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La salud mental en el flamenco

Son Arcángel y Niño de Elche nubes oscuras ante mi rayo de sol y esperanza, sombríos comportamientos que quedarán criogenizados en la memoria de la historia del flamenco. Porque estas conductas son una exhibición impúdica de las vergüenzas de estos individuos, dos heridas repugnantes en el alma de lo jondo.


No siento que se me acabe el tiempo. Los indicadores de las pruebas hasta hoy realizadas no me sitúan en fase terminal, pero llevo siete años y cinco meses luchando contra un peligroso sarcoma. Me avisó en el litoral onubense en mayo de 2015, y tras cuatro complejas operaciones –con extirpación de la enorme pieza del cáncer primario, la nefrectomía, la cascada metastásica, la UCI, etc.–, innumerables sesiones de radioterapia, no sé cuántas de quimioterapia y año y medio en una silla de ruedas, aún sigo batallando para que cada día que pasa sea un regalo y no un derecho adquirido.

 

La fortaleza mental es la que me hace levantar el ánimo y pelear a diario por el bienestar familiar, emocional, psicológico, laboral y social. Mi vida camina, por tanto, en sentido contrario al titular de este artículo, al que me he decidido escribirlo porque la vida es impredecible, y porque algún día se va a poner de moda ser miserable y algunos no van a saber qué hacer con la fama.

 

Por ejemplo. A Arcángel le vienen dando apagones cerebrales desde el verano de 2008, tras la primera crítica mía en su contra, porque todas las anteriores las utilizaba para su promoción personal. Esa vulnerabilidad se ha visto aumentada en abril y septiembre de 2022 con graves insultos y acoso, no teniendo más argumentario ante un enfermo de cáncer que “tus muertos”, “maricona”, “hijo de puta” o “vámonos a la calle que nos vamos a partir la cara”. Toda una declaración de amor al diccionario y con amenazas para que no contara lo sucedido con este pendenciero que, a mayor degradación, recibió la Medalla de Oro de Andalucía de manos del Gobierno de Susana Díaz (PSOE) en 2017, cuando ahora le come las babas al PP.

 

Y el pasado 28 de octubre, Niño de Elche me ha deseado la muerte en Twitter, lo que es difícil de digerir en la sociedad del siglo XXI. Es una de esas noticias que te revuelven el estómago y los sentimientos porque lo hace por desesperación y rebeldía, pero también por odio y para fomentar el odio. Estamos no ante un debate cultural, sino ante el combate donde no hay adversario, sino enemigo, y al enemigo hay que matarlo, que para eso estamos en guerra.

 

 

«No me importa lo que piensen de mí. Sé lo que soy y conozco mis flaquezas y mis virtudes. Pero me horroriza tener a estos maníacos en el cogote. La agresión, el acoso, la injuria, la amenaza o el delito de odio no son la respuesta a una discrepancia»

 

 

Son Arcángel y Niño de Elche nubes oscuras ante mi rayo de sol y esperanza, sombríos comportamientos que quedarán criogenizados en la memoria de la historia del flamenco. Porque estas conductas son una exhibición impúdica de las vergüenzas de estos individuos, dos heridas repugnantes en el alma de lo jondo. Usan la mierda –con perdón– para abonar su crecimiento.

 

Hacer la vista gorda ante tan execrable acometida es inasumible. Agradezco los incontables apoyos recibidos, pero no me pidan que calle. Hay que hacer público sus nombres y sus fechorías, porque estos desdichados avergüenzan no ya al flamenco, sino a la cultura, a la que arrastran a un deterioro dramático. El delirio que rodea a los psicópatas son elementos de usar y tirar, y se advierten en actos sin contenido ni pensamiento que aluden a las tripas desde el lado más canalla. Estos macarras han de ser conscientes, por tanto, de que cuando se atraviesan determinadas líneas todo puede pasar y a veces dar marcha atrás resulta imposible.

