Uno de los mejores cantaores de la historia del cante, Pepe Pinto, algo olvidado en su propia tierra, Sevilla (1903-1969), se casó con la cantaora más grande de todos los tiempos, la Niña de los Peines. Fue en San Gil, en la Macarena, en 1933. Él la amaba desde muy joven, pero tardó en decidirse a declararse. La primera vez que Pastora habló con él fue en el Casino de Arahal, en el año 1919. Pepe era croupier de ese casino y Pastora, de visita en el pueblo de su madre, entró a tomar café. El Pinto se puso de rodillas cuando la vio entrar por la puerta, como haciéndole una reverencia. Tenía solo 16 años y Pastora iba a cumplir los 30. Pero ese primer encuentro fue ya un aviso de lo que vendría años más tarde, cuando, siendo ya figura del cante, en 1931, cantó con ella en Cantillana (Sevilla) y le dedicó unos fandangos personales: “A la más grande, con el pudor de un enamorado de la artista y de la mujer”, dijo Pepe.
«Pepe Pinto cantó una copla por seguiriyas, que no era cante sino un llanto musicado, sin aliento, sin aire, sacándola adelante con latidos del corazón. El cante por seguiriyas es eso, un dolor en el pecho y un nudo en la garganta»
Trece años mayor que él, eso no fue impedimento para tirarle los tejos y que La Emperaora los recogiera. Y fueron marido y mujer treinta y seis años, que se dice pronto. Solo los separó la muerte, para que la historia de amor fuera de cine. Un día, un médico sevillano le dijo a Pepe que su amada esposa estaba perdiendo la cabeza y que se fuera preparando porque iba a ser una dura experiencia, seguramente la más dura de su vida.
Ese mismo día, dicen, el maestro se fue a llorar a la Barqueta, donde nadie lo viera, con un dolor en el pecho que le duró hasta la muerte. No podía hablar del asunto porque se echaba a llorar. Es lo que le pasó el día que lo llamaron de Radio Sevilla para que hablara de ella. Todo fue preguntarle por su enfermedad y que si tenía solución, y empezar a llorar como un niño.
Cuando el locutor le pidió que dijera alguna letra que hubiera escrito en su honor, cantó una copla por seguiriyas, que no era cante sino un llanto musicado, sin aliento, sin aire, sacándola adelante con latidos del corazón. El cante por seguiriyas es eso, un dolor en el pecho y un nudo en la garganta.
Ay, que doló más grande,
qué pena es la mía.
Se está acabando
a poquito a poco
la compañera mía.