El rezo sonoro de la Semana Santa
Andalucía revisa sus sentimientos más profundos a fin de encontrar el tono de su voz poética en la descripción vidriosa de la saeta. Unos, los profesionales, velando por la moral del arte. Otros, los cofrades, custodiando la integridad de lo aprendido desde la cuna. Todos, aportando el ritmo sonoro a la Semana Santa.
El flamenco tiene una función social y la finalidad del cante es la capacidad de conectar a las personas desde lo emotivo, espiritual y estético, pero también cumple un importante papel terapéutico, sobre todo cuando nos referimos a cantes de temporada como la saeta, la oración que se propaga entre la muchedumbre con el propósito de clavarse en el pecho de quienes acuden solícitos al paso de Ntro. Padre Jesús Nazareno o a quien asume el trágico papel de Madre.
Andalucía vive la Semana Santa. Es tiempo de vivir. Lo dice el paisaje, la atmósfera y el ambiente que conduce al rito de la renovación de la vida. Durante la Cuaresma hemos constatado que cada vuelo trágico de la saeta ha sido un acto creador, pero las calles que se acabaron de blanquear saben que van a recibir la presencia de Dios, que llega tres años después. Y lo festejamos porque se acercan los días en los que no hace falta ir a los santuarios para ver a Dios, porque es Dios quien viene a vernos.
Es curioso que nos preparamos para celebrar la Muerte del Nazareno cuando a la muerte no se la celebra, se la llora. Ahí está el oficio del saetero, identificarse con los episodios de la Pasión y Muerte de Cristo y, considerando a Jesús como un hermano en desgracia que sufre persecución y muerte, acoplarle sus melodías peculiares a fin de erigirse en portavoz de un pueblo que quiere soportar la Cruz de los dolores. En suma, hacer que lo que en su garganta nos suena como sentencia, lo entendamos los creyentes como un regalo, como si nos llevara de la Pasión a la Gloria.
Y así lo señala la historia, porque la saeta de Semana Santa nace como consecuencia o, mejor aún, como respuesta a una necesidad que tienen las Hermandades de Penitencia en el siglo XVIII de introducir en las cofradías y procesiones de nuestros pueblos estos cánticos para dar vida a la acción desarrollada por ellos.
«El término saeta aparece por primera vez en la hemeroteca sevillana y madrileña en 1862. Las primeras grabaciones fonográficas son debidas a Antonio el Mochuelo y La Rubia, que impresionaron en 1907 unas saetas populares que siguieron las sevillanas Amalia Molina y Encarna la Finito»
De estos cantos primitivos anteriores al Flamenco, tenemos en el territorio sevillano las saetas de las monjas de Consolación de Utrera. Las que proceden de Marchena, como las “quintas y “sextas” del Stmo. Cristo de San Pedro; las “cuartas” de Ntro. Padre Jesús Nazareno, del Dulce Nombre de Jesús y del Señor de la Humildad; las tres “carceleras” de la Soledad, y las llamadas “marcheneras”, ya sean las antiguas o las aflamencadas. En Alcalá de Guadaíra disponemos de la genuina saeta local, puesta en valor hace 40 años gracias a mi amigo Antonio ‘Cantalapava’, que conservó su carácter de letanía, su aire de pregón antiguo. Y en Mairena del Alcor, la tierra que acunó al primer Hijo Predilecto de Andalucía, Antonio Mairena, se encuentra la saeta mairenera autóctona, también llamada Saeta de Marín, y la Saeta Revoleá, oriunda de Marchena.
En Arcos de la Frontera encontramos, asimismo, un canto liso y llano, de acentuado carácter religioso y popular, con reminiscencias gregorianas, y que se acompaña con toscos instrumentos de vientos, además de la “Primitiva”, la “Arqueña Vieja” y la “Arqueña”, saetas que sólo se diferencian de las de Casariche, en la Sierra Sur sevillana, en el remate, ya que en la gaditana se hace más largo como adorno de despedida.
Próximo a Casariche se encuentra Puente Genil, donde todos los sábados de Cuaresma se reúnen los hermanos en los llamados cuarteles, donde se ejecutan las llamadas “cuarteleras” por el lugar en el que se producen, de las que conocemos el estilo “Pelícano”, anterior a los hermanos Hierro, y una variante de ésta llamada “Apostolado”, que es la que difundieron El Balilla y mi buen amigo Juan Hierro.
