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El flamenco y la tuberculosis

La tuberculosis en el mundo del flamenco, a finales del siglo XIX y principios del XX, estaría más relacionada con las deplorables condiciones higiénico-sanitarias y el hacinamiento de los barrios donde vivían los artistas que con el ambiente de trabajo.

'La Miseria', de Cristóbal Rojas (1886). El autor, aquejado de tuberculosis, refleja el aspecto social de la enfermedad.

Dado que los artistas flamencos trabajaban o vivían en entornos reducidos, nos preguntamos si estaban expuestos a la tuberculosis (TB) y si la profesión de flamenco podía considerarse de riesgo. Estudio descriptivo con muestreo no probabilístico. Muestra compuesta por artistas flamencos que padecieron o murieron de TB. La búsqueda se hizo en Google, sin límite temporal. A partir de los primeros datos, realizamos una segunda búsqueda en relación a la vivienda habitual o lugares de trabajo. Analizamos posibles asociaciones de la TB con lugar de nacimiento y defunción, localización de la vivienda de nacimiento, residencia habitual o defunción y ámbitos de trabajo. Encontramos 20 fallecidos por TB pulmonar, entre 1877 y 1940: once cantaores, seis bailaores/as, dos guitarristas y un flamencólogo; 16 hombres y 4 mujeres. Fallecimientos: edad media 43 años (18-83), localizaciones más frecuentes Sevilla capital (8 casos, 40 %) y Jerez (4 casos, 20 %). El 87 % de las defunciones en Sevilla se sitúan en el entorno de la Alameda de Hércules, donde residían, coincidiendo con las parroquias de mayor mortalidad y número de corrales de vecinos. Detectamos cuatro casos relacionados con el barrio de San Miguel de Jerez, tres de ellos en relación directa con la calle Álamos. Lugares de actuaciones: ocho casos coinciden actuando en el café de Silverio y tres en el café de El Burrero. Conclusiones: la TB en el mundo del flamenco estaba más relacionada con las deplorables condiciones higiénico-sanitarias y el hacinamiento de los barrios donde vivían los artistas que con el ambiente de trabajo donde desarrollaban su arte.

 

Una serie de casos

 

Introducción

 

Estoy hético de pena,
nadie se arrime a mi vera,
que el que de mi mal se muere
hasta la ropa le queman.

 

Esta trágica letra corresponde a una soleá de Ramón el Ollero1, cantaor flamenco que murió de tuberculosis (TB) con 47 años en Sevilla en 1905. La palabra «hético», según la RAE, significa tísico, es decir, tuberculoso. Y como bien explica la letra, en el siglo XIX aún era frecuente en algunos puntos de nuestro país quemar la ropa de los pacientes que morían por TB2. Ramón el Ollero describió, por tanto, en su letra la trágica situación por la que pasaba.

 

La TB pulmonar es una enfermedad infecciosa, provocada por el bacilo de Koch. En los países de la Unión Europea y del Espacio Económico Europeo, la tasa de incidencia es de 9.6 casos por cada 100.000 habitantes3. Los factores de riesgo inmediatos incluyen aquellos que aumentan directamente la exposición a gotas infecciosas provocadas al toser. Un factor de riesgo imprescindible para la infección por TB es el contacto con una persona con la enfermedad activa. La probabilidad de tener tal contacto está determinada por la carga de la enfermedad subyacente en la comunidad. Las personas que viven o trabajan en entornos donde la prevalencia de la TB es particularmente elevada corren obviamente un alto riesgo de infección, por ejemplo, el personal penitenciario y los reclusos4 y los trabajadores sanitarios5. El riesgo de exposición también está determinado por el entorno físico donde se va a producir el contacto, incluyendo aspectos como el hacinamiento y la escasa ventilación6.

 

La TB también se ha conocido como la enfermedad de los artistas. Los círculos donde se entremezclaban literatos, escultores, pintores, músicos y prostitutas, y donde fluía a raudales el opio, el sexo y el alcohol, eran el escenario propicio para la aparición de la consunción7

 

Dado que el flamenco está desarrollado por artistas que trabajaban o vivían en ocasiones en entornos reducidos, sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX, nos preguntamos hasta qué punto los artistas flamencos estaban más o menos expuestos a la TB y si, por tanto, la profesión de flamenco  podía considerarse una profesión de riesgo.

