La biografía del madrileño Toni Aguilar habla de un músico excepcional, que ha tocado junto a grandes ídolos. Su currículum no muestra, sin embargo, su no menos extraordinaria calidad humana, que se trasluce en todo momento en la conversación que Expoflamenco tiene con él en su casa de Puente de Vallecas, en su cuarto de estudio de toda la vida. A través de un laringófono debido a una seria operación reciente, hace el esfuerzo de responder a todas las preguntas que se le plantean. Entre sus muchas aventuras musicales, la suerte de haber acompañado a Paco de Lucía en un tiempo de experimentación y riesgo para el genio de Algeciras ocupa un lugar destacado en su memoria. Pero también lamenta no haber tenido suficiente afición para seguir en el flamenco, ni haber llamado al guitarrista a pesar de las muchas veces que lo requirió.
–Para quien no le conozca, ¿cómo resumiría su trayectoria musical?
– Empecé en la música con 14 años, aquí mismo, con un grupo llamado Los Condes. Estaba Gaby Martín, un batería que murió hace un par de años. Luego pasaría a tocar con Pedro-Ruy Blas, con Julián Granados, Danny Daniel, Julio Iglesias… En esas me fui a la mili. Luego entré a formar parte de Los Bravos, estuve un par de años o tres, me fui, volví… Hice también el disco Al Andalus de Miguel Ríos. Y me llaman de Dolores, me incorporo al grupo y nos fuimos de gira con Paco de Lucía. Grabamos con él el disco dedicado a Falla, luego él grabó en nuestro disco, el tema Por dónde caminas? Hasta que, no sé por qué, el grupo se deshizo.
–¿Nunca se ha preguntado las causas?
– Ahí comenzó la parte oscura del asunto. Entre Pedro y Jorge hubo una lucha de poder, y al final se fue al carajo el grupo. A la vuelta de todo eso me encontré a Ramón de Algeciras, en Polydor, y me dijo que llamara a Paco, que quería hablar conmigo… Y yo no lo llamé. Luego me lo encontré varias veces a él, y siempre me decía ‘Toni, llámame, quiero hablar contigo’. Nunca lo hice.
– ¿Cómo fueron esos encuentros?
– Una de las últimas veces que nos vimos fui con él para hablar con Camarón en el Palacio de los Deportes, para ver si podíamos convencerle de que dejara la heroína. Le dijo que sí, que lo iba a dejar, y al año siguiente más o menos se murió. Y ya no vi a Paco en una temporada. Más tarde, casualmente, lo vi en Mirasierra, donde él vivía. Yo andaba por allí haciendo recuperación, porque también estuve enganchado, dejé la heroína en el 86 y pasé mucho tiempo rehabilitándome. Y otra vez me dijo que le llamara… Él quería que yo tocase con él, y ahora me arrepiento de haberlo ignorado tanto.
«Me hubiera encantado seguir tocando con él, pero lo dejé porque no quería engañarlo. Lo quería tanto, y le tenía tanto respeto, que no podía hacerlo, y menos por dinero»
– Usted no venía del flamenco, ¿qué suponía en su espectro musical?
– A mí, sinceramente, el flamenco no me gusta. Oírlo sí, claro, pero no tocarlo. No lo siento. Con el tiempo ha ido saliendo gente muy buena, hay muchas cosas que me llenan, y de hecho toqué con Enrique Morente, con Mario Maya, pero no estaba dispuesto a gastar mi vida en aprenderme todos esos patrones. Lo que me gusta desde siempre es el jazz. Me jugué mucho entonces, porque en el flamenco se ganaba dinero, pero el jazz era, ha sido y es mi vida.
– A su predecesor en el bajo en el grupo de Paco, Álvaro Yébenes, ¿lo conoció?
– Claro, es muy amigo mío. Estuvo aquí en casa hace solo un mes y medio o dos… No sé cómo salió del grupo, pero después de él me incorporé yo. Y cuando me alejé, llamaron a Carles Benavent.
– ¿Le impresionaba Paco tocando a su lado?
– Mira, yo hacía la primera parte del concierto. Y recuerdo que en Alemania, cinco minutos antes del teatro, no había nadie, ¡nadie! Pensé que íbamos a pinchar. Y a la hora, se llena hasta arriba. Me asomé por las cortinas y me puse a observar la actuación de Paco, poco a poco fue calentando, y a los dos minutos ya tenía a todos los alemanes en el bolsillo, aplaudiendo, ¡así! [chasquea los dedos] Era impresionante. Otra vez, teníamos un hambre atroz, y a los diez minutos no ha venido nadie. Llega una camarera y dice “está cerrado”. Paco pide hablar con el jefe del restaurante, porque era evidente que estaba abierto. Y acabó llamándolos hijos de puta y pegando una patada a una puerta inmensa de cristal, buff, y va la puerta y se cae [risas]. Y nos vamos todos corriendo, Ramón diciendo “Paco, tío, ¿qué has hecho?” y Paco, “¡dispersaos!” Cuatro por un lado y cuatro por otro, hasta que nos reunimos en un sitio pequeñito en el que por fin pudimos reunirnos y nos dieron de comer.
