En lo que hemos podido analizar hasta ahora, el villancico pertenecía a lo colectivo a través de composiciones que se fueron heredando gracias a la tradición oral. Sin embargo, la llegada de una nueva realidad social en el siglo XX fue opacando la ancestral costumbre de reunirse para cantar en todos los ciclos festivos. (En portada, detalle de una pintura de Muñoz Cebrián para una de las portadas de la serie Así Canta Nuestra Tierra en Navidad)
Esta circunstancia, agravada en toda España por la despoblación de los núcleos rurales en favor de las ciudades, fue desplazando una gran cantidad de costumbres populares. De este modo, la amnesia grupal sobre coplas y villancicos se fue apoderando de la sociedad al mismo tiempo que fue encontrando otros medios de entretenimiento. Se suele afirmar en el ámbito de lo folclórico que ciertos ritos musicales se pierden por la falta de su funcionalidad. No obstante, algunos enclaves como Arcos y Jerez se erigieron en privilegiados conservatorios de las coplas de la zambomba frente a otros lugares en los que desapareció. Pongamos un ejemplo: el agricultor que iba acompañando su trabajo con diferentes cantes de faenas deja de hacerlo una vez que se familiariza con un aparato de radio. Aquel cante de trilla perdió su utilidad resultando, por tanto, postergada y olvidada.
Cuestión distinta a todo lo que hablamos es la contribución de los artistas profesionales al campo de la Navidad flamenca propiamente dicha. Es una materia que mantiene perfiles distintos porque no responde del todo al concepto ‘zambomba’ y que abordaremos en un nuevo serial.
El generalizado traslado de las casas de vecinos a los bloques de pisos
Como admite el estudioso Manuel Naranjo Loreto, la paulatina desaparición del patio de vecinos fue decisiva. De modo fundamental debido al desarrollo urbanístico de los años 60 – 70 del siglo pasado y la consiguiente migración a los bloques de viviendas. En los patios comunes, y en cierto modo para mitigar la necesidad cantando, la zambomba se desarrollaba de modo natural, espontáneo y cotidiano. Con muchas penurias pero con mucha ilusión. En cambio , una vez en los bloques, esa “reunión” no se reprodujo con la misma intensidad, cada uno hizo vida en sus pisos, y comenzó a perderse la costumbre de unirse los vecinos y familiares en torno a una candela para interpretar las viejas coplas. Por otro lado, y por fortuna, se avanzó en el bienestar de las familias que todo sea dicho. A la postre, de modo paulatino, se fueron perdiendo muchas coplas en la memoria de los nuevos vecinos y, sobre todo, de sus siguientes generaciones.
La aparición de otros medios de “entretenimiento” colectivo:
Por esta segunda causa comprenderemos mucho mejor cómo la zambomba fue languideciendo. No llegó a desaparecer del todo, pero sí es cierto que su práctica se redujo de forma notable. Hablamos de la total implantación en cada hogar de la televisión, aparato que asumió todo el protagonismo del entretenimiento familiar en aquellos años. No digamos hoy día que hay receptor por cada habitación del clan casero y, más aún, de las presencia de las redes sociales con sus zambombas virtuales. Es lo que venimos hablando de la “pérdida de funcionalidad” de las costumbres por el bruco cambio del modelo convivencial.
La pionera labor de la Cátedra de Flamencología y Radio Popular de Jerez en la recuperación de la zambomba:
Por ello, cuando en 1982 comienza la serie en disco y casete “Así Canta Nuestra Tierra en Navidad” por el Coro de La Cátedra de Flamencología de Jerez supone, por encima de todo, la vuelta al fenómeno colectivo. Gracias al serial se comienza a recordar muchas coplas y una letras que mostraban claros síntomas de amnesia; suponiendo toda una revolución en la manera de exponer las mismas tanto musicalmente como socialmente.
Llegados a este punto, es decisivo remarcar el papel de La Cátedra de Flamencología de Jerez, con su director Juan de la Plata al frente. La pionera institución jerezana, junto al flamenco, velaba por las tradiciones folclóricas andaluzas, como así reza su nombre completo. Con carácter previo a la aparición de los primeros discos, la Cátedra organizó muchos actos persiguiendo la recuperación de una zambomba que se había reducido a núcleos cada vez más pequeños.
Por su parte, Radio Popular de Jerez que entonces era una fiel compañera en todos los hogares de la ciudad contaba con una gran presencia en los mismos. A través de su director, Andrés Cañadas Machado, se incentivó por medio de sus locutores que las vecinas, en mayor número, llamaran a la emisora para cantar las viejas coplas. Tal fue el compromiso de la cadena jerezana que se organizaron zambombas por los barrios de la mano, entre otros, de Manolo Yélamo, Pepe Marín y Bernardo Linares.
Aquí tenéis un gran aporte del compañero Fran Pereira, actual director de la institución, en Diario de Jerez para comprender el verdadero alcance de cuanto decimos y que nos ha sido muy útil para completar algunos datos de este articulado:
Una revolución llamada ‘Así Canta Nuestra Tierra en Navidad’:
La agitación propuesta por los dos entes fueron el verdadero caldo de cultivo para una colección discográfica que marcaría un antes y un después en la zambomba jerezana. En 1981, se produce un feliz encuentro propiciado por un gran aficionado y miembro de la Cátedra: Mariano Ruiz Carretero, quien a su vez era subdirector de la potente y hoy extinta Caja de Ahorros de Jerez.
De su empeño vienen a confluir todas las bases del histórico proyecto cuando la idea cae en manos de Juan Pedro Aladro (director editorial de Cinterco, Creaciones Internacionales y Coediciones S.A) que suma a la empresa al Coro del Aula de Folklore de la Cátedra de Flamencología de Jerez con Juan de la Plata; a José María Álvarez-Beigbeder, hermano de Manuel Alejandro, como director artístico de la grabación así como a Paco Izquierdo quien actuaba en nombre de la Caja de Ahorros de Jerez, entidad que procuró el necesario patrocinio de los discos…
Y, entre todos ellos, un nombre fundamental: Manuel Fernández Molina ‘Parrilla de Jerez’, a la postre su batuta artística y gran impulsor -en cuestiones de adaptación – de la renovación del villancico. Los contenidos de los primeros discos de ‘Así Canta Nuestra Tierra en Navidad’ prendieron como la pólvora, gracias también al potente altavoz que fue Radio Popular; sin olvidarnos del importante papel de las hermandades y cofradías, así como de la asociación de Belenistas de Jerez y algunas peñas flamencas.
Con aquellos ‘discos verdes’ (color corporativo de la Caja de Ahorros de Jerez) de la Nochebuena jerezana había surgido una auténtica renovación estilística del villancico. El viejo ritual de la zambomba, ciertamente transformada, logró así sobrevivir al gran envite del tiempo moderno no sin algún coste de su propia naturaleza.
Continuará….
José María Castaño @Caminosdelcante
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