Al Maestro Don Mario Escudero, semblanza a su memoria
Sirvan estas líneas para dar mayor visibilidad y reconocimiento a uno de los maestros de la guitarra flamenca, sobre todo en su disciplina concertista: Mario Escudero Valero (Alicante, 1928 - Florida, EEUU, 2004).
Allá a finales de los ochenta, con unos 11 años de edad, me quedaba en el dintel de una puerta viendo cómo un hombre alto, moreno, elegante, educado y con un saber estar exquisito impartía la docencia de la guitarra flamenca. A lo que mi abuelo materno le dijo a mi madre: “Maricarmen, compra una guitarra al niño”. Y ahí tuve la suerte de estar cuatro meses aprendiendo con el Gran Maestro Don Mario Escudero.
Mario Escudero Valero nace en Alicante, un 11 de octubre de 1928, cuando su padre Jesús Escudero (guitarrista gitano zaragozano) y su madre Josefina Valero (cupletera paya manchega) estaban de gira. Más adelante, debido al impacto de la Guerra Civil, sus padres deciden viajar a la ciudad francesa de Biarritz, donde retoman la actividad artística junto a su tía Milagros Escudero, formando el Trío Escudero. De gira por Francia en una de las actuaciones en Burdeos, Mario con ocho años insiste a su padre en querer salir, y al escucharlo uno de los promotores del espectáculo, Maurice Chevallier, lo coge de la mano y lo pone en escena. El propio Mario en una entrevista en 1989 lo cuenta así: “El señor Chevallier me cogió de la mano y me sacó ante el público, y toqué una cosa muy graciosa con dos deditos”. Desde entonces tocaría piezas solistas entre los números del espectáculo del Trío Escudero, hecho que se repetiría con las compañías en las que trabajaría durante su carrera artística. Utilizando el seudónimo de Niño de Alicante en sus inicios.
A principios de los cuarenta regresaron a España, se instalaron en Madrid. Allí Mario, pequeño todavía, tiene contactos con personalidades de la guitarra flamenca, sobre todo con Niño Ricardo y Ramón Montoya. Montoya sería su principal profesor de guitarra flamenca. No obstante, también conocería a Daniel Fortea, que le transmitiría las técnicas de la guitarra clásica y algunas piezas que Mario incluiría en sus venideras actuaciones, como Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega.
Durante su adolescencia, Mario ya acompaña al cante y al baile por diferentes tablaos madrileños. Poco después, Vicente Escudero lo incorpora a su compañía, donde con quince años debuta en el Palau de la Música de Barcelona, abril de 1944, para luego triunfar en el Teatro Español de Madrid, esta vez junto a Don Ramón Montoya, quien dijo: “Mario es el mejor guitarrista flamenco de la nueva generación”. En el resto de la década de los cuarenta, Mario Escudero trabaja con varias compañías importantes. En 1945, con el espectáculo Fantasía Andaluza, donde acompañaba a los cantaores Canalejas de Puerto Real, Niño León y con los Gitanillos de Bronce. En 1946 trabajó con la cantante de copla Estrellita Castro, y por otro lado con la compañía de Carmen Morell y Pepe Blanco. Con sendas cupleteras realiza sus primeras grabaciones discográficas.
«Su guitarra se caracterizó por ser de raíces flamencas sobrias, pero con un encanto rico de matices cadenciales, armonías perfectas, modulaciones extraordinarias, completísima técnica capaz de abordar toques llenos de jondura y musicalidad»
En la década de los cincuenta, Mario se incorpora a la compañía de Carmen Amaya, donde conoció a su hermana María Amaya, que sería su primera esposa. También trabajó en la compañía de las figuras del baile Rosario (Florencia Pérez) y Antonio Ruiz Soler, junto a dos guitarristas, Juan García de la Mata y Alberto Vélez, un onubense con el que tocaba varias piezas a dúo y que grabarían años más tarde. En estos años formó su propio grupo, con María Amaya y otros artistas de la época, y que pronto fueron reclutados por Vicente Escudero para su nueva compañía, donde coincidió con Pepe el de la Matrona. Y tras la gira de 1955 por los Estados Unidos, Mario decide quedarse, al ver las oportunidades que se le ofrecían a la guitarra flamenca de concierto. En este año comienza a trabajar con la compañía de José Greco, a su vez comienza a dar conciertos en solitario, realiza sus primeras grabaciones como solista y ofrece un concierto exitoso de enorme repercusión, en el Carnegei Hall de New York.
En la compañía de José Greco conoce a Anita Ramos, bailaora de Arizona, que se convertiría en su segunda esposa. Afincados en New York, y habiendo pasado un periodo en San Gabriel, California, entabla muy buena relación con su primo Sabicas, con mutuo respeto y admiración entre ambos. Vivieron los dos en el Barrio de Manhattan, donde Mario abriría su prestigiosa academia de guitarra Escudero Flamenco Center.
Junto con Sabicas, Mario grabó tres vinilos como dúo de guitarras flamencas, incluyendo algunos artistas como Enrique Montoya, Pepe Segundo y Chinín de Triana. A su vez, Mario grabó varios discos en solitario y acompañando a figuras del cante y del baile, sin abandonar sus giras artísticas. Tiene en esta época sus primeros contactos con Paco de Lucía, que llegaba siendo un adolescente a Estados Unidos. Enseguida Mario aprecia sus cualidades y al poco tiempo lo presenta en su academia junto a un reducido grupo de amigos, entre ellos Estela Zatania. Ya Paco en su primer vinilo grabaría la bulería Ímpetu, obra maestra de Mario Escudero, tocada y estudiada por infinidad de guitarristas y también grabada mucho más adelante por Gerardo Nuñez.
