Utrera, un sabor distinto
¿En qué consiste el sabor de Utrera? ¿A qué se debe el perfume distinto? Cante lastimoso, sin tremendismo, sin los puños y muecas. Es llanto seco a compás. Dolor cansado de doler.
Es como los guisos: potaje o berza. Dos platos casi idénticos excepto quizás por las tagarninas, que dejan un sabor apenas detectable. Hace unos días el cante con sabor de Utrera vino de visita a Jerez en la persona de la cantaora Mari Peña, con Antonio Moya a la guitarra, y pocos días más tarde, asistí al 57 Potaje Gitano de Utrera. El sabor inconfundible del cante de Utrera, y por extensión, Lebrija, define una comarca. O sin el “co”. Porque hoy en día se lleva lo de “marca”. Marca Utrera, modernito suena para el caso, pero se entiende.
¿Pero en qué consiste el sabor? ¿A qué se debe el perfume distinto? Cante lastimoso, sin tremendismo, sin los puños y muecas que lucen algunos intérpretes. Si el mejor cante jerezano por ejemplo es energía e intensidad (piensa en Paquera), el cante utrerano en las voces de Fernanda y Bernarda, el Perrate o Gaspar, entre otros, es llanto seco a compás: hasta el Poeta Lloró en voz del gran festero utrerano Miguel Vargas ‘Bambino’. Es dolor cansado de doler, fatiguitas que ni por alegrías dejan de provocar sensación de malestar. Esas cantiñas del Pinini con trasfondo penoso y versos que hablan de pérdida y del “día que yo me muera”, musicalmente similar, pero tan diferentes a las luminosas alegrías de Cádiz que pintan imágenes de barco velero y “muchachitas como flores”. En el repertorio del cante de Utrera no hay nada que se podría calificar como chufla, un término que se aplica a cualquier cante con ánimo liviano o chistoso.
«Al final son dos caras de una misma moneda. En términos muy generales, la siguiriya habita en Jerez, Cádiz y los Puertos. La soleá respira más a gusto en Utrera/Lebrija. Y cada lugar con sus bulerías»
Tampoco hay costumbre en esta localidad de cultivar los cantes de compás libre como las clásicas malagueñas, granaínas o el cante minero. Incluso los fandangos naturales son demasiado soporíferos para los cantaores de Utrera que suelen interpretar los fandangos al compás de soleá, un invento popularizado por el cantaor Manuel Vallejo, y bailado en su día por Carmen Amaya con mucho empaque.
El vaivén del cante romanceado que tanto identifica Lebrija está presente en Utrera. Es el compás seguido que se emplea por soleá, similar a la bulería por soleá (soleá por bulería, al golpe o pa’ escuchar). “Soleá rítmica”, dicen algunos instruidos. Limitada afición a la guitarra hay en Utrera, de ahí en las fiestas que recuerdo de los años 70 no solía haber acompañamiento, lo cual a su vez conduce a mayor serenidad en la interpretación. No se arrancan camisas, pero se parten almas.
Al final son dos caras de una misma moneda. En términos muy generales, la siguiriya habita en Jerez, Cádiz y los Puertos. La soleá respira más a gusto en Utrera/Lebrija. Y cada lugar con sus bulerías. Si en Jerez la cinta sinfín de bulerías entrega canciones completas aflamencadas, en Utrera se pasa todo por el túrmix, y nacen bulerías cortas. O como diría mi querido Faustino Núñez, “una alquimia muy sofisticada”.
Imagen superior: artistas de Utrera. Fotos: Estela Zatania