 

Material y métodos

Realizamos un estudio descriptivo con muestreo no probabilístico a partir de los casos publicados en Internet. La muestra la componen artistas flamencos (cantaores, guitarristas, bailaores o estudiosos relacionados con el mundo del flamenco) que hubieran padecido o muerto de TB. Para la documentación realizamos una búsqueda en el buscador de investigación biomédica PubMed, cruzando los términos «flamenco» y «tuberculosis», sin hallar ninguna publicación. La búsqueda definitiva se hizo en Google, durante los meses de abril y mayo de 2021, utilizando la herramienta de buscador avanzado, sin límite temporal. Inicialmente  se cruzaron términos en diferentes combinaciones como «flamenco», «tuberculosis», «tisis», «pleuresía», «hemoptisis», «neumotórax», «cantaor/ra», «guitarrista», «bailaor/ra», obteniendo así una primera muestra de estudio. A partir de los datos biográficos de estos primeros artistas, tras conocer su lugar de nacimiento y defunción y su ámbito de trabajo, realizamos una segunda búsqueda específica de biografías de nuevos artistas convivientes en el mismo barrio o coincidentes en escenarios de trabajo. También se revisaron los datos de defunción recogidos en algunos libros  de flamenco de relieve.

 

Para el diagnóstico de TB se aceptaron como tal los datos referidos por los biógrafos. En aquellas publicaciones en las cuales figuraba el certificado de defunción, se incluyeron para el estudio las muertes atribuidas a «tuberculosis» o  «tisis pulmonar». No se incluyeron aquellos en los que la causa de muerte era bronconeumonía, pleuresía, hemoptisis o afección pulmonar, que podrían corresponder a otras causas diferentes de la TB.

 

Una vez recuperada la muestra de estudio, se recogieron las siguientes variables: año de nacimiento y defunción, edad de la muerte, lugar de nacimiento y defunción,  localización de la vivienda de nacimiento, residencia habitual o defunción y los ámbitos de trabajo habituales. Se analizan las posibles relaciones o  asociaciones de la TB con el lugar de nacimiento, residencia habitual, lugar de fallecimiento o entornos de trabajo.

 

Resultados

La muestra de estudio se compone de 20 personas fallecidas por TB pulmonar relacionadas con el flamenco: 11 cantaores, 6 bailaores/as, 2 guitarristas y 1 flamencólogo. La distribución por sexo fue de 16 hombres y 4 mujeres. La edad media en el momento del  fallecimiento fue de 43 años, con una edad mínima de 18 y una máxima de 83.

 

Tabla 1. Características de los sujetos incluidos en el estudio.

Nombre Edad defunción (años) Año defunción Lugar nacimiento Lugar defunción Modalidad
José Lorente8 36 1877 Sevilla Sevilla. Cantaor
Tomás el Nitri9 38 1877 Puerto de Santa María Jerez. Cantaor
Antonio Páez, Lamparilla10 18 1888 Sevilla Sevilla Bailaor
Jerónima Jiménez, La Jeroma11 24 1889 Jerez Jerez Bailaora
Lola Pérez12 21 1891 Sevilla Sevilla Bailaora
Antonio Monge El Marrurro13 39 1891 Jerez Jerez Cantaor
Antonio Machado, Demófilo14 47 1893 Santiago de Compostela Sevilla Flamencólogo y folklorista
Ámparo Álvarez, La Campanera15 67 1895 Sevilla Villalba del Alcor Bailaora
Paco de Lucena16 39 1898 Lucena Lucena Guitarrista
Ramón el Ollero1 47 1905 Sevilla Sevilla Cantaor
Enrique el Mellizo17 58 1906 Cádiz Cádiz Cantaor
Joaquín Loreto, La Cherna18 64 1908 Jerez Jerez Cantaor y bailaor
José Pérez de Guzmán19 39 1930 Jerez de los Caballeros (Badajoz) Lucena del Puerto (Huelva) Cantaor
Currito de la Jeroma20 29 1930 Jerez Sevilla Guitarrista
María de Albaicín21 33 1931 Chindallón (Cuenca) París Bailaora
Joaquín el de la Paula22 58 1933 Alcalá de Guadaira (Sevilla) Alcalá de Guadaira Cantaor
Manuel Torre23 57 1933 Jerez Sevilla Cantaor
El Tenazas de Morón24 83 1933 Morón (Sevilla) Puente Genil (Córdoba) Cantaor
El Carbonerillo25 31 1937 Sevilla Sevilla Cantaor
Frasquillo26 42 1940 Sevilla Madrid Bailaor

