Nadie puede negar que el cantaor catalán Miguel Poveda es en la actualidad una de las primeras figuras del cante flamenco, quizás la primera figura, si eso se puede medir por cantidad de galas, de venta de discos o de ser más o menos un ídolo para miles de personas. Hay en la actualidad muchos cantaores de gran calidad que ni siquiera han grabado discos y que solo son conocidos en su entorno más cercano, porque a lo mejor no reúnen las cualidades o condiciones necesarias para triunfar en el cante, que por otra parte no es algo fácil. En la historia del cante ha habido muchos fenómenos como Poveda, esto es, muchos artistas que han triunfado por algo más que por cantar bien, por su carisma o personalidad. En la época de la Ópera Flamenca, por ejemplo, se dieron mucho estos casos, de cantaores que no eran muy considerados entre los entendidos o cabales y que, sin embargo, gozaban de predicamento entre el gran público y llenaban plazas de toros y teatros de todo el país. Algunos incluso triunfaron fuera de España.

Miguel Poveda es un gran artista, siempre lo ha sido. Lo vengo siguiendo desde que ganó la Lámpara Minera del Festival del Cante de las Minas, entre otros premios, en lo que supuso para él una magnífica oportunidad. Cuando ganó esos premios no era ni mucho menos un buen cantaor, pero era aún muy joven y supongo que el jurado vio en él cualidades para ser algo serio, como así ha sucedido. Vieron clara su proyección como cantaor, como ocurrió antes con Mayte Martín o con el guitarrista Vicente Amigo, por citar solo dos casos muy parecidos. Y aunque pueda parecer que a Miguel Poveda le resultó fácil hacerse figura, en realidad no fue así. Le costó encajar, colocarse entre los mejores. De hecho, cuando hace unos años decidió afincarse en Sevilla, donde vive actualmente, lo hizo porque no le iban bien las cosas en su tierra y no acababa de encontrar su sitio. Todo fue llegar a la capital andaluza y besar el santo, porque se ha convertido en el cantaor de Sevilla, aunque haya quienes lo discutan. Sevilla cuenta actualmente con buenos cantaores, pero no tiene nuevas figuras de envergadura, como sí tienen en Jerez o Huelva. Ahí están los casos de Jesús Méndez, el chiclanero Antonio Reyes o Arcángel y Argentina en Huelva, sin olvidarnos de Rocío Márquez. Por tanto, Miguel ha ocupado ese vacío de nuevas figuras que había en Sevilla, convirtiéndose en un ídolo para muchos. Para que eso ocurriera, el cantaor de Badalona tuvo que cambiar su estilo, cantar copla además de flamenco, como ya habían hecho hace muchos años artistas como Caracol, Valderrama o, más cercano en el tiempo, Antonio Cortés Pantoja Chiquetete. Esto no quiere decir que todo el que cante coplas y flamenco acabe triunfando, porque si fuera así de fácil lo harían todos.

Miguel Poveda ha triunfado y es hoy lo que es porque reúne muchas cualidades y tiene el talento necesario para hacer lo que hace. Es un artista del nivel de grandes estrellas del rock o del pop, actúa como ellos y lleva su carrera de la misma manera, cuidando su imagen y valiéndose de los medios a los que muy buenos cantaores de la actualidad no han llegado todavía ni probablemente van a llegar nunca. Es algo más que un cantaor de flamenco. Es un artista, una estrella del espectáculo. Como cantaor no tiene un estilo propio, salvo en las cuestiones ya citadas. No podemos hablar de aportaciones al cante más allá de las concernientes a su manera de llevar su carrera y de estar en un escenario. Alguna vez he dicho que es un gran copista y me dieron palos hasta en el cielo de la boca, pero es así. Ser un buen copista no es un insulto, como alguien pudiera pensar, sino un elogio. De Poveda habrá que hablar cuando veamos qué obra va a dejar y qué huella en las nuevas generaciones de intérpretes del cante. ¿Es un cantaor discutido? Por supuesto, y eso es algo que le ha beneficiado y le beneficia. En cualquier caso, nadie le ha regalado nada.

* Artículo publicado originalmente en ExpoFlamenco el 29 de enero de 2016.