 

 

 

 

Ellos son modelos de una democracia fallida. Quieren que la crítica se convierta en su autoexploración, y yo me niego a perder la libertad de opinión. No vienen provocando hace años sólo un mero ataque al crítico, sino una acometida a los pilares de la convivencia y a la solidez sobre la que se asienta la historia de nuestra cultura. Han colmado al flamenco de oprobio. Quieren impedir un sistema de valores democráticos que son los que definen la realidad. Y a eso, Heath Bunting lo llama terrorismo cultural.

 

Quien se sienta artista ha de asumir la crítica, porque si lo que en ella subyace es un insulto, para eso están los Tribunales Ordinarios de Justicia. Por el contrario, la crítica está para precisar la cultura flamenca y salvarla de la desesperanza. El crítico, como Montaigne, busca la libertad de la razón contra la infección de la intolerancia. No me importa lo que piensen de mí. Sé lo que soy y conozco mis flaquezas y mis virtudes. Pero me horroriza tener a estos maníacos en el cogote. La agresión, el acoso, la injuria, la amenaza o el delito de odio no son la respuesta a una discrepancia.

 

Décadas atrás se aplicaba el derecho de réplica (art. 6 de la Constitución), y se zanjaban las diferencias con cartas al director o ante un café. Ahora el populismo salvaje alumbra monstruos que quieren controlar al periodista amparados en palmeros fanatizados o en el mutismo ideologizado. A juzgar por el silencio de la Asociación de la Prensa de Sevilla, de la Federaciones Provinciales de Peñas Flamencas, del Instituto Andaluz del Flamenco o de ese colectivo de artistas hartos de pedir favores a la Prensa, algunos mercenarios, los contados, se frotarán las manos porque han sido/son objeto de la crítica. O quizá no. Nadie puede apoyar semejantes comportamientos, aunque sí anotar sus nombres y asociar al personaje con la persona.

 

 

«La perplejidad ante Niño de Elche me induce a pensar que es un peligro ideológico que ya me amenazó de muerte en otra ocasión, luego estamos ante un rasgo psicopático de personalidad que necesita “matar” al crítico ante la inminente salida al mercado de su próximo disco. Ambos están a la altura de su deposiciones»

 

 

Y diré más. Quienes amenazan para coaccionar a un periodista no debieran vivir del dinero de nuestros impuestos. Contratar a estos amorales es alimentar la malicia. No hace falta una ley para comprenderlo en un Estado de Derecho. Le basta y le sobra a la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes, de la Junta de Andalucía, y a los ayuntamientos de toda España con tener principios en lugar de intereses.

 

Pero la cobardía y el miedo a la repulsa pesan mucho más que la decencia y la dignidad de las personas. Es la gran paradoja de este tiempo. Que nadie olvide, sin embargo, que si la crítica está en el siglo XXI en la necesidad más que nunca de salvaguardar sin fisuras los valores que dan forma a lo jondo y que cimentaron la construcción del flamenco, quien firma no va a callar jamás ante el injustificable atropello a mi cultura.

 

Todo aquello que nos enriquece como seres humanos y que defendemos porque es el legado transmitido de generación en generación, no puede ser la víctima de la alteración mental de ningún trastornado. La autoridad moral del especialista no puede quedar dañada por el matonismo de unos macarras decimonónicos. Al menos en mi caso, mientras tenga vida, semejantes sujetos no van a anular la soberanía individual.

 

No renuncio, por tanto, a la crítica. Soy un escéptico, y a El Mundo, mi periódico, y a Expoflamenco les interesa lo que yo pienso, no lo que los demás quieren que piense. Así que a los extorsionistas no les queda más que la cobarde intimidación y cocinar mentiras con lo que son verdades probadas. No voy a ceder al chantaje. Yo no soy Pedro Sánchez.

