Que Antonio Mairena fue un grandísimo cantaor y aficionado no hay ninguna duda, aunque al final esto es cuestión de gustos: o te gusta un cantaor o no te gusta. Siempre me gustó el maestro mairenero, aunque no puedo decir que sea de la cofradía mairenista. Y si lo fui alguna vez, supe salir de ella antes de que fuera tarde. Desde la primera vez que hablé con él en su casa de la sevillana calle Pedro Padre Ayala, 12, supe que tenía una doble personalidad, que le hacía decir unas cosas en los medios de comunicación y otras en privado.
Es verdad que suele ser algo muy común entre los artistas flamencos, pero en el maestro era algo escandalosamente llamativo. Poseo una buena colección de entrevistas hechas en los diarios sevillanos, revistas especializadas o emisoras de radio, y también cintas privadas en las que le hacían preguntas y respondía sin titubear sobre distintas cuestiones: el cante gitano, el cante gaché o andaluz, la política o determinados artistas que no fueron nunca de su gusto, como Marchena o Caracol.
En una de estas grabaciones, de los años sesenta y setenta, Mairena opina sobre Joaquín el de la Paula y sus sobrinos cantaores, Juan Talega y Manolito el de María, a quienes llama representantes del “cante casero”, restándole claramente importancia artística. Llama “ronco dulce” a Juan Talega, uno de sus maestros y el amigo gitano que más elogió su cante. De todas formas no es el que peor parado sale: es más claro aún con Pinini, Fernanda o la Perrata. Está claro que no deja de ser una opinión y que cada cual es libre de opinar como quiera, pero dice mucho de su compleja personalidad.
En una ocasión le preguntaron en Radio Málaga sobre si hacía falta ser o no gitano para cantar bien y respondió con talento: “Ni mucho menos. Se puede cantar bien sin ser gitano”. Por supuesto que sí. Sin embargo, en 1961, en la casa de un conocido flamencólogo norteamericano, Don Pohren, se suscita este añoso debate y en presencia de María la Marrurra y otros aficionados, dice, con mucha guasa, que se están yendo los grandes cantaores gitanos; que solo quedan Pastora y él, aunque solo lo da a entender:
Se fueron todas las grandes figuras. Y ahora quedará, eso… Cuando se acabe esto, pues allá que tallen los andaluces; que lo lleven para adelante. Cuando nosotros nos acabemos, que quedamos muy pocos, que lo saquen ellos para adelante…
Cuando el maestro dice eso, los que están con él en la reunión se parten de risa, como si nunca hubiera habido artistas no gitanos que aportaron tanto o más que los gitanos andaluces. Mairena se calentó y acabó criticando hasta a su hermano Manuel, quien, según él, se atravesaba más que la mula de Cádiz:
Y eso que es mi hermano. Y más que yo lo quiero no lo quiere nadie.
Antonio fue siempre muy crítico con su hermano Manolo, seguramente porque alguna vez lo vería como su legítimo heredero y quería que mejorara.
En la misma grabación se deshace en elogios hacia la Niña de los Peines, su mayor referencia en el cante, quizá con Manuel Torres y Joaquín el de la Paula. Alguna vez he dicho que fue quien más la apoyó siempre, promoviendo homenajes y reconocimientos de todo tipo. Al César lo que es del César. Sin Mairena, Pastora hubiera caído en el olvido total y se hubiese cometido una tremenda injusticia. Y como amo a Pastora sin fisuras, siempre le agradeceré a Antonio su pasión por ella y que no la abandonara.