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Yolanda Osuna: una bailaora romántica - Archivo Expoflamenco
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Yolanda Osuna: una bailaora romántica

Crónica de la actuación de la bailaora cordobesa Yolanda Osuna en el Teatro Real de Madrid. En el montaje 'Romántica del XIX' le acompañan, entre otros, Bernardo Miranda, Ricardo Fernández del Moral, José Tomás Jiménez y Beatriz y Lorena Osuna.


El Teatro Real de Madrid esta vez se ilumina para atender Romántica del XIX de Yolanda Osuna. Un foco acoge algunas de las figuras que van a acompañar esta noche a la bailaora. Entre ellas se encuentran Bernardo Miranda, José Tomás Jiménez y Beatriz y Lorena Osuna.

 

Yolanda nos recibe de espaldas. Su singular figura viene adornada con un gallardo sombrero calañés. Una figura que comienza a hacer distinguidas poses flamencas con el plante propio de alguien que ha triturado desde bien temprana edad la danza clásica y la española. En primera instancia, Osuna interpreta una serrana que resuelve como se resuelve en la vida y en el flamenco, con una estilosa dosis de improvisación salpimentada de pasión y muchas ganas. Por eso, la caída del sombrero en el último momento no ha sido un impedimento para marcar un brillante desenlace. No resultaría descabellado decir que ha quedado un final mucho más impetuoso de lo que podía aparentar en un principio.

 

Sin duda, la voz de Bernardo otorga un gran empaque a la actuación. Este entona una letra más común de escuchar por fandangos al estilo de Juan María Blanco, pero que en este caso envuelve en un compás abandolao para culminar el primer baile. El cantaor, una vez más, es quien inaugura el siguiente palo. Unos caracoles con los que estos andaluces no solo han conseguido iluminar la gran Calle de Alcalá, sino la Calle Bailén, la Catedral de la Almudena, el Palacio Real y el resto de las afables calles que circundan el teatro. Muchas veces los aficionados no laurean la premura, quizá porque no les gusta perder ni un ápice de lo que acontece en el escenario. Ni un tono. Ni una sola cadencia. En otro instante, la guitarra habría resultado apresurada, pero en este caso no ha sido así por la perspicuidad con la que sonaba el instrumento. José Tomás utiliza una técnica y unos acordes muy precisos para que el público pueda deleitarse. No hace alarde de un inconmensurable virtuosismo en cuanto a técnica, pero sí en cuanto a gusto. El virtuosismo también hace falta para llegar al público. Hay que tener un don y una sensibilidad innata que él, de manera indiscutible, posee. Y con la misma limpieza y claridad de la guitarra, Yolanda ejecuta una llamada que lanza como cierre de los caracoles y apertura de unas alegrías de Cádiz.

 

 

«Si los artistas no llevan impregnadas en su ser singularidades tales como la excelsitud, la idea de sentirse un genio incomprendido, el individualismo y el enardecimiento de la subjetividad y la emoción, no son dignos de llamarse artistas. Mucho menos de llamarse flamencos»

 

 

El esparcimiento que generan las alegrías trae consigo una luz tenue que da paso a una falseta cálida, perfecta para disfrutar de la silueta de la artífice. Esta acompaña la melodía con movimientos vaporosos y una cuantiosa finura. Se distingue una perfecta simultaneidad entre el zapateado y la guitarra. Yolanda demuestra que no es necesario el uso de unos complejísimos zapateados para cautivar el oído del espectador. Solo planta y tacón. Sutileza e intensidad sin perder de vista la elegancia y sobre todo y muy importante, la colocación de la bata de cola en todo momento. A todo se le debe dar su espacio y a ella no le falta detalle por cuidar. En las bulerías de Cádiz se limita a marcar con gracejo y donaire. Revela que no hace falta rellenar el compás del uno al doce con extensos remates enlazados que hacen perder sentido y calidad a la actuación. La artista desprende un gusto y un placer cuando se mueve por el escenario que hace que, de manera inevitable, la naturalidad esté siempre presente.

 

El solo de guitarra corre a cargo de Ricardo Fernández del Moral, que en este caso sí trae consigo un alarde de virtuosismo con el que casi podría engañar al público, pues la melodía de la guitarra acoge con tanto claror cada tono que si se cierran los ojos se podría pensar que es una voz la que está entonando la vidalita. De repente, un quejío nos sorprende, pero no es la guitarra la que ha roto a cantar. Es Ricardo. Un versado de la guitarra que también es capaz de poner voz a su interpretación. Algo poco usual que en este caso no se puede describir con la exactitud con la que un escritor se debe a sus lectores. Por eso, la mejor aseveración es decir que merece la pena ver el espectáculo solo por este momento. Al acabar su interpretación, por la reacción de los asistentes es que ellos mismos también recomendarían a los aficionados venir a impregnarse de este momento. Unas coplas por bulerías y de nuevo, la entrada al escenario del resto de los integrantes del elenco que van a acompañar un baile por soleá. Una soleá de Cádiz marca los frugales pasos que va a dar la bailaora para adentrarse de lleno en el baile. En este caso sí es significativa la técnica corporal de la que Yolanda hace alarde. También, unas vueltas de pecho que consiguen que los flecos del mantón que lleva por vestido conciban circunferencias perfectas. Unas patadas por bulerías han sellado nuevamente el final de esta actuación.

 

Quizá, para llegar a distinguir las características del Romanticismo en esta obra, habría que verla unas cuantas veces con el fin de analizarla con la cautela que se merece y realizar un escrutinio cabal. Cabal a la par que flexible. Pues ya se sabe que toda manifestación artística siempre lleva implícito un porcentaje de subjetividad que somos libres de aplicar. Y haciendo una pequeña reflexión a partir de este espectáculo, se podría expresar que si los artistas no llevan impregnadas en su ser algunas singularidades de esta corriente tales como la excelsitud, la idea de sentirse un genio incomprendido, el individualismo y el enardecimiento de la subjetividad y la emoción, no son dignos de llamarse artistas. Mucho menos de llamarse flamencos.

 

 

Ficha artística

Romántica del XIX, de Yolanda Osuna
Flamenco Real 2023
Salón de baile. Teatro Real, Madrid
15 de febrero de 2023
Baile: Yolanda Osuna
Cante y guitarra: Ricardo Fernández del Moral
Cante: Bernardo Miranda
Guitarra: José Tomás Jiménez
Palmas: Beatriz Osuna y Lorena Osuna

 

 

Yolanda Osuna. ‘Romántica del XIX’. Flamenco Real 2023. Teatro Real, Madrid. 15 feb 2023. Foto: Vicente Pachón

 

Yolanda Osuna. ‘Romántica del XIX’. Flamenco Real 2023. Teatro Real, Madrid. 15 feb 2023. Foto: Vicente Pachón

 

Yolanda Osuna. ‘Romántica del XIX’. Flamenco Real 2023. Teatro Real, Madrid. 15 feb 2023. Foto: Vicente Pachón

 

Yolanda Osuna. ‘Romántica del XIX’. Flamenco Real 2023. Teatro Real, Madrid. 15 feb 2023. Foto: Vicente Pachón

 


Bailaora madrileña. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Univ. Rey Juan Carlos. En Amor de Dios, Casa Patas y Cristina Heeren desarrolló su gusto por la danza y el flamenco. «No somos atletas. Estamos empezando a cometer el triste error de ofrecer al público una confección enlazada de complejos zapateados a una velocidad desorbitada sin la modulación propia de la música que estamos adornando y que nos adorna».

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