 

En la muestra se incluyó a Don Manuel Machado, conocido como Demófilo, padre de los poetas Antonio y Manuel Machado, por su estrecha relación con el flamenco, dado que fue el autor de una importante antología de letras de cantes jondos27. Para documentarse asistió con frecuencia al café cantante de Silverio, en Sevilla, local en el que actuaban las principales figuras del flamenco de la época28. El parte médico oficial señalaría «esclerosis medular» como causa del fallecimiento28. En un artículo del médico Juan Manuel Ruiz Liso se dice que murió de TB29. Por su parte, Joaquín Sama habló de «apoplejía serosa»30 (se le llamaba apoplejía serosa pulmonar al edema pulmonar que evoluciona mortalmente muy aprisa, de modo casi apopletiforme). A pesar de esta terminología médica imprecisa del siglo XIX, aceptamos el diagnóstico de TB, favorecido además porque su hija Cipriana murió en 1900 de TB29, con 14 años, lo cual podría indicar que el contagio pudiera proceder de su padre.

 

Cuando analizamos la distribución de las defunciones por años, encontramos dos intervalos donde se sitúan la mayoría de los casos: 1) un periodo que va desde 1877 hasta 1908, que podríamos llamar de finales del siglo XIX/principios del siglo XX; 2) un segundo periodo desde 1929 a 1940, que podríamos llamar periodo en torno a la guerra civil española.

 

Respecto al lugar de nacimiento, la mayoría de sujetos de la muestra nacieron en Sevilla o provincia (9 casos), seguidos por Jerez y los Puertos (7 casos).

 

En cuanto al lugar de fallecimiento, 8 casos (40 %) tuvieron lugar en Sevilla capital y 4 (20 %) en Jerez. En la tabla 2, donde representamos las defunciones que tuvieron lugar en Sevilla, con la indicación de la parroquia correspondiente, podemos observar que la mayoría de ellas (87 %) se sitúan en el entorno de la Alameda de Hércules, lugar donde residían. El caso restante que no murió en La Alameda, correspondiente a Demófilo, ocurrió en Triana.

 

TABLA 2. DIRECCIÓN Y PARROQUIA DE LOS ARTISTAS MUERTOS EN SEVILLA POR TUBERCULOSIS.

 

Nombre Año Calle Parroquia Entorno de la Alameda de Hércules
José Lorente 1877 Peral Omnium Sanctorum Si
Lamparilla 1888 Plaza de Europa, 4 San Martin Si
Jeroma 1889 Alameda, 16 San Martin Si
Lola Pérez 1891 Alameda de Hércules Omnium Sanctorum Si
Demófilo 1893 Pureza Santa Ana No
Ramón el Ollero 1905 Palomas Omnium Sanctorum Si
Currito de la Jeroma 1930 Lumbreras San Lorenzo Si
Manuel Torre 1933 Amapola San Marcos Si

 

Cuatro artistas fallecidos por TB se relacionan con el barrio de San Miguel de Jerez, y 3, concretamente, con la calle Álamos:

 

  1. Tomás Ortega el Nitri falleció en esta calle, en el número 28, en 1877;
  2. Manuel Torres nació en esta calle, en el número 21, en 1880;
  3. Joaquín Loreto La Cherna murió en el número 26 en 1908, en la casa de al lado donde murió El Nitri18.
  4. El Marrurro murió en la calle Molineros, situada a unos 600 metros de la calle Álamos.

