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Impurezas del flamenco

Creo que queda claro que el flamenco está lleno de impurezas y que el término “purista” se desacredita por sí mismo. Lo importante es separar el grano de la paja.


El flamenco a lo largo de su corto recorrido por la historia no ha gozado de mucho prestigio. Más bien se ha impregnado en sus comienzos de una aureola de incultura propia de gentes de mal vivir, sumergidos en los bajos fondos de la sociedad, entre la delincuencia y la prostitución, o en ambientes muy humildes donde el analfabetismo y la miseria eran la nota dominante. No hay más que leer las reseñas de la prensa de finales del siglo XIX y comienzos del XX para darse cuenta de cuál era la situación por la que pasaba el flamenco. Sirva como ejemplo una reseña de El Progreso publicada el 28 de julio de 1885 que, hablando de los cafés cantantes, comentaba que “allí entre canciones inaguantables, a cuyo compás no se baila, sino se maltrata la moral con contorsiones obscenas aliñadas con frases indecorosas que salen del tablao dirigidas bien al público o bien a las damiselas de la compañía, se forma un cuadro imposible de describir sin mojar la pluma en el cenagoso depósito de las frases incultas”.

 

«En el Teatro Eguilaz se suceden sin interrupción esas vistas y audiciones del canto que llaman género flamenco; espectáculos que (…) marcan una senda de retroceso y depravación de gustos y costumbres, que a todas luces es necesario contrarestar (sic) si queremos pasar siquiera por medianamente civilizados ante las naciones que nos observan» (Semanario Asta Regia, 1880)

 

En el semanario Asta Regia de Jerez de la Frontera nos encontramos el anuncio de un gran concierto de cante y baile andaluz en el Teatro de Eguilaz que se celebrará el 9 de octubre de 1880 y en el que actuarán, entre otros, “los tocaores José Rentero y Manuel Sánchez, El Lolo; cantadora, Manuela Fernández, que cantará por soleá y seguidillas; cantadores, Antonio Monge, conocido por el Marruro (sic), que cantará seguirillas; Mateo Lasera, conocido por el Loco Mateo, que cantará por seguidillas; Miguel Serrano, Frascola, que lo hará por soleá, alegrías y malagueña; bailaores, Paquiro Ortega, Antonio Martin, La Gusarapa, Antonio Monge, conocido por El Moneo, etc. (Asta Regia nº 38, de 11/10/1880, pág. 8). Cito estos nombres porque creo que pueda interesar a algún estudioso del flamenco. Por ejemplo, aparece el Loco Mateo, que según el investigador jerezano José Manuel Barbadillo se llamaba Mateo de las Heras Carrasco, por lo que es de suponer que Lasera sea una corrupción lingüística de Las Heras. Estas críticas con el paso de los años se van haciendo cada vez más feroces, acompañadas en ocasiones por prohibiciones por parte de la autoridad.

Previamente al anuncio anterior, en el nº 32 del semanario (30/08/1880) ya se advierte al público que “en el Teatro Eguilaz se suceden sin interrupción esas vistas y audiciones del canto que llaman género flamenco; espectáculos que al presentarlos al público con el carácter que se les viene dando, marcan una senda de retroceso y depravación de gustos y costumbres, que a todas luces es necesario contrarestar (sic) si queremos pasar siquiera por medianamente civilizados, ante las naciones que nos observan”.

 

Cartel de la I Semana Universitaria de Flamenco. Universidad de Sevilla, 1964. Archivo José Ignacio Primo.

Cartel de la I Semana Universitaria de Flamenco. Universidad de Sevilla, 1964. Archivo José Ignacio Primo.

 

Esta visión se ha mantenido a lo largo del tiempo, con honrosas excepciones como algunos miembros de la Generación del 27 y un sector de la intelectualidad de la segunda mitad del siglo XX que han reconocido los valores del flamenco. Precisamente sería mi profesor y amigo Agustín García Calvo uno de los pioneros en llevar el flamenco en febrero de 1964 a la Universidad de Sevilla, contribuyendo a la realización de la primera Semana Universitaria de Flamenco, en la que se encargó de la presentación de Ricardo Molina y Antonio Mairena. El último día de las jornadas, como colofón, volvería a actuar Antonio Mairena con Pastora Pavón y Pepe Pinto. Pero a pesar de actos como este, la incomprensión por parte de un sector del público aún permanece y el debate entre lo puro e impuro se ha radicalizado. Yo mismo la sufrí en 1970 siendo profesor de la Escuela Universitaria (entonces Normal) de Magisterio de Zamora, al prohibirse una conferencia sobre flamenco que iba a impartir a mis alumnos con la participación de Fosforito y Juan Habichuela, simplemente porque se trataba de cante gitano.

 

«Hoy todo vale porque el flamenco se ha convertido en un objeto de consumo y una máquina de hacer dinero. Qué harían algunos artistas si en sus producciones no pusieran el apelativo de flamenco, cómo las iban a vender en el extranjero si en la promoción pusieran música pop»

 

Hoy la discusión sobre la pureza del flamenco está presente en todas las tertulias con opiniones muy enfrentadas. Soy de los que piensan que puro no hay nada y menos en arte, porque su esencia es estar vivo y por tanto en continua evolución. El flamenco tiene una estructura, una cuadratura musical, y lo que hay que hacer es respetarla, lo que no quiere decir que sea algo inamovible, siempre hay posibilidad de crear. Dice el maestro Manolo Sanlúcar que “el flamenco tiene sus cánones y que es posible recrearlos, pero nunca alterarlos, porque constituyen su esencia. Son unos principios que están constituidos como columna vertebral de la cultura musical del flamenco”. Su obra Tauromagia es un claro ejemplo de lo que afirma. Sin embargo, hoy todo vale porque el flamenco se ha convertido en un objeto de consumo y una máquina de hacer dinero. Qué harían algunos artistas si en sus producciones no pusieran el apelativo de flamenco, cómo las iban a vender en el extranjero si en la promoción pusieran música pop, indie, rap o cosas similares. No nos engañemos, el flamenco ha abierto una fase puramente comercial, degradante, y por fortuna pienso que transitoria, que nada tiene que ver con los cánones de Manolo Sanlúcar. Será, por tanto, el fluir del tiempo el que ponga las cosas en su sitio. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

Para ello, necesitamos también una investigación rigurosa y seria que indague con profundidad. El flamenco se ha tratado más desde el sentimiento y la visceralidad, por tanto alejado del pensamiento, abordando lo superficial, sin penetrar con rigor en lo que verdaderamente interesa. Durante buena parte del siglo XX se han publicado cantidad de obras intrascendentes, repetitivas, cayendo en los mismos tópicos y sin añadir nada nuevo a la historia del flamenco. Son pocos los trabajos que se salvan. Sin embargo, con la entrada del flamenco en la universidad y en ambientes más cultos, la situación ha cambiado notablemente. En el último cuarto de siglo el avance en la investigación ha sido muy notorio, a lo que ha contribuido en gran medida la digitalización de bibliotecas y hemerotecas facilitando así el acceso a documentos que permanecían ocultos. Pero aún queda mucho por hacer.

 

«Yo mismo sufrí esa incomprensión en 1970 siendo profesor de la Escuela Universitaria de Magisterio de Zamora, al prohibirse una conferencia sobre flamenco que iba a impartir a mis alumnos con la participación de Fosforito y Juan Habichuela, simplemente porque se trataba de cante gitano»

 

La historia debe de estar en continua revisión. La realidad es cambiante y los criterios van evolucionando. El inmovilismo va en contra de la búsqueda de la objetividad. Aquellos tiempos en los que se pontificaba sobre una realidad única ya se acabaron, aunque algunos quieran rescatar la vieja historia. Por poner un ejemplo, la Reconquista, historia que nos vendió el nacionalcatolicismo hasta la saciedad y que algunos insisten en recuperar –por cierto, es un término acuñado en la segunda mitad del siglo XIX– es algo que debemos revisar. Ortega y Gasset decía que una Reconquista que duró ocho siglos no es una reconquista, sino un problema de convivencia entre pueblos. En el flamenco sucede lo mismo. Hay partes de su historia oscuras que es necesario revisar. De hecho ya se está haciendo con estudios muy interesantes, como es la época de la esclavitud y su influencia en la música sobre todo del sur. Cádiz y Sevilla, junto a Lisboa, fueron durante siglos eje fundamental en el mercado de negros, que a su vez dejaron en ellas su huella, como no podía ser de otra manera, pues hubo momentos en los que más del diez por ciento de la población era de color.

Creo que queda claro que el flamenco está lleno de impurezas y que el término “purista” se desacredita por sí mismo. Lo importante es separar el grano de la paja.

 

Imagen superior: Rocío Marín en el Centro Cultural Antonio Chacón, Jerez. Foto: Guido Bartolotta

 

José  Ignacio  Primo

 


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1 COMMENT
  • Luis Ramos de la Torre 2 junio, 2020

    Estupenda reflexión de José Ignacio Primo sobre el falso purismo en este tipo de Música, argumentos que se pueden extender sin problema a cualquier otro estilo musical; pensemos en músicas de raíz o inclusive en la mal denominada música clásica.
    Gracias por la claridad!

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