José de la Tomasa y Manolo Franco: el flamenco hecho escultura
Crónica de la actuación del cantaor José de la Tomasa y el guitarrista Manolo Franco en la Peña Flamenca de Huelva. «Disfrutad y poned vuestros cinco sentidos. Os vamos a dar toda nuestra alma».
A veces ocurre. A todos nos ha pasado alguna que otra vez. Percibimos sensaciones que son una realidad palpable a futuro. Me refiero a esos presentimientos que sabes no te van a defraudar y que tienes que colocarte en modo ON total, porque vendrá a continuación y solo en ese espacio temporal posterior y determinado. Después, poco después, ya no valen lamentaciones. Si estuviste, disfrutaste. Si no, como dice la solearilla, pasó el tren y no lo alcanzamos.
Esperaba con ganas la actuación de José de la Tomasa, hacía algún tiempo que no disfrutaba de sus formas y de su voz. Acompañado por Manolo Franco, lo vi salir al escenario y me llegó ese flash que antes describía. En esto del Arte Flamenco no vale todo. No sólo hay que saber lo que uno lleva entre las manos y en la garganta, también hay que saber revestirlo con la elegancia pertinente y saber estar. Cuando ambos maestros sevillanos se incorporaron al escenario de la Peña Flamenca de Huelva, todo fue un haz de luz que nos decía ‘disfrutad y poned vuestros cinco sentidos’. Os vamos a dar toda nuestra alma en este tiempo donde tan caro se vende el buen flamenco.
Salió José templándose por soleá, y ahí comenzó a latir el corazón por la boca. El hijo de Pies de Plomo no escatimó ni un ápice con algo tan serio. Llamó al cante, lo templó, lo llevó de Alcalá a Triana y viceversa, y nos regaló en cada tercio el sabor de lo flamenco introduciendo letras de su propia cosecha.
La filarmónica de Manolo Franco condujo al maestro sevillano al cante por tarantos. Con una guitarra como la de Manolo es difícil no sentirse atrapado. Cada acorde te lleva en volandas. Te introduce y no te deja escapar del cante. Es la red de trasmallo que fondea los ríos, en este caso los ríos del cante, para que podamos deleitarnos del mejor alimento en las mejores voces. Dos letras del cante levantino con los que José peleó y dulcificó para que recibiéramos meloja.
«José de la Tomasa no puede cantar si no es con el corazón en la mano y Manolo Franco es el que cada día te va gustando más y más, y además sabes que la próxima vez disfrutarás aún más. ¡¡Cómo cantó José!! ¡¡Cómo tocó Manolo!!»
En el cante de Cádiz se acordó de Aurelio, Pericón y La Perla dejándonos el regusto de la sal de la tierra gaditana. Acto seguido se introdujo en lo que siempre le he escuchado decir es el himno nacional de su familia: La Siguiriya. Aquí pocas ojanas se permite el hijo de Tomasa y nos introdujo en las profundidades con los sones de Joaquín la Cherna. Vuelvo a mencionar a Manolo Franco. Cuando un guitarrista lleva siendo honesto consigo mismo y con el arte que ejecuta más de cuatro décadas y además su humildad y sus conocimientos están, junto a su destreza, a la altura de las mejores guitarras de acompañamiento de la historia del Flamenco ya pueden ustedes pensar cómo suena su música. La siguiriya fue mayúscula. Ni un punto discordante. Dos/tres letras al centro de la diana. Y como colofón dos fandangos, el primero dedicado a las bodas de oro de la Peña Flamenca de Huelva, y otro a Paco Toronjo, de quien José de la Tomasa siempre es fiel admirador.
La vida cantaora de José de la Tomasa siempre ha estado unida a Huelva y a su Peña madre. Cada vez que ha actuado en ella nos recuerda sus vivencias con los aficionados y socios que lo acogían con el cariño que él se merece. Su recuerdo constante a Antonio Toscano y sus noches en la antigua pescadería, así como la amistad que le rinde a socios de la categoría de Eduardo Hernández Garrocho o Mario Garrido –actual presidente–, a los que dedicó uno de sus cantes. Así mismo, ellos le devolvieron su cariño cantándole por fandangos. Manolo Franco fue tocaor oficial de la entidad cuando comenzaba, junto a Juan Carlos Romero, Rafael Jurado o Antonio Pérez Ramblado.
Después de tantos años siguiendo la trayectoria de los dos artistas, tengo que decir que es de las noches que más he disfrutado con ambos. José no puede cantar si no es con el corazón en la mano y Manolo es el que cada día, después de tantos años, te va gustando más y más, y además sabes que la próxima vez disfrutarás aún más. Por tanto, podría resumir esta crónica diciendo muy claramente: ¡¡cómo cantó José!!, ¡¡cómo tocó Manolo!! No escondo mi admiración por ambos. No me engañó mi presentimiento.