El flamenco no es para el verano
Los espejos nunca mienten. Reflejan lo que hay, sin grietas, y ya nos avisan de que estamos a las puertas de los idus de la estación más cálida del año, pero también ante políticos de medio pelo que se ponen de escorzo y de perfil y no consideran el flamenco como algo relevante porque están fuera de la realidad.
Estamos en año electoral. Después del 28-M, España se ha teñido del azul del Partido Popular (PP) y ya nos estamos preparando para contemplar cómo nos jode las vacaciones el mismo que a los suyos, alcaldes de Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ha mandado a tomar por donde amarga el pepino. Me refiero al ínclito Pedro Sánchez, axiomáticamente el presidente más embustero que ha conocido la democracia y el que, desde su Ministerio de Cultura, menos ha hecho por el flamenco como patrimonio histórico español.
¿Y ahora qué?, se preguntan muchos. Ahora nada de nada. La primavera y la entrada del verano son las estaciones en que se programan los festivales de la canícula. Y si el 28 de mayo tuvimos las Elecciones Municipales, para el 23 de julio se anuncian las Elecciones Generales, por lo que nuestros garantes culturales están sólo pendientes de los golpes de calor que les puede producir la debacle y las consiguientes víctimas mortales, con lo que nada ayuda a dar estabilidad al colectivo flamenco.
Por si no fuera suficiente, en estos días previos se está escenificando el “traspaso de poderes” en los ayuntamientos. Los políticos salientes se reúnen (o debieran hacerlo) con los electos a fin de que no tomen ninguna decisión de calado sin consultarla. Los programas cerrados que atentan contra la identidad cultural sin más criterio que las amistades caprichosas, deben ser rescindidos, pero me temo que los pergeñados desde la racionalidad pueden variar en lo fundamental y no en lo accesorio, ya que por las noticias recibidas, no son pocos los que están dispuestos a imponer su sentir y no a recoger las demandas del sector y darles respuesta aplicando el sentido común.
En algunos pueblos de Andalucía se puede incurrir, pues, en la malversación política. Los políticos electos que asumirán el poder desde la inquina pueden cometer una violación de rebeldía democrática, van a cancelar lo programado sencillamente para dejar fuera de su definición a la oposición. Como son la morralla que se coloca en la Administración, aplicarán uno de los males de la sociedad del siglo XXI, la intolerancia al diferente, por prejuicio o animadversión hacia la condición del otro. Es decir, estaríamos ante mentes obsoletas que manifiestan su odio ideológico, como lo justifica la creación de la Fiscalía del Odio que atiende tanto a los delitos de odio como contra la discriminación.
No van a ser pocos, según escucho, los afectados por esta animadversión, por este desprecio injustificado que está arraigando en nuestra cultura y que si la silenciamos, nos convertimos en cómplices de la práctica. Aquellos artistas que ya tenían las fechas comprometidas se caen del cartel porque al nuevo delegado (o delegada) de Cultura del municipio le sale de sus partes.
«El 16-N harán bandera de lo jondo y les sangrará la boca de tanto salivar aquel timo de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sin considerar esos alcaldes que es mejor dar ejemplo con sus comportamientos que dar vergüenza ajena con sus palabras. Para éstos, el espeto de sardinas, tomar el sol, la arena de la playa y, sobre todo, las bicicletas, si son para el verano. El flamenco, no»
Es el comportamiento del político déspota que infravalora el flamenco, fomenta el rechazo y trata al otro de forma desfavorable. Va de progre y promueve la inclusión, pero por ideología ejerce la eliminación. Propugna la integración, pero disfruta desintegrando. Confunde, en definitiva, la dimensión política con la extensión de la venganza. Ha buscado durante la campaña electoral la oportunidad de tomar represalias contra el oponente, y una vez resuelta la papeleta del voto, es capaz hasta de poner en peligro nuestra supervivencia como sociedad democrática.
Este contraataque lo hace el político que carcome con sigilo los fundamentos de la sociedad libre, el que afianza su perverso dominio, acapara el poder y lo utiliza contra quienes tenían el poder. Suelen ser aspirantes a autócratas empeñados en destruir los pesos y contrapesos que limitan su poder. Pero cuidado. Es malvado con el flamenco. Solo con el flamenco. Porque no tiene narices de rechazarle un contrato ya comprometido a Alejandro Sanz, Rosalía, Bad Gyal, Rozalén o David Bisbal, ya que se tendría que enfrentar a la Justicia y se vería obligado a rendirles cuentas al pueblo.
Estimo, en tal sentido, que los Ayuntamientos andaluces, sobre todo, han de defender el flamenco y acatar el Estatuto de Autonomía, cuyos intereses están obligados a proteger, recuerdo que hago porque no faltan quienes reciben una herencia envenenada, como los 15.000 € que me dice un flamencólogo local que cobrará Israel Fernández en Linares, donde hace tres meses Arcángel hizo de telonero de Cantores de Híspalis.
Y es que a veces el heredero queda desprotegido ante las deudas. Se me viene a la mente, por tanto, la capital andaluza y su alcalde electo, José Luis Sanz, que confía en poner en marcha su “proyecto llamado Sevilla” y que lo hará “de la mano de los sevillanos, que volverán a ser escuchados y atendidos”. De ser así, tendría que saber que hay prioridades que claman al cielo, tal que la dirección de la Bienal de Flamenco Ciudad de Sevilla, que para 2024 sólo cuenta con material de derribo, y es imposible edificar lo que ha de venir con un montón de escombros. Claro que en una ciudad donde es más fácil cambiar de sexo que de compañía telefónica, usted dirá.
Los brazos de la herencia envenenada de Chema Blanco alcanzan hasta el estropicio que cuentan las crónicas de la Bienal de Málaga, como relata el fiable y valiente Jesús López en la web Flamencología.org, fractura que ya algunos anticipamos al mirarse en el espejo roto de Sevilla y quedarse más que con sus desechos.
Los espejos nunca mienten. Reflejan lo que hay, sin grietas, y ya nos avisan de que estamos a las puertas de los idus de la estación más cálida del año, pero también ante políticos de medio pelo que se ponen de escorzo y de perfil y no consideran el flamenco como algo relevante porque están fuera de la realidad. Pero eso sí, el 16-N harán bandera de lo jondo y les sangrará la boca de tanto salivar aquel timo de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sin considerar esos alcaldes que es mejor dar ejemplo con sus comportamientos que dar vergüenza ajena con sus palabras. Para éstos, el espeto de sardinas, tomar el sol, la arena de la playa y, sobre todo, las bicicletas, si son para el verano. El flamenco, no.
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