«Es de los primeros guitarristas de concierto en prescindir de la cejilla, en cruzar la pierna y en utilizar guitarras de concierto de corte clásico, una Conde Hermanos Sobrinos de Esteso»
Sin descuidar sus compromisos profesionales, en 1965 Mario se dejó convencer para volver a España, y adquirió un chalet en el barrio sevillano de Heliópolis, pero al ver la falta de futuro de la guitarra de concierto decidió regresar a New York, aunque volvería a su residencia sevillana algunas veces al año.
Llegado el año 1969, grabó un doble elepé, Plays Classical Flamenco Music, donde grabó Ímpetu por primera vez. Como curiosidad, se aprecia en las sevillanas Vamos al Prado el toque de su hijo Mario Manuel Escudero como segunda guitarra a los once años.
La inquietud de Mario Escudero por aprender música va creciendo y a lo largo de su carrera se va formando de manera autodidacta, sobre todo con los libros de contrapunto y armonía de Walter Piston, profesor del prestigioso Conservatorio de Julliard de New York, y a su vez toma clases de Marcos Rizo, músico cubano que imparte teoría musical durante su periodo neoyorkino.
Su pasión por la música clásica se mantiene siempre viva, llegando al punto de interpretar el Concierto de Aranjuez del Maestro Rodrigo en noviembre de 1977, con la Lexington Philharmonic Orchestra. Pero justo un año antes, realiza transcripciones de sus piezas de guitarra para interpretar el concierto de guitarra y orquesta, Fantasía Flamenca, del Maestro Moreno Torroba.
En la década de los ochenta vuelve a España y participa en 1983 en el Festival de la Guitarra de Córdoba. Como docente imparte un curso, y como concertista un recital en la Posada del Potro. En 1984, participa en la III Bienal de Sevilla. Por una parte como jurado del Giraldillo del Toque, junto a Serranito, Juan Habichuela, Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía. Y por otro lado, ofreciendo un gran recital en la última jornada de dicha Bienal. También apuntar que en agosto de 1984 actuó en el Gazpacho Flamenco de Morón de la Frontera.
«Acompañó a las figuras de más enjundia del cante: Niña de los Peines, Antonio Mairena, José Cepero, Pericón de Cádiz, entre otros. Infinidad de matices, cualidades que Don Mario Escudero dejó y aportó para engrandecer la Guitarra Flamenca de Concierto»
Afincado en Sevilla, abrió una academia en el Barrio de Triana, Centro Trianero de Guitarra y Escudero, y en abril de 1986 inaugura con su toque la Cumbre Flamenca en el Teatro Alcalá-Palace de Madrid. Aunque siguió atendiendo los compromisos internacionales, en España tocó en los Veranos de la Villa, en el XXV Aniversario de la Peña El Taranto de Almería, Tablao Carmen de Montjuic en Barcelona, e incluso años atrás fue el primer guitarrista flamenco en realizar una gira por la Unión Soviética. En el año 1987 recibe el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez.
Llegado 1990, Mario da su último gran concierto en el Festival Internacional de Música de Estambul y en la Bienal de ese mismo año se despide de los escenarios como Maestro de la Guitarra Flamenca de Concierto. Afectado por dolencias de enfermedades como Alzheimer y Parkinson, su hijo termina trasladándolo a Florida, donde el 19 de noviembre de 2004, rodeado de su familia, fallece a los 76 años.
Su guitarra se caracterizó por ser de raíces flamencas sobrias, pero con un encanto rico de matices cadenciales, armonías perfectas, modulaciones extraordinarias, completísima técnica capaz de abordar toques llenos de jondura y musicalidad, tempo marcado de compás intangible, con tal peso capaz de mecer melodías que recuerda lo añejo. Es de los primeros guitarristas de concierto en prescindir de la cejilla, en cruzar la pierna y en utilizar guitarras de concierto de corte clásico, una Conde Hermanos Sobrinos de Esteso. Temas como Para Amina, dedicado a su hija, donde crea una modulación armónica entre distintas tonalidades mayores de forma elegante y sutil. En muchas de sus obras recuerda las melodías tradicionales flamencas. Por ejemplo, Piropo a la Soleá simula melódicamente los ayes de la caña. Acompañó a las figuras de más enjundia del cante: Niña de los Peines, Antonio Mairena, José Cepero, Pericón de Cádiz, entre otros. Infinidad de matices, cualidades que Don Mario Escudero dejó y aportó para engrandecer la Guitarra Flamenca de Concierto.
Sirva este artículo para dar mayor visibilidad y reconocimiento a uno de los Maestros de la guitarra flamenca, sobre todo en su disciplina concertista. Un Maestro admirado por muchos, pero que dentro del mundo flamenco debiera tener más alto reconocimiento. Fue puente de la generación de Sabicas, Ricardo y Montoya a la de Serranito, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Y considerado por muchos como “padre de la guitarra flamenca moderna de concierto”. No podría terminar sin agradecer la confianza, amistad, lecturas y charlas, imprescindibles para el desarrollo de este artículo, a Estela Zatania, Manuel Bohórquez, Ignacio Ramos y, sobre todo, a Mario Manuel Escudero (hijo de Don Mario Escudero). Y por supuesto a Don Mario Escudero, por poner la banda sonora de tantos de mis momentos flamencos.
Imagen superior: foto de Manuel Bohórquez
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Francisco en Paris 16 septiembre, 2021
Gracias por esta maravillosa semblanza. Los aficionados al toque sabemos que no han nacido muchos guitarristas con la clase y el nivel de Mario Escudero.
Juan Israel Torres Toscano 19 septiembre, 2021
Muchísimas gracias por sus palabras