Arcángel brilló con luz propia en la segunda jornada del L Festival Flamenco Torre del Cante de Alhaurín de la Torre (Málaga), con elegancia y exquisitez. Aurora Vargas puso el cante y baile racial, El Puntilla, la afición y las ganas, y Antonio de Verónica y Saray Cortés, el alma y el corazón al baile.
El festival conmemoraba su quincuagésima edición con una doble jornada de actuaciones, formato que tuvo su origen en la pandemia. Si en los meses anteriores se homenajeó a Fosforito, con su participación en una charla-coloquio y la presentación del libro de Álvaro de la Fuente, en este caso el homenajeado fue Camarón. Su hijo Luis Monje recibió un trofeo de manos del alcalde de la localidad, Joaquín Villanova. Ambos cantaores son los que más veces han actuado en este festival a lo largo de su historia.
Abre el fuego el joven cantaor local Jesús Vela El Puntilla, bautizado así por José de la Tomasa, a quien tuvo como profesor en la Fundación Cristina Heeren de Sevilla. Exhibe su gran afición y su capacidad innata para crear sus propias letras, sobre todo en los fandangos, con los que se despidió. Antes había cantado por malagueñas rematadas con abandolaos, soleá, taranta y levantica. Lo acompañó el malagueño Ismael Rueda, ajustado como un guante al toque.
Turno para Arcángel, uno de los grandes momentos de la noche. El cantaor onubense, con la guitarra maestra del astigitano Salvador Gutiérrez, se mostró elegante y con un gusto exquisito en todos los cantes que interpretó. Principia con La leyenda del tiempo en la adaptación por tientos que Morente hizo del texto de Lorca. Emociona al más pintado en los tonos bajos. En la transición a los tangos, se incorporan Los Mellis, impagables a los coros, percusión y palmas. Curiosamente intercala un fandango de Lucena —En criticar y murmurar— y vuelve a los tientos con unos preciosos coros de los hermanos onubenses.
Prosigue con la caña, cante en desuso, algo muy de agradecer en los tiempos que corren. Va ligando los cantes sin pausa. Canta por soléa despacito, gustándose, y la remata por soléa por bulerías. Aborda las seguiriyas dando las cinco pesetas del duro y pellizcando, especialmente en el macho, donde evoca a Manuel Torre. Los vellos como escarpias.
«Aurora Vargas puso el cante y baile racial, El Puntilla, la afición y las ganas, y Antonio de Verónica y Saray Cortés, el alma y el corazón al baile»
«Cuando repiten tanto que el flamenco hoy en día no tiene mucha cabida llego a pensar si tendría que haber sido reguetonero, con todos mis respetos por otras músicas», espeta. Y continúa con su reivindicación de este arte: «Es nuestra seña de identidad y una manera de sentir. Hay que mostrarle a los más jóvenes que los mayores han guardado este legado para entregárselo a ellos como oro en paño. Ojalá llegue el día que esté incluido en el sistema educativo. Es nuestra obligación amarlo».
Dice adiós por alegrías, que le dedica a Curro Fernández, padre de Esperanza Fernández, fallecido el día anterior. Primero, de Córdoba, en tonos bajos a percusión y palmas, y enseguida se va para Cai, con toda la sal y el duende. Elegante y exquisito. El público enfervorecido lo reclama y le concede unos fandangazos de su tierra, el primero de Toronjo, el segundo con la letra de la milonga Cambiaste el oro por cobre y el tercero reivindicativo de su tierra, con el que emociona al que suscribe. Y Calle real… Deja el listón muy alto.
Aurora Vargas comienza por alegrías con mucho sabor. Se sacude así la tristeza que refleja su rostro, no puede ocultar el vacío que le dejó la marcha de su pareja artística y vital, el añorado Pansequito. Está muy bien secundada por Miguel Salado, que disfruta de lo lindo con el cante de la cantaora sevillana, al toque, y por Manuel Salado, Diego Montoya y Javi Peña, al compás.
Por soléa, va de menos a más. Empieza un poco fría pero se va calentando y expresando… En los tientos-tangos, pide silencio: «Vamos a escuchar un poquito y dejamos la conversación para luego». Canta con enjundia los primeros y evoca al genio de la Isla en los segundos, pataíta de arte y ángel incluida.
En la despedida, bulerías, en las que hace bueno el dicho de ‘el que canta (y baila en este caso) su mal espanta’. «Desde que te fuiste de la verita mía yo tengo el alma triste, de noche y de día. Tengo tu cariño dándome bocaos y lloro como los niños, no te tengo a mi lao. Y lo que sufro por la noche no está escrito, culpita de la sed que me devora. Yo me levanto dando gritos y tu persona necesito…». Y ante la petición de un respetable entregado le obsequia con un fandango de El Chocolate.
Y la guinda a una noche de arte la ponen Antonio de Verónica y Saray Cortés, que tienen su propia compañía desde 2005. Su hijo Azael Cortés, de sólo 11 años, se lanza al ruedo por abandolaos, con una seguridad pasmosa. Estamos ante una joven promesa del baile. Por alegrías, la hija de La Salinera exhibe su baile racial con el mantón. Padre e hijo le dan el relevo en un emotivo mano a mano. Luego, Antonio se queda solo con su baile personalísimo. Y vuelve Saray con las castañuelas, dándolo todo. El cuadro, que conforman Luis de Mateo, Carmina Cortés y Salva Cortés, al cante, y Salva de María, al toque, les concede un receso por tangos. Y vuelven Antonio de Verónica y Saray Cortés, ataviados con trajes que lucen biznagas —ramillete de jazmines típicamente malagueño— bordadas, con el zorongo de Lorca, en el que se dejan el alma y el corazón, acompañados por Juan Carlos Carranque, al piano.
Ficha artística
L Festival Flamenco Torre del Cante
Auditorio municipal Finca El Portón de Alhaurín de la Torre (Málaga)
15 de junio de 2024
Aforo: Lleno
Cante: Aurora Vargas, Arcángel y Jesús Vela El Puntilla
Guitarra: Miguel Salado, Salvador Gutiérrez e Ismael Rueda
Palmas: Manuel Salado, Diego Montoya
Coros, percusión y palmas: Los Mellis
Baile: Antonio de Verónica, Saray Cortés y Azael Cortés y su compañía flamenca: Luis de Mateo, Carmina Cortés y Salva Cortés, al cante, Salva de María, al toque, y Juan Carlos Carranque, al piano.
Presentación: Gonzalo Rojo y Manuel López