El flamenco en el cole: se puede y se debe
Las escuelas públicas comenzaron a institucionalizarse en Europa a lo largo del siglo XIX, cuando la sociedad, en su conjunto,
Las escuelas públicas comenzaron a institucionalizarse en Europa a lo largo del siglo XIX, cuando la sociedad, en su conjunto, se dio cuenta de que era absolutamente imprescindible crear instituciones ex profeso para transmitir el conocimiento y la cultura a los más jóvenes. He aquí, por lo tanto, la principal función y razón de ser de la escuela: la transmisión del conocimiento y la cultura.
En los últimos años se ha agudizado el debate entre algunos sectores de la sociedad andaluza sobre la necesidad de enseñar la cultura flamenca en nuestras escuelas públicas. Un debate que hunde sus raíces en el extraordinario trabajo que hace treinta años protagonizó el cantaor y maestro de primaria Calixto Sánchez, que, durante varios años, impartió al profesorado cursos de didáctica del flamenco por toda Andalucía.
A raíz del famoso y manido nombramiento de la UNESCO de hace siete años, como acabamos de referir, el debate se intensificó, llegándose – ¡por fin! – a incluir el flamenco en el currículo escolar. Medida a la que el Gobierno Andaluz se vio obligado, al ser unas de las condiciones sine qua non de la UNESCO. Otro día hablaremos si, verdaderamente, dicho nombramiento y medida han servido para que la enseñanza del flamenco sea una realidad en los colegios andaluces.
Con el presente artículo me centraré en si se debe y se puede enseñar en la escuela la cultura musical flamenca. ¿Se debe enseñar el flamenco en el cole? De lo que acabo de señalar en el párrafo anterior se deduce que sí, ya que aparece en el currículo escolar elaborado por la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, un currículo de obligado cumplimiento para el profesorado andaluz. Mas yendo más allá de esta obligación, se me viene el siguiente interrogante: ¿es conveniente, por el bien del flamenco y la formación del educando, que se enseñe en los colegios?
Un servidor, como profe de música, no tiene ninguna duda. Lo decíamos más arriba, la esencia de la escuela es la transmisión del conocimiento y la cultura a la que el educando pertenece, y estaremos todos de acuerdo de que el Arte Flamenco es la cultura musical más genuina e importante de España. Además, aquello que se desconoce no se puede amar. En la actualidad, están desapareciendo los ámbitos en los que, tradicionalmente y de manera natural, el niño entraba en contacto con el flamenco. Por lo que la escuela, si se hace bien, con sensatez, mucho cariño, planificación y concienciación pedagógica, puede de alguna manera recoger el testigo de la labor que se protagonizaba en dichos ámbitos. Pensemos, cuanto menos, en el futuro de la afición flamenca, que se encuentra, ineludiblemente, en nuestros niños. Con respecto a los beneficios educativos de dicha enseñanza en el educando, tampoco hay duda.
No son pocos los estudios científicos que demuestran los beneficios cognitivos en el niño que le repara la enseñanza musical (aumento de la atención, la concentración, la memoria…), a los que habría que añadir, si encima se sustancia en la música flamenca, los beneficios con relación al conocimiento de su entorno más inmediato y a la potenciación de su identidad cultural.
Por último, ¿se puede enseñar el flamenco en la escuela? Partiendo de la base de que el objetivo nuclear no es enseñar a cantar la soleá de Paquirri, la cartagenera de Chacón o el fandango de Cayetano, sino el de acercar esta maravillosa cultural musical a nuestros niños para que la conozcan y, solo si ellos desean, disfruten y cultiven, existen herramientas pedagógicas y didácticas apropiadas para llevarlo a cabo. Un servidor, por eje, en su clase de música: enseña el ritmo de la soleá, tangos o bulerías; escuchamos fandangos y sevillanas; conocemos los cantes, y su geografía, a través de cuentos creados a partir de las letras; y aprendemos con la flauta dulce pequeñas melodías flamencas.
Concluimos con algo muy a tener en cuenta: no hace falta que el maestro de música de turno sea aficionado o experto en flamenco, con su formación musical es más que suficiente, solo hace falta VOLUNTAD. ¿Existe voluntad, en general, entre los maestros y profesores andaluces? Voy más allá: ¿existe voluntad entre los responsables políticos educativos de Andalucía? Lo vemos otro día.
Álvaro de la Fuente