 

A la hora de analizar los puntos de encuentro o contacto entre los distintos flamencos muertos por TB, extraídos de sus biografías, nos encontramos amplias dificultades. Sin embargo, encontramos a 8 de ellos (40 %) relacionados con Silverio Franconetti, bien actuando en su compañía o trabajando en su café, y 3 coinciden en el café El Burrero.

 

TABLA 3. Flamencos que actuaron en los cafés cantantes o en la compañía de Silverio.

 

Nombre Relación con Silverio Franconetti
Lamparilla Actuó en el café de Silverio (1882) y el Burrero (1885)
José Lorente Actuó en su compañía de Silverio (1867,1871, 1872)
Lola Pérez Actuó en el café de El Burrero en 1885
El Marrurro Pudo haber cantado en el café de Silverio
Ramón el Ollero Cantó en el café de Silverio (1881-1884) y café Burrero (1885)
Paco de Lucena Actuó en el café de Silverio (No hay fechas exactas)
El tenazas de Morón Actuó en el café de Silverio (No hay fechas exactas)
La Jeroma Actuó en el café de Silverio (1882, 1885)
Antonio Machado, Demófilo Acude al café de Silverio entre 1880 y 1882

 

En esta imagen podemos comprobar cómo Lamparilla y Lola Pérez comparten cartel en el Café de El burrero en 1885.

 

En 1885, Lamparilla y Lola Pérez actuaron juntos en el Café El Burrero.

 

 

En cuanto a contactos o relaciones personales entre los artistas flamencos, se enumeran las siguientes:

 

Enrique el Mellizo compartió escenario con Joaquín Loreto en 1867;

Manuel Torres fue sobrino de Joaquín Loreto, al que escucharía en infinidad de fiestas familiares y en los tabancos de Jerez;

Currito el de la Jeroma acompañó a Manuel Torre como guitarrista en varias ocasiones (al menos en 1923 y 1930) y comparte cartel con Frasquillo en 1919;

Joaquín el de la Paula cantó en numerosas ocasiones en la venta de Platilla en Alcalá, lugar que también frecuentaba Manuel Torre, quien murió 41 días después;

– además de estos contactos, hay referencias de que algunos de estos artistas actuaron en las fiestas privadas que se organizaban en las tabernas de la Alameda (Currito el de la Jeroma, Manuel Torre, El Carbonerillo).

 

Discusión

A la hora de abordar un estudio de estas características, hemos de tener en cuenta las dificultades que nos encontramos para interpretar los resultados. Obviamente, no es lo mismo realizar un estudio de contactos y convivientes de TB en tiempo real que intentar hacerlo de forma retrospectiva y a partir de los datos publicados en Internet, pudiendo existir un sesgo de publicación. Por otro lado, no existen amplias publicaciones ni investigaciones referentes a las causas de muerte de los artistas flamencos, lo que explica que el tamaño de nuestra muestra sea pequeño. Aunque la TB era la principal causa de muerte en Sevilla en el periodo de la Restauración (en torno a un 25 % de la población muestral en la tesis de Borrego31), tan solo hemos detectado 20 artistas que padecieron y murieron de esta cruel enfermedad, lo que indica una falta de publicación de datos sobre el tema.

 

Sin embargo, encontramos algunas relaciones entre la TB y los artistas flamencos que parecen evidentes. La primera, y por tanto la conclusión más importante que podría derivarse de este estudio, es la asociación entre morir de TB y la parroquia o barrio donde se encontraba ubicada la vivienda. Así, en nuestra muestra, el 87 % de los artistas que murieron en Sevilla (entre 1877 y 1933) vivieron en la zona de la Alameda de Hércules o en el barrio de la Feria, adyacente a la Alameda. La Alameda de Hércules fue uno de los barrios que aglutinaron una gran parte de la migración procedente de los pueblos. Este dato apunta al distrito, y más concretamente a las características de la vivienda, como factor decisivo en la salud de las personas, por lo que se establecería una asociación entre la TB, no con el hecho en sí de ser flamenco, sino más bien con sus condiciones de vida.