 

Aviso, pues, a navegantes. Arcángel es una amenaza aguda, y a su trastorno delirante de tipo persecutorio –informa Salud Mental– le da lo mismo que figuren de testigo Juan Valdés y su esposa, Pepe Habichuela y Amparo Bengala, El Choro, el representante Manuel Fernández, el letrado Juan Alfonso Romero o los compañeros Quico Pérez-Ventana con su mujer y Juan Garrido. La perplejidad ante Niño de Elche me induce a pensar, en cambio, que es un peligro ideológico que ya me amenazó de muerte en otra ocasión, luego estamos ante un rasgo psicopático de personalidad –dixit Salud Mental– que necesita “matar” al crítico ante la inminente salida al mercado de su próximo disco. Ambos están a la altura de su deposiciones, porque no es que la caguen puntualmente, sino que tienen diarreas mentales.
Las enfermedades inflamatorias intestinales, como se sabe, tienen solución inmediata: ventoseando. Pero a los bravucones y a quienes incurren en el deseo de muerte concretada, se les conoce por su trastorno mental. Sus locuras no son la crítica, sino la búsqueda de la salud.

 

Imagen superior: Niño de Elche. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 

 

 

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

5 COMMENTS
  • PACO VARGAS 2 noviembre, 2022

    Estimado compañero. Siento lo de tu enfermedad. Y espero y deseo la mejor recuperación. Efectivamente, ante el sagrado derecho de la libertada de expresión, sólo cabe la réplica, nunca el insulto ni las amenazas que son formas sutiles fascismo. Ya tuve con Niño de Elche un intercambio de pareceres, que en mi caso fueron críticas fundamentadas, publicadas en Aticoizqquierda.es, pero en el suyo fueron insultos en forma de lo que él llama «vómitos». En contra de lo que me aconsejaron los que saben de leyes, rehusé ir a los tribunales, quizá erróneamente, y preferí el desprecio. Este personaje únicamente busca la provocación para así ocultar su falta de talento. Y a los que le hemos quitado su careta, cual es tu caso o el de Manuel Bohórquez, de mal payaso, simplemente nos odia, pues es en el odio y en la inmundicia donde parece sentirse como guarro en un charco. Cuenta con mis solidaridad y mi apoyo en defensa de la libertad de expresión que defiende la palabra libre y siempre respetuosa con el otro. Y con mi sincero deseo de una pronta mejoría que te haga olvidar la terrible enfermedad a la que haces mención. Un abrazo. Paco Vargas

  • Francisco González 4 noviembre, 2022

    Apreciado Manuel:

    Recibe todo mi apoyo, solidaridad y ánimo frente a estos comportamientos tan miserables.

    En lo personal, mis mejores deseos para tí y los tuyos.

    Saludos cordiales

  • Manuel Vera Parrilla 4 noviembre, 2022

    Quién se creen estos personajillos y aunque fueran unos fenómenos se les debería de caer la cara de vergüenza, como se puede ser tan cobarde con ese tipo de insultos hacia nadie, sois basura y como tal hay que trataros, que las entidades culturales tomen medidas con estos tipejos y que con el dinero público que le cierran ya el grifo a estos terroristas golfos sinvergüenzas y cobardes,

  • Rafael Bermúdez Carrascoso 5 noviembre, 2022

    Aún sintiéndome identificado con casi la totalidad del contenido del artículo. Me llama la atención la referencia a Pedro Sánchez. Es obvio que no eres Pedro Sánchez. Pero pareciera que El Mundo os pagara por darle un palito a la burra allá donde se tuviera oportunidad. Entiendo innecesario y fuera de todo contexto la citada referencia al Presidente del Gobierno de España, a no ser que efectivamente sea una consigna de todos los que colaboran con este diario. ¡¡Gracias!!

  • Manuel Malía 24 enero, 2023

    Conozco a Manuel Martín desde hace ya bastante tiempo. Hemos compartido algunos escenarios. Periodista de gran rigor en sus planteamientos, exigente en sus puntos de vista y severo en sus críticas. Hasta ahí, nada nuevo; debes asumirlo si te dedicas al arte con honradez, inteligencia, respeto y compromiso. La pamdemia nos iba a hacer mejores, se decía. Algunos han salido tan negativamente tocados como para ver la enfermedad como arma arrojadiza. ¿ Soportará la siguiriya ese «sentimiento»? ¡ Lástima! Ah, nadie es invulnerable ante la desgracia.
    Ánimo y palante.

    P.D.. La cita política desmejora la estética de tan magnífico mensaje.

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