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Manuela Carrasco de los Jeros: vivencias que dejan escuela

Aquel guitarrista aludido por Manuela, conocido como Niño Jero o Periquín, era Pedro Carrasco Romero (Jerez, 1954-2013), que se nos fue hace muy poco. Más jerezano que un oloroso seco, ánimo festero con raíces jondas.


No sé si el flamenco reside literalmente en la sangre de las personas, como creen algunos. Pero no es posible obviar el peso de la sociología al respecto, y por ende la importancia de la familia que a lo largo de los años ha desempeñado un papel fundamental en la transmisión y preservación del arte jondo.

 

Hace unos años tuve ocasión de conocer y entrevistar a fondo a personas mayores que habían trabajado largas temporadas, años, en los cortijos de Jerez y alrededores. La dureza de las condiciones, la ausencia de comodidades, diversión o intimidad, todo templado con el bálsamo del flamenco, conducía a una forma de ser que marcaba a todos de por vida. La escasez y miseria disimulada con humor y resignación dieron forma a valores humanos más que compatibles con el flamenco.

 

Aquellas personas, emocionadas, me contaban sus recuerdos, sus caras se llenaban de alegría o de pena, y llegamos a llorar juntos. Ahora sólo quedan dos o tres… En su día no tuve en cuenta este inevitable desenlace del ciclo vital. Una de las personas más involucradas y que más tenía que contar fue Manuela Carrasco Jiménez (Jerez de la Frontera, 1925-2012) conocida de joven como Rubita Jero. Fue hermana del popular Manolito Jero, cantaor y bailaor de gran personalidad que se ganaba la vida en fiestas privadas, ferias, teatros y compañías de variedades, llegando a compartir elenco con el Chocolate o el Niño Ricardo. Manuela me hablaba del “padre de estos niños que tocan la guitarra ahora” [Pedro y Antonio Jero], “pues son hijos de mi hermano, que era un bailaor muy bueno, todos hacían el baile de Manolito Jero”.

 

 

«Bulería, soleá, siguiriya… Los cantes de Torre, de Caracol, del Juanichi… Luego estaban en el campo el Tío Parrilla, el Borrico, la Periñaca, el Serna…  Cuando el señorito quería fiesta con sus amigos, llamaba al manijero: ‘mira, es el cumpleaños de fulano, vamos a dar una fiesta’. Iban los que mejor cantaban, y cada uno hacía lo que sabía, algunos señoritos bailaban también, y hasta la madrugá»

 

 

Vareando olivos en el cortijo La Bernala. Archivo de Manuela Carrasco Jiménez.

 

Manolito Jero. Imagen cedida por Manuela Carrasco Jiménez.

Manolito Jero. Imagen cedida por Manuela Carrasco Jiménez.

 

 

Aquel guitarrista “Pedro” aludido por Manuela, conocido como “Niño Jero” o “Periquín”, se refiere a Pedro Carrasco Romero (Jerez de la Frontera, 1954-2013), que se nos fue hace muy poco. Más jerezano que un oloroso seco, ánimo festero con raíces jondas, una forma de ser aprendida de su famoso padre en el caldo de cultivo de las gañanías y corrales de aquel entonces, y padre a su vez del guitarrista Jerito Carrasco.

 

En la época de Los Montoya a mediados de los años setenta, que pusieron de moda el flamenco casero representado en escenarios de teatro con artistas como Antonia la Negra, Carmen y Carmelilla Montoya o Juan Montoya, había un guitarrista con melena abundante y sonrisa grande. Hasta unos años más tarde no me di cuenta de que aquel gracioso tocaor era Periquín, ya sin melena pero con el inconfundible sabor del flamenco que heredó de su propia gente. De esta manera la familia Montoya de Triana quedó salpicada de aquellas vivencias de los campos de Jerez.

 

Extracto del testimonio de Manuela Carrasco Jiménez

“Cuando llegábamos por la noche, nos lavábamos un poco, nos arreglábamos, te peinabas, te ponías otro vestido… Nos poníamos a comer delante del fogarín, y la manijera ponía como ocho lebrillos que decían el rancho, y con la cuchara en la mano, pasito p’alante, pasito p’atrás, de pie, así comíamos, con la rebanada de pan en la otra mano. El campo es la gente de Santiago… Unos pocos iban montados, pero los demás andando, cinco horas a pie, con frío, con lluvia, con calor, como fuera… El camino se hacía corto con el cante. Nos levantamos a las seis, y en el campo a las ocho, y trabajamos los siete días de la semana. Cantamos en el campo, pero más que nada en la gañanía, todas las noches echamos un ratito al menos. Y los días de lluvia se iba a coger caracoles o se iba a coger espárragos, pero luego to’l día en la gañanía con el cante. Bulería, soleá, siguiriya… Los cantes de Torre, de Caracol, del Juanichi… Luego estaban en el campo el Tío Parrilla, el Borrico, la Periñaca, el Serna…  Cuando el señorito quería fiesta con sus amigos, llamaba al manijero: ‘mira, es el cumpleaños de fulano, vamos a dar una fiesta’. Iban los que mejor cantaban, y cada uno hacía lo que sabía, algunos señoritos bailaban también, y hasta la madrugá”.

 

Imagen superior: Periquín Niño Jero en 2009. Captura de pantalla.

 

 

Juan Villar y Periquín Niño Jero. Foto: Estela Zatania

 

Periquín Niño Jero, en la Fiesta de la Bulería. Foto: Estela Zatania

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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