La verdad flamenca de Jesús Castilla y el Niño de Peñaflor en Toledo
El 12 de marzo del presente año, en la Sala Thalía de Toledo, disfrutamos de una tarde noche flamenca con motivo de la clausura de los actos conmemorativos del 40º aniversario de la Peña Flamenca El Quejío. Actuaron Niño de Peñaflor y Jesús Castilla.
El 12 de marzo del presente año, en la Sala Thalía de Toledo, disfrutamos de una tarde noche flamenca con motivo de la clausura de los actos conmemorativos del 40º Aniversario de la Peña Flamenca El Quejío.
Escuchamos dos formas diferentes de cantar, pero que convergen en lo esencial, como es el exponer sus sentimientos artísticos de tierra adentro y el compás de la bahía gaditana. Ambas maneras y formas lograron captar la entrega de los aficionados y aficionadas.
La primera parte la ocupó el cantaor Niño de Peñaflor, al que escoltó musicalmente el guitarrista Paco Hurtado Morilito, que en todo momento estuvo atento a su trabajo. El cantaor nos ofreció en primer lugar una selección de cantes por soleá de Triana bajo los cánones puros de este palo tan fundamental. Supo desarrollar, ligando los tercios con el mirabrás sin perder el ritmo, adentrarse en unos tanguillos de Cádiz cargados de verdad artística. Honrado en su repertorio, cantó por tientos que remató como es costumbre por tangos. Un romance de hondo calado ecléctico como preludio, se acercó a la zona de Bujalance, Lucena, y zonas limítrofes con Jaén para encadenar bajo las influencias de Juan Valderrama, la pajarona, la temporera, los cantes de arar, siembra y trilla. Aires en peligro de desaparecer, por eso es tan importante que lo cantaores los recuperen del olvido.
Niño de Peñaflor, muy entregado, supo estar a la altura con una milonga perfecta, para tercio a tercio cuadrarlo con una guajira entrañable extraída merced a su gran afición y estudio por estos cantes. Cuando ya finalizaba, a petición del público nos regaló unos fandangos naturales del Pichichi.
Seguidamente, ocupó su sitio en el escenario el cantaor de San Fernando Jesús Castilla, que estuvo muy bien acompañado por el guitarrista de Sanlúcar Niño Manuel, siempre pendiente y atento para que el cantaor no dejara escapar ningún detalle. Jesús Castilla, muy gaditano, todo compás, nos sorprendió con unas bellas alegrías de Cádiz, sabiendo al mismo tiempo cantiñear la contrabandista y el mirabrás adecuando armónicamente los tonos. Gustaron mucho sus soleares de Alcalá y de Lebrija adornadas con un bello juguetillo.
Con los tientos y los tangos estableció un diálogo artístico que dio como resultado acercarse a las entrañables formas que nos dejó su paisano Camarón. En la misma línea nos sorprendió con unas bulerías muy bien estructuradas con su añadido personal, que todo hay que decirlo. A mi juicio, lo mejor que le escuchamos fueros las seguiriyas en la forma de los aires jerezanos acordándose de Manuel Torre. Creo que podemos afirmar que le pone mucha emoción buscando las raíces del grito flamenco.
Siempre estuvo muy seguro con su cante. Por eso, fuera de micrófono, para ir preparando la despedida, desarrolló una fiesta por bulerías en las que tuvo un apartado en la forma que nos dejó el maestro Pansequito como homenaje a esta gran figura que nos acaba de dejar. A petición del público nos dejó una buena sensación en unos fandangos en los que nos recordó al Carbonerillo.
No quiero finalizar, sin destacar la extraordinaria labor de los guitarristas, Morilito y Niño Manuel, por su extraordinario acompañamiento con sus respectivas guitarras que pusieron de manifiesto cómo se debe acompañar al cante.
Texto: Antonio Nieto Del Viso
Fotos: Jesuli Carrillo
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