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‘Omega’, huracán de resistencia eléctrica

4 de abril de 1998, escenario Munster del desaparecido festival granaíno Espárrago Rock, cuyo lema para ese año rezaba En Memoria de Federico. Es media tarde cuando empiezan a sonar los primeros compases de Omega. Parece que algo está a punto de explotar y, por tanto, expandirse sin barrera de contención que valga. Aquello fue una sacudida en toda regla.


4 de abril de 1998, escenario Munster del desaparecido festival granaíno Espárrago Rock, cuyo lema para ese año rezaba En Memoria de Federico. Es media tarde cuando empiezan a sonar los primeros compases de Omega. Parece que algo está a punto de explotar y, por tanto, expandirse sin barrera de contención que valga. Aquello fue una sacudida en toda regla. Aún hoy, su escucha, la de Omega, sigue invariablemente provocando una experiencia que roza lo sobrenatural.

Manuel Jabois pone palabras precisas en el libreto que acompaña al maravilloso DVD documental sobre Morente: “Los versos con los que empieza el álbum, con el tema que da título al trabajo, pertenecen a Poeta en Nueva York: ‘Como la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos/ y hay barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos’. El trance no acaba. El estallido de Omega es tan fuerte que genera automáticamente el rechazo de la llamada tradición. Ocurre en la fe, en el sexo, en la política, en el arte. Como siempre que la evolución alcanza una velocidad desacostumbrada, la primera reacción es de blindaje”.

Eso es lo que Omega hizo con muchos de nosotros aquella tarde, sobre todo aquella tarde granaína de epifanía tan inesperada: nos voló la cabeza, con lo bien que habíamos trabajado el blindaje en el sentido opuesto. Hasta que me topé con el señor don Enrique Morente, un cantaor flamenco que identificaba la simetría con la muerte y la heterodoxia con la vida, el latido, el horizonte.

La relación de Morente con el rock granaíno se remonta a principios de los 80. Era una relación de admiración y respeto mutuo. Con los 091, con los Lagartija Nick y con Los Planetas mucho después. Antonio Arias, claro está, desde el principio. Es alucinante: los desarrapados punk rockers adoraban al maestro en su total integridad. A Morente le fascinaba la fuerza del rock que hacían aquellos muchachos y para 1982, en Sacromonte, ya pegó un primer timonazo hacia la electricidad. Y todavía en 1982, una anécdota precisa, definitiva y encantadamente clarividente. Nos situamos en el escenario del Rock-Ola, templo de la movida madrileña y sus noches, dicen que interminables (hecho muy recordado este por quienes menos anduvieron por allí, dicen otros). Los 091, TNT y KGB, los Cero y dos grupos de punk rock primerizo, granaínos también, interpretan juntos La Estrella. Es decir, Omega no es ningún capricho puntual, tampoco un experimento sin pies ni cabeza parido en alguna barra, donde se conocieron y departían amor y curiosidad los protagonistas de esta historia de Graná. Que también. Pero, fundamentalmente, Omega es una búsqueda. Y cito a Luis García Montero:

“Enrique tenía la fuerza del creador que conoce su oficio, se siente heredero del pasado y camina con libertad para situar ese patrimonio en el presente. Enrique no sólo era el discípulo de Pepe La Matrona o el autor de discos como Cante flamenco Cantes antiguos del flamenco, publicados por Hispavox a finales de los años 60. No era solo el autor de Homenaje a Don Antonio Chacón. Era también el indagador de nuevos caminos, el animador de experiencias teatrales y musicales dispuestas a dialogar con distintas culturas y a romper las convenciones”.

Y esto es básicamente lo que queríamos nosotros, romper convenciones. Enrique Morente y Lagartija Nick nos ayudaron a romper unas cuantas, fundamentalmente dentro de nuestro propio universo de Cultura Pop.

Morente es tan grande como la vida. También a Bob Dylan le gritaron Judas, vendido y traidor. And so what, que diría un anglófilo. Ambos cantan a todo el mundo, desde Granada a Nueva York, como Lorca (como Cohen). Pertenecen por méritos propios al patrimonio colectivo de la poesía y del ruido, la tradición y el riesgo. Como Omega: todo esto y todo lo contrario. Pop en estado puro, vaya.

Resulta fascinante que, a día de hoy, todavía se enciendan las conversaciones flamencas cuando el nombre de Enrique Morente salta a la palestra. Yo personalmente, que sigo sin tener la menor idea de flamenco, no veo el problema. Pero ni con Morente ni con Sonic Youth. Aunque su colaboración no deja de ser una simple nota a pie de página ante la inmensa grandeza imperial de Omega. La verdad es que mataría por haber estado presente cuando, presenciando la prueba de sonido de Sonic Youth, Enrique le espeta a Eric Jiménez: «Las guitarras están un poco destemplaíllas, ¿no, Eric?».

Parafraseando a Kiko Veneno y a Enrique por igual, la música hay que escucharla con orejas universales y, de vez en cuando, molestar un poquito. No puede ser que los molestados seamos siempre los mismos. O tensar la cuerda para crear algo más bello, más salvaje, más de verdad. A Lorca le hubiera encantado. Oye, esta no es manera de decir adiós.

 

Hipólito Borreguero Sánchez

 


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