 

Es importante reseñar aquí el decisivo trabajo de investigación realizado por Hauser en 1884, sin duda la obra médica más importante publicada en Sevilla a lo largo del siglo XIX32. En su capítulo de mortandad por enfermedades, el mayor número de muertes lo registra la TB pulmonar: la mortandad desde 1870 a 1876 fue de 385 muertes anuales (con un máximo de 429 y un mínimo de 342), lo que equivale a una mortandad de 28,5 por cada 1000 habitantes. Hauser agrupa la población de Sevilla en parroquias, describiendo la mortalidad para cada una de ellas.

 

En la siguiente imagen podemos observar cómo las parroquias en torno al barrio de la Alameda de nuestro estudio presentan unas tasas de mortalidad máximas: San Marcos 36.6, Omnium Sanctorum 32.1, San Lorenzo 30.4 y San Martin 26.8 por mil respectivamente.

 

Mortandad y densidad de población en Sevilla en 1881. Extraído del libro de Hauser ‘Estudios médico-sociales de Sevilla32’.

 

 

Pero además, para cada parroquia, Hauser describe su densidad de población, el número de corrales de vecinos y las almas que los habitan (Fig. 3). Si tomamos como ejemplo la Parroquia de San Julián, en la que se describe la mayor tasa de mortalidad de Sevilla (37.6 por mil habitantes), de sus 1778 habitantes, 1442 (es decir, el 81 %) viven en corrales o casas de vecindad. Por el contrario, en la parroquia de San Miguel, la que describe la menor mortalidad de Sevilla (17.9 por mil habitantes), viven 1599 personas, de las cuales solo un 8.8 % (141 personas) viven en corrales de vecinos. En términos generales, en el estudio de Hauser la mayor mortalidad se asocia al mayor número de personas que viven en los corrales de vecinos, es decir, al hacinamiento, si bien no existe una relación lineal ni tampoco el hacinamiento explica por sí solo la mayor mortalidad; pero es un factor de peso. En el caso de la Parroquia de Omnium Sanctorum, donde describimos 3 artistas flamencos muertos por TB, se trata de una de las más densas de Sevilla, con 538 habitantes por hectárea, la séptima con mayor número de corrales de vecinos (38 corrales), con una media de 109 personas por corral. En su estudio antropológico sobre los corrales de vecinos de Sevilla33, Luis Montoto refiere que cada familia habita una sala, a veces dividida en dos compartimentos, y añade: «¿Cómo vivís aquí –les he preguntado– sin respirar aires puros, sin tener espacios en que moveros; atropellándoos, aspirando el humo del carbón, que asfixia; respirando esta atmósfera mefítica, que envenena (…)? Yo sé de familias compuestas de ocho o diez individuos entre padres, hijos y otros parientes, que habitan en una sala cuya cabida es de nueve varas de largo por cuatro y tres cuartas de ancho». Es decir, unos 29 metros cuadrados. Algunos trabajos refieren que cada sala no alcanzaba más de 16 metros cuadrados34. Con estos datos podemos establecer la asociación entre hacinamiento y mortalidad, y por ende, entre hacinamiento y TB.

 

 

Densidad de población, nº de corrales de vecinos y mortandad en las parroquias de Sevilla. Extraído de Hauser: Estudios médico-sociales de Sevilla32.

 

 

Hauser nos legó una imagen un tanto siniestra de Sevilla, denunciando las carencias de todo tipo (infraestructura de saneamiento, equipamiento y recursos sanitarios, desigualdades sociales y culturales) apuntando que con mejoras en las condiciones de vida materiales, así como con actuaciones urbanísticas que reformaran el interior de la ciudad se propiciarían mayores cotas de salud. No en vano, la ciudad de Sevilla llegó a considerarse altamente peligrosa para vivir, siendo en 1900 una de las cinco capitales de provincia que en España superaban una mortalidad general del 40 por mil35.

