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Rosario Ancer: «El flamenco lleva consigo un mensaje universal, visceral y primitivo que todos podemos entender» - Archivo Expoflamenco
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Rosario Ancer: «El flamenco lleva consigo un mensaje universal, visceral y primitivo que todos podemos entender»

La mexicana Rosario Ancer lleva el pulso del arte jondo en Canadá, donde dirige el Vancouver International Flamenco Festival. «El baile sigue siendo la parte visual más atractiva, pero aquí hay un gran respeto por la guitarra y por el cante también», dice.

Montaje «Fastforward Rewind» de Rosario Ancer, Vancouver, 2015. Foto: Tim Matheson.

Nacida en México pero con sus orígenes españoles bien arraigados, Rosario Ancer es una bailaora de larga trayectoria que, una vez afincada en Canadá, decidió difundir el flamenco a través de su arte, de su enseñanza y también como gestora cultural, fundando el Vancouver International Flamenco Festival, que se desarrolla hasta el final de septiembre con presencia, un año más, de importantes figuras, y que se ha convertido en una cita imprescindible del calendario jondo internacional. Su directora accedió a responder las preguntas de Expoflamenco en el arranque de este evento.

 

 

– Sabemos que el flamenco es global, pero en general sabemos poco de la tradición flamenca canadiense. ¿Podría contarnos algo de ello, a cuándo se remonta?

– Aquí en Canadá ha habido presencia del arte de danza española desde los 50, ya que algunos artistas canadienses de otras disciplinas se interesaron y experimentaron con danza española, que por supuesto incluía flamenco, ya que esta era el modelo de las compañías españolas que viajaban por esa época. Pero el flamenco como arte único e independiente se manifestó en los años 60 y 70. Cada ciudad importante –Montreal, Toronto y Vancouver– tiene su historia propia y creo que esto podría ser material para otra entrevista. De momento hablaré brevemente de Vancouver, que se encuentra en el oeste de Canadá, que es donde yo resido.

 

– ¿Quiénes fueron los pioneros?

– Uno de los pioneros en flamenco es mi marido, el guitarrista Víctor Kolstee (fallecido hace dos años), que ya tocaba guitarra interpretando rock & roll y música country en los 60, y fue cuando descubrió el flamenco por medio de un disco de Carlos Montoya y decide dedicarse de lleno a ello. Cabe mencionar que un tiempo después conoce en Vancouver al bailarín Ángel Monzón, que trabajó con Rafael de Córdova, y  al cantaor madrileño José Lara, los dos radicados en Vancouver, con los que empieza a trabajar, además del cantaor español Ángel Juárez, entre otros. Cuando se mudó a España ya había otros guitarristas, entre ellos Harry Owen. En España, Víctor aprendió directamente del inigualable Diego del Gastor, entre otros. La afición se despegó en Vancouver, en parte, cