprete…” Y yo decía, bueno, vale, hoy tengo tiempo, voy con ustedes. Eran muy majas.
–Paco sí hablaba bien en inglés, ¿verdad?
–Sí, tenía bastante vocabulario, podía hablar muy bien. Con su acento y su cosa, pero se hacía entender perfectamente.
–Con Jorge Pardo también ha trabajado. ¿Cómo es su entendimiento con él?
–Sí, yo quiero muchísimo a Jorge. Cuando terminé la gira, lo primero que hice fue llamarlo y decirle “de pinga, hermano, lo que me ha caído encima con esta gira de Paco de Lucía ha sido tremendo, tío. Él me pedía que hiciera las cosas que tú haces, y yo no podía hacerlo”. Él llorando de la risa, “joder, Bobby, con lo que tú tocas”. “Sí, sí, lo que tú quieras, pero yo no sé hacer esas cosas, tú llevas toda tu vida haciendo eso, me cago en diez”. Para mí, Jorge es el creador de esa manera de tocar, y mejor que él no lo va a hacer nadie, aunque hay una gente por ahí que toca maravillosamente.
–¿Y Antonio Serrano?
–Fue justo el que cogió el sitio mío, y fue una buena adquisición, porque es un musicazo tremendo, y se le da lo del flamenco. La armónica le da un punto fresco.
«Todavía recuerdo que llevaba un frasquito de vaselina, metía el dedo ahí y pegaba un pedazo en la guitarra, y en medio del concierto, a cada rato se mojaba la yema de los dedos con la vaselina. Claro, pensé, se la echa para que le resbale la yema de los dedos un poquito, si no le van a salir unos ampollones ahí… Porque tocaba con una velocidad, los dos dedos esos eran una cosa vertiginosa, no se veían de rápidos que se movían»
–Su carrera, ¿siguió por buen camino?
–Sí, encontré un interés por el jazz en España, también en Europa, hasta hace poco iba todos los años a Rusia, iba a Alemania… En octubre voy a Israel si la cosa se arregla con el lío que tienen allá. Y de vez en cuando regreso por los Estados Unidos.
–Usted sabrá que Paco se instaló en sus últimos años en Cuba, se habló incluso de colaborar con músicos cubanos. ¿Sospechaba usted de esta afinidad?
–No, creo que eso le dio con Alain Pérez. Cuando yo lo conocí estaba con su mujer en una casa preciosa que tenía en México, se pasaba el tiempo buceando, lo decía siempre: “¡Cómo me gusta bucear!”. Yo sé que a él la música cubana le gustaba, ligaba muy bien con Alain, le encantaba. Alain tiene ese swing, ese rollo. A Paco le gustaba mucho la música cubana y los músicos cubanos.
–¿Hablaron algo más de música?
–También me acuerdo de que Paco, cuando nos reuníamos en su habitación del hotel porque quería hablar con nosotros, o nosotros hacernos preguntas, hablaba siempre de Camarón. Y cuando lo hacía, los ojos se le aguaban. Parece que le tenía un cariño único.
–¿Cómo recibió la noticia de su muerte?
–Chico, la verdad es que me tomó de sorpresa, porque él estaba superbién, superfuerte. A mi entender le quedaban todavía unos buenos veinte o veinticinco años más jodiendo con la guitarra. Pero fue una sorpresa terrible, nadie se lo esperaba. Fui al funeral de él y justo me tocó el príncipe al lado, ahora es el rey. Y al entrar en el velorio me encontré con Pedro Iturralde, entramos juntos. Casualmente tengo entendido que fue uno de los primeros en hacer flamenco jazz.
–¿Volvería a embarcarse en un proyecto flamenco?
–He pensado en hacer cosas con colores flamencos, claro que sí. De hecho ahora tengo una grabación en septiembre con mi banda y hay un par de cosas que tienen su punto flamenco. Hacer un proyecto flamenco yo, no me siento capaz, pero tocar sí, cómo no.
Imagen superior: cedida por Bobby Martínez
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»