Con independencia de establecer unos límites temporales a la aparición de la zambomba, como coro popular extendido en las celebraciones navideñas, lo verdaderamente decisivo para su evolución y desarrollo es el arraigo del romancero español en los siglos XV y XVI. Tan es así que hoy día en nuestras coplas perdura algo del mismo, que ya es un logro inefable.
Como admite la profesora la Universidad de Cádiz, Virtudes Atero Burgos en su trabajo el “El romancero y la copla: formas de oralidad entre dos mundos” resulta casi milagroso que “el romancero tradicional haya sido capaz de sobrevivir desde la Edad Media hasta hoy”. Bien es verdad que por su carácter oral nos ha llegado muy fragmentado o cuando no transformado.
El romance tal cual se define como “un tipo de poema característico de la tradición hispana e hispano americana por extensión y propio de la tradicional oral que arraiga en pleno siglo XV con un fuerte acento narrativo sobre muy diversos temas”. La colección de romances pasó a denominarse el “romancero” con una estructura métrica muy familiar: el verso octosílabo de rima asonante con los versos impares libres (que es también norma común en el flamenco posteriormente). Aunque también puede presentar otras formas estróficas, como el hexasílabo.
Como advertimos en la anterior entrada, el investigador Luis Suárez Ávila de El Puerto de Santa María afirma por su parte que el romancero, en sus más variadas manifestaciones cantadas y/o recitadas, se constituyó en la “costumbre oral más entrañable del mundo pan – hispánico” pues entró con fuerza en todas las capas de la sociedad.
El arraigo del romancero en las capas más populares
Al respecto Virtudes Atero afirma que en aquella época “el romancero formaba parte del modo de pensar y sentir de los españoles”; hasta el punto de arraigar en su vida cotidiana. En principio, el romance tenía un contenido muy “noticiero”. Imaginemos su papel en pleno siglo XVI ante la falta de medios de comunicación de hoy.
El romancero viajó a las Américas donde también ahondó con fuerza. Pero, a finales del siglo XVIII, los temas del romancero comenzaron a ofrecer signos de agotamiento. La mayoría transcurre del carácter noticiero al narrativo y novelesco. De paso, muchos de ellos por mor de la necesidad del pueblo de quejarse a su forma, tiñen sus formas en la sátira y la burla dirigida a la monarquía y el clero…. Este giro produce que el romancero se vaya alojando en las capas menos nobles de la sociedad: “de común gente iletrada y de los campos alejadas de la literatura escrita”, añade la profesora Atero.
Un ejemplo de nuestra zambomba de un romance del medievo: ‘Al pasar por Casablanca‘
Basta citar algún ejemplo como El romance de Don Bueso, que ha quedado en nuestra zambomba popularmente como ‘Al pasar por Casablanca’ y que tiene infinidad de versiones. El argumento literario es bien conocido: una niña cristiana es raptada por los moros o se pierde y es recogida por ellos, y es obligada a trabajar como esclava. Sus padres quedan tristes y su hermano comienza a buscarla sin descanso hasta encontrarla (lavando pañuelos, su honra) para rescatarla sin saber que era ella y creyendo traer una futura esposa.
La tarde de los torneos pasé por la morería
2 y había una mora lavando al pie de una fuente fría.
Yo le dije: —Mora bella.— Yo le dije: —Mora linda,
4 deja beber mi caballo agua fresca y cristalina.—
— Caballero, no soy mora, que soy en España nacida;
6 me cautivaron los moros Pascua de mayo florida.—
— ¿Te quieres venir conmigo en mi caballo subida?—
8 — Y los pañuelos que lavo, ¿dónde yo los dejaría?—
— Los de hilo y los de Holanda en mi maleta irían,
10 y los que no valgan nada al río abajo se tiran.—
— Y mi honra, caballero, ¿cuándo la recogería?—
12 — Yo te juro y te perjuro por mi espada aquí ceñida
de no hablarte ni tocarte hasta los montes de oliva.
Aunque nos parezca una copla sin más, heredada de la tradición oral, estaría conectada temáticamente a una antigua balada alemana perdida, que posiblemente fue sacada del poema de Kudrun (de principios del siglo XIII, nada menos). Aunque los críticos alemanes la creen inspiradora del mismo, según afirma el estudioso Ramón Menéndez. Este mismo profesor concluye que El romance de don Bueso, en esta forma de hemistiquios de seis sílabas, se canta hoy en el Noroeste de España (Galicia, Asturias, León, Zamora, Palencia, Santander y Burgos), así como entre los judíos de Marruecos y de Oriente. En otra redacción posterior, en versos octosílabos, se canta en toda España, incluso en el mismo Noroeste, pero muy especialmente en Cataluña y Andalucía. Llegados a este punto, hay que hacer constancia del trabajo de Pedro M. Piñero de la Universidad de Sevilla y la Fundación Machado LOS MONTES DE OLIVA»: EL ENCUENTRO DE LA CANCIÓN LÍRICA CON EL ROMANCE EN DON BUESO cuya lectura os recomiendo para que comprobéis como en nuestra tierra se fueron adaptando estos romances épicos para pasar a la categoría de líricos:
http://lyraminima.culturaspopulares.org/actas/alcala/37-pinero.pdf
Como se colige fácilmente la llamada tonada y el argumento es muy similar, aunque como sabemos en Andalucía y Jerez el romance se trasformó y estilizó ‘a lo artístico y aflamencado’. Pero es innegable un mismo origen: el romancero.
Así permaneció el romancero oral: “se había preservado amorosamente en la conciencia del pueblo” hasta su rescate bien entrado el siglo XIX. De forma posterior, el romanticismo “indaga” en la conciencia popular y sus señas de identidad para redescubrirlo. Un capítulo que obliga a citar la inmensa labor de muchos intelectuales, capitaneados por el seminario Menéndez Pidal, que cuidan del romancero como si fueran arqueólogos del patrimonio oral.
Continuará…
José María Castaño @caminosdelcante
Estos apartados los publiqué en un artículo para el número 163 de la prestigiosa revista flamenca «Candil» de la Peña Flamenca de Jaén sobre el origen y evolución de la zambomba.
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