– ¿Sienten que llegaron a ser amigos?
– Sí, me quería mucho y yo a él. Un día lo oí decir, “este chico tiene algo”. Y un día me llamó Pepe Habichuela, que Paco le había hablado de mí, y pensaba que yo le podía ayudar. Vino con su hijo, el de los Ketama, varios días, pero debieron de ver que yo con el flamenco… Y ya no me llamaron más. Pero sí, Paco tenía conmigo algo especial. Luego estaba ya tocando Carles Benavent y el puesto estaba cubierto, pero seguía llamándome.
«Una de las últimas veces que nos vimos fui con él para hablar con Camarón en el Palacio de los Deportes, para ver si podíamos convencerle de que dejara la heroína. Le dijo que sí, que lo iba a dejar, y al año siguiente más o menos se murió»
– ¿Qué le parecía Benavent como relevo suyo?
– Toca muy bien, le tengo mucho respeto, pero era quizá demasiado sintético. En cambio el otro, el cubano… [se lleva los dedos a los labios, en señal de excelencia].
– Cuando estaban con Dolores, ¿se sentían de alguna manera revolucionarios?
– Algo veíamos. En aquel momento, Barry Marshall, que era el mánager, estaba llevando por Europa al mismo tiempo a los Rolling Stones y a Paco con Dolores. Un día nos reunió y nos dijo que quería que hiciéramos conciertos solos con Dolores, por todo el continente. Jorge y Pedro no lo entendieron, o no quisieron entenderlo, y no salió.
– ¿Pagaba bien Paco?
– En aquella época, era un chollo.
– ¿Conoció a alguno de sus ídolos en las giras con Paco?
–En uno de los conciertos coincidimos con Chick Corea. Pero no sé si fue de verdad, o lo he soñado.
– ¿Cómo era Paco en el estudio?
– Era muy serio, pero te dejaba. Te contaré una anécdota: Paco se fumaba de vez en cuando porros, pero su hermano Ramón no le dejaba. Un día estamos en el camerino, y de repente viene Ramón, lo oímos llamar, era imposible disimular porque el humo llenaba el cuarto, y Ramón acabó enfadándose conmigo. Con Pepe estuve varias veces también. Era bueno, pero no tanto como Paco.
«A mí, sinceramente, el flamenco no me gusta. Oírlo sí, claro, pero no tocarlo. No lo siento. Con el tiempo ha ido saliendo gente muy buena, hay muchas cosas que me llenan, y de hecho toqué con Enrique Morente, con Mario Maya, pero no estaba dispuesto a gastar mi vida en aprenderme todos esos patrones»
– ¿De qué hablaba Paco en la intimidad?
– Gastaba bromas. En uno de los viajes le quitó el pasaporte a Rubem. Cuando íbamos a embarcar, le pregunta a Paco y dice “y yo qué sé”. “Pero no voy a poder viajar”. “Te vas a la embajada y que te hagan uno nuevo, y ya vienes cuando puedas”. Y nos dice a nosotros, “vámonos”. Vamos todos con las maletas y nos escondemos en un pasillo, y cuando va Rubem a pasar por allí, se lo tira, ¡fuaaas! Y Rubem, “¡cabrones, cabrones!” [risas] También jugaba a los chinos y siempre ganaba porque hacía trampas, siempre ganaba, nos quitaba dinero el cabrón, y él riéndose, “sois gilipollas, llevo un mes engañándoos” [risas] Además, siempre había fiestas después de los conciertos, y ahí Paco era aún más divertido.
– ¿Le habría gustado estar más cerca de él en los últimos años?
– Me hubiera encantado seguir tocando con él, pero lo dejé porque no quería engañarlo. Lo quería tanto, y le tenía tanto respeto, que no podía hacerlo, y menos por dinero.
– ¿Qué sintió al conocer su muerte?
– Me llamaron para decírmelo y empezó a salir la noticia por todas partes. Me golpeó mucho.
– ¿Lo recuerda a menudo?
– Sobre todo, me queda haber conocido a un músico tan grandioso, haber convivido con él, habernos reído. Lo veo en un vídeo o una foto y me da pena no haberlo llamado. Pero así son las épocas de la vida, así somos.
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»