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Antonio Moya: «La cultura es un elemento importante en la sociedad, y nosotros hacemos cultura»

El guitarrista Antonio Moya, marido de la cantaora Mari Peña, reside en Utrera y está vinculado artísticamente también con Lebrija y Morón de la Frontera. Representa el mejor toque flamenco de la campiña, cuyo olor a tierra, olivos y retama quemada no se le escapa. En sus palabras, un defensor de la verdad del flamenco.


Antonio Moya (Nimes, 1965), guitarrista, o “tocaor”, como él prefiere que lo llamemos, es un joven viejo lobo cuya fecha de nacimiento lo sitúa en la frontera del cambio del flamenco clásico al vanguardista. Ha elegido equipo, y no se corta para expresar sus pensamientos al respecto.

Natural de Francia, de una familia de inmigrantes andaluces, está casado con la cantaora Mari Peña y reside en Utrera desde hace muchos años. Está vinculado artísticamente también con Lebrija y Morón de la Frontera, y representa el mejor toque flamenco de la campiña, cuyo olor a tierra, olivos y retama quemada no se le escapa, con una sutil pátina contemporánea. Ha acompañado a máximas figuras de nuestra época, y grabado con Bernarda de Utrera, Pepa de Benito, Gaspar de Utrera, Enrique Extremeño o Tomás de Perrate entre otros.

 

– Antonio, ¿qué piensas de la desaparición de los lugares tradicionales del flamenco?
– La paulatina posible desaparición de los tablaos y peñas me parece catastrófica. El flamenco no es de los intelectuólicos, esta gente que ha aprendido todo, o casi, en los libros y en los discos. El flamenco es transmisión oral, cosa que mi querido y añorado Pedro Bacán defendía a muerte. Es vivirlo en tus carnes y sentirlo noche tras noche. Ya casi han desaparecido las fiestas familiares (en el caso de mi familia, no, gracias a dios), las reuniones de cante en cualquier tabanco de forma improvisada. En resumen, las convivencias. Los únicos sitios donde se puede ver ese rescoldo de flamenco son las peñas y los tablaos. El caso del Casa Patas es para mí una auténtica catástrofe, pues allí, si bien había un gran número de turistas todas las noches, contaba también con una importante asistencia de flamencos locales, y se convirtió en cierto modo en el lugar al cual acudíamos todos los compañeros que estuviéramos en la capital. Una pena irreparable. En Utrera, parece que hay un cierto resurgir de la juventud, ya contamos con nuevos guitarristas, bailaores, instrumentistas de mucha calidad, piano, saxofón, percusión… y cantaores/as. Mi hija Manuela está apuntando en esta dirección, lo cual me enorgullece bastante.

 

«Los flamencos somos la punta de la pirámide económica. Antes están todos los demás sectores: alimentación, sanidad, construcción, industria, etc. Todo lo que hace que una economía funcione, cosa que veo lógica. Se nos deja al final de toda actividad, se nos considera como un artículo de lujo»

 

– ¿Hay lugar para el flamenco en la nueva normalidad?
– Como la mayoría de mis compañeros, hemos sufrido un derrumbe total de nuestra economía, con la anulación de toda esta temporada de actuaciones en teatros, peñas, festivales, ferias, fiestas privadas, etc. Los artistas del flamenco han sido uno de los colectivos más afectados por la crisis. Nosotros somos la punta de la pirámide económica, es decir, que antes están casi todos los demás sectores: alimentación, sanidad, construcción, industria, etc. En resumen, todo lo que hace que una economía funcione, cosa que veo lógica. Así, se nos deja al final de toda actividad, se nos considera como un artículo de lujo. Cosa que puedo comprender, pero con la cual discrepo. La cultura también es un elemento importante en una sociedad, y nosotros hacemos cultura.

– ¿Cómo te defines dentro del flamenco?
– Parece ser que se me cataloga como un defensor del flamenco clásico, tradicional, anclado en la mata. Yo diría que lo que defiendo, ante todo, no es un arte donde solo admite el mantener la tradición, lo ya establecido. Lo que defiendo a capa y espada es la verdad, y me explico. Si a un cantaor, bailaor o a cualquier artista en general le apetece cantar, tocar o bailar con una gaita, o un acordeón, ¿por qué no? Estoy muy abierto a incorporar nuevos sonidos, otra estética, que aunque salga de las normas, puede sonar flamenco. Lo que nunca se puede perder es esa verdad, ese sentimiento, ese carácter que diferencia nuestra cultura de las demás. Lo que más me molesta es crear por crear, querer inventarse una soleá, que a final suele sonar a todo menos a soleá, porque se carece del conocimiento profundo de la base. Con este estado de las cosas, nos vemos sufriendo una serie de creaciones, obras revolucionarias que dejan la esencia del flamenco muy detrás. Parece que hay un sector interesado en destruir la tradición, pensando que ellos son superdotados intelectuales y culturales, que quieren desmontar lo anterior, llegando a faltarle el respeto a lo que según ellos huele a «rancio», un cierto nihilismo totalmente ridículo, y fuera de lugar, bajo mi punto de vista. Y si encima se aprovechan de todas las subvenciones y ayudas, y se les contrata en los grandes festivales de flamenco (o supuestamente flamenco), que se financian con dinero público, entonces Houston, tenemos un problema. Sobre todo cuando grandes artistas se quedan en sus casas porque se les consideran demodé. Y precisamente este movimiento, sí es demodé. Esto empezó en Francia a principios del siglo XX, ya ha pasado un tiempecito.

 

«Se me cataloga como un defensor del flamenco clásico, tradicional, anclado en la mata. Yo diría que lo que defiendo no es un arte donde solo admite mantener la tradición. Lo que defiendo a capa y espada es la verdad»

 

– ¿Has pensado en dar clases online como tantos otros, o visto algún espectáculo en directo mediante streaming? ¿Crees que la solución digital es viable?
– Pertenezco a una generación a la que nos cuesta algún quebradero de cabeza que otro todo lo que se refiere a la informática y dominio de las últimas tecnologías de Internet y redes sociales. A pesar de esto, con la iniciativa de Casa Flamenca de Alburquerque y de sus dos creadores, la bailaora Valeria Montes y el estupendo guitarrista Juani de la Isla, estuve dando una master-class con Zoom. Reconozco que fue una primicia para mí, pero la experiencia fue grata, y tuve bastantes alumnos. Claro que eché de menos el contacto directo al cual estamos acostumbrados todos, pero, ante esta situación que nos ha tocado vivir, me parece una fórmula válida para poder seguir manteniendo lo que tanto defiendo, que es la transmisión, cosa fundamental en el flamenco. Eso sí, es una alternativa digna, a la espera de que podamos volver a una normalidad que nos permita retomar el contacto con los demás de forma directa.

 

Imagen superior: Foto de Juan M Nebro

 

El guitarrista Antonio Moya. Foto: Juan Luis Monge

El guitarrista Antonio Moya. Foto: Juan Luis Monge

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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