Otras formas muy peculiares de saetas antiguas, teatralizadas además, son en Jaén los “Cantes de Pasión” de Villacarrillo, a dos voces; “La Santa Cena” y “La Venta de Jesús”, de Alcaudete; “La Sentencia”, en Beas de Segura, además de las de Baños de la Encina, a dos voces y con textos parecidas a las de Arahal, o las de Villanueva de la Reina, Linares y Andújar.
Hay, mismamente, otras variantes que se incorporan a tan sustancial acervo musical, como las dialogadas de los Incensarios de Loja; las Saetas Perotas, de Alora; las Saetas Antiguas, de Alosno; las Saetas del Prendimiento de Cabra y las de Baena; las de Perrilleja y la “Santera”, en Lucena; las “Samaritanas”, de Castro del Río, y, por supuesto, las salidas de las propias entrañas de los romances y pregones, como el Pregón del Ángel, rescatado por la Cofradía del Huerto, de Archidona, o ya en la provincia de Sevilla el Pregón de la Sentencia y voz del Ángel, de Santiponce, y el Sermón del Ángel y los Pregones de Jesús, de Judas y del Ángel, de La Puebla de Cazalla.
«La finalidad del cante es la capacidad de conectar a las personas desde lo emotivo, espiritual y estético. La saeta es la oración que se propaga con el propósito de clavarse en el pecho de quienes acuden solícitos al paso de Ntro. Padre Jesús Nazareno o a quien asume el trágico papel de Madre»
Estas “Saetas Llanas” o “Saetas de Pasión” se emancipan y rompen los lazos de procedencia que la unieron a los dramas sacros. Dejan su exclusivismo popular, pasan presuntamente en el último tercio del siglo XVIII por el tamiz de la Toná del Cristo, atribuida a Tío Luis el de la Juliana, y tras la desamortización de Mendizábal de 1834, la saeta se traslada a los intérpretes flamencos del último tramo del siglo XIX, que son los que describirían a partir de entonces la Pasión y Muerte de Ntro. Señor Jesucristo.
En tal sentido, el término saeta aparece por primera vez en la hemeroteca sevillana y madrileña en 1862, y si bien es cierto que las primeras grabaciones fonográficas son debidas a Antonio el Mochuelo y La Rubia, que impresionaron en 1907 unas saetas populares que siguieron las sevillanas Amalia Molina y Encarna la Finito, no es menos cierto que las referencias aluden al veleño Juan Breva, que ya las cantaba en una comedia teatral en Madrid el año 1880; a Carolina Camerino, que las ejecutó al Nazareno de Cádiz en 1896, así como a Enrique el Mellizo, que cantó sus últimas saetas en la Cádiz de 1905, y por supuesto a los pioneros jerezanos que posibilitarían a Medina el Viejo, don Antonio Chacón y La Serrana (1908), otra modalidad de saeta, una saeta corta que es la que llegó a Sevilla, donde se le alarga el primer verso (Como no tengo naita que hacerle / le escupen y le abofetean / y le coronan de espinas / y la sangre le chorrea / por su carita divina), alcanzando su mayor popularidad con Manuel Centeno, de ahí que los teóricos le atribuyeran la creación de la saeta por seguiriyas.
Craso error. De un lado, porque se trata de una saeta oriunda de Jerez, y de otro, porque, Centeno la canta por vez primera en Sevilla el año 1919 en los balcones del Club Belmonte, mientras que Manuel Torre la recrea once años antes, según el disco de 1909 que disponemos en nuestro archivo y que fue grabado a finales de 1908, con lo que la saeta por seguiriya sería originaria de La Plazuela jerezana con Manuel Torre.
A partir de él y La Serrana se traza una raya histórica. Desde entonces, llegados los días cuando los ojos ven lo que los corazones sienten, Andalucía revisa sus sentimientos más profundos a fin de encontrar el tono de su voz poética en la descripción vidriosa de la saeta. Unos, los profesionales, velando por la moral del arte. Otros, los cofrades de nuestros pueblos, custodiando la integridad de lo aprendido desde la cuna. Todos, aportando el ritmo sonoro a la Semana Santa.
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