 

Se han llevado a cabo numerosos trabajos que relacionan la mortalidad o la TB con la insalubridad de la vivienda o el hacinamiento. Hauser, en 1900, realizó un trabajo similar al de Sevilla en Madrid, estableciendo la correlación entre los barrios más hacinados e insalubres y la mayor mortalidad36. La vivienda insalubre en Madrid incidió de manera negativa en la mortalidad y morbilidad de sus habitantes en el periodo 1874-192337. La relación entre TB y hacinamiento está más que documentada38, hasta el punto de que, entre otros muchos, ha recibido el apelativo de «enfermedad de la vivienda»39. Para César Chicote40, «el hacinamiento en las casas de vecindad o de corredor es verdaderamente espantoso». Chicote constata que la infección apenas mata a una persona de cada mil en los vecindarios ricos de Biblioteca o Fernando el Santo, en el distrito de Buenavista. Pero en los míseros de la Huerta del Bayo (distrito de Inclusa) o de Calatrava (Latina), en la ribera del Manzanares, esa tasa se quintuplica. Y la asociación entre situación económica y enfermedad es tan estrecha que en los edificios donde conviven pobres y ricos se ensaña con los habitantes de los sótanos y los desvanes, y pasa de largo de las plantas nobles.

 

«La tuberculosis va por barrios», añade Chicote, como lo constata el hecho de que cuatro artistas muertos por TB se relacionen con el barrio de San Miguel de Jerez, y de ellos, 3 murieron o nacieron en la calle Álamos. Y es que las condiciones sociales e higiénico-sanitarias en Jerez no eran, con mucho, las más adecuadas. El doctor Manuel Ruiz García, en un discurso pronunciado en el Ateneo de Jerez de la Frontera el 28 de marzo de 1901, se hace eco de la magnitud del problema: «En Jerez, de cada mil habitantes, mueren, por término medio, 33 al año», mientras que en Inglaterra, por tomar como ejemplo otra ciudad europea, solo mueren 19 por mil41. En relación a la TB, refiere que «en solo tres años, las víctimas casi llegan a 700 (…) esa enfermedad que quisieron poetizar los románticos y que hoy la consideramos como una desgracia y como un peligro para todo el que alrededor de los enfermos se encuentra». Otros datos que aporta: las casas de los más pobres era de suelo terrizo. Los retretes, pocillas y vertederos no estaban conectados a las alcantarillas. Los pocos colectores hasta las madronas se deterioraban sin reponerse. Y lo más importante, la falta de ventilación de las casa como factor favorecedor de la propagación de la TB, de manera que el autor recomienda «que se garantice la ventilación e iluminación de las viviendas por reglas arquitectónicas, y a cada persona, en los cuartos de dormir, que disponga, por lo menos de 10 m3 de aire y de 3 m2  de superficie». TB y miseria, la que acompañó a Manuel Torre en su muerte: «Murió el 21 de julio de 1933 en la sevillana calle Amapola número 4 rodeado de sus galgos, sus gallos y su familia (…) cuando más fama adquiere, una TB le hacina en la calle Amapola, donde acabará sus días envuelto en la miseria»42.

 

La segunda asociación que hemos encontrado en nuestra muestra entre los artistas flamencos es que un 45 % habían actuado en los cafés cantantes de El Burrero y el café de Silverio o en la compañía de este último. Si en la primera parte de la discusión defendíamos la tesis de que el barrio, como lugar de convivencia, era la principal fuente de contagio y transmisión de la TB entre los flamencos, esta nueva asociación apunta a un contagio y/o transmisión en el ambiente de la actuaciones flamencas. Los datos apuntan a los cafés cantantes como centro de transmisión de la enfermedad: 7 sujetos de nuestra muestra actuaron en el café de Silverio (Demófilo no era artista pero se ha incluido porque era asiduo frecuente del local) y 3 coinciden en el café de El Burrero. Las descripciones del ambiente de estos locales que hacen algunos cronistas de la época son bastante sórdidas. Así es descrito el salón de Silverio en la calle Amor de Dios en 1878 en el Boletín Gaditano43:

 

«El alumbrado es de petróleo y la atmósfera irrespirable. Aquel conjunto tan extraordinario, aquella algarabía tan formidable, aquel chocar de vasos, aquellos vapores de aguardiente y tabaco, y aquel olor tan nauseabundo forman un efecto imposible de describir. (…) Recomendaríamos a los sevillanos se abstuvieran de llevar a aquel paraje tan inmundo a los extranjeros, pues sus escenas a más de producir un concepto desfavorable solo inspiran asco y repugnancia».

 

José Blas Vega reproduce en Los cafés cantantes de Sevilla44 esta descripción del Café de Silverio, en la calle Tarifa: «Fuimos al Café de Silverio, de espesa atmósfera y techo ahumado». El libro también contiene una descripción del Café de El burrero, realizada por Graham Cunninghame: «Aquel templo de la danza era un edificio enorme, destartalado como un granero, polvoriento, con un aire de desolación que hacían más pronunciados los candiles de aceite colgados de las paredes».

 

El periodista Enrique Vera y González45 hace esta descripción de una taberna de flamenco en Madrid en 1890: «La fermentación crecía por momentos en aquel bullicioso aquelarre. La atmósfera se iba corrompiendo hasta el punto de ser ya muy difícil la respiración. Aquel ambiente caliginoso saturado de alcohol, de humo de tabaco y de hálitos impuros que daban sin duda origen a extrañas combinaciones químicas me mareaba. Creí ver flotar por todas partes bacterias gigantescas, capaces por sí solas de abrir anchas cavernas en el pulmón de un hombre. La tisis, la anemia, la embriaguez, el idiotismo formaban ante mi vista alucinada el fondo de tan triste cuadro. (…) Sentía conmiseración, tristeza y asco. (…) Experimentaba una imperiosa necesidad, tanto moral como física, de alejarme de aquel sitio y respirar el aire libre».

 

Indudablemente, en estos textos de la época existe un antiflamenquismo desmesurado, desconociendo sus autores, además, que con el tiempo estos cafés cantantes serían la semilla de la profesionalización del flamenco: les dieron a los artistas un espacio para actuar y ganar dinero. No obstante, la descripción del ambiente cerrado, poco ventilado, con aglomeración de personas, lleno de humo, de espesa atmósfera, que se mantenía a veces durante toda la noche, sugiere la hipótesis, poco sólida por la pequeña muestra de estudio, aunque no descabellada, de que el ambiente podría ser propicio para la transmisión de la TB.

 

Algunos de nuestros artistas muertos por TB también participaron con cierta asiduidad en las fiestas privadas que se organizaban en las tabernas o colmaos de la Alameda de Hércules tras la desaparición de los cafés cantantes, a partir del primer cuarto del siglo XX. Tal es el caso de Manuel Torre, Currito de la Jeroma o El Carbonerillo. Estas «juergas» se realizaban en reservados, en los llamados cuartitos, y podían celebrarse durante toda la noche, favoreciendo el contagio de la TB. Sin embargo, no dejan de ser casos aislados que no permiten extraer conclusiones más sólidas. La Alameda no fue, como se supone, un lugar exclusivamente de ocio y encuentro para señoritos y cantaores, con todos sus derivados. Fue a su vez un lugar o templo sumamente importante que engendró y dio vida a incipientes figuras del cante que con posterioridad encabezarían de forma más que notable el panorama artístico flamenco46.  

 

En nuestro estudio también observamos que algunos artistas con TB habían compartido actuaciones fuera de los cafés cantantes o incluso en reuniones familiares, pero no podemos extraer conclusiones respecto al contagio entre ellos dado que, por lo alejado del tiempo, podría tratarse de simples coincidencias.

 

En conclusión, la tuberculosis en el mundo del flamenco, a finales del siglo XIX y principios del XX, estaría más relacionada con las deplorables condiciones higiénico-sanitarias y el hacinamiento de los barrios donde vivían los artistas, que con el ambiente de trabajo donde desarrollaban su arte.

 

Imagen superior: ‘La Miseria’, de Cristóbal Rojas (1886). El autor, aquejado de tuberculosis, refleja el aspecto social de la enfermedad.

 

 

Texto: José Fernández Guerra. Unidad de Neumología, Hospital Costa del Sol (Marbella, Málaga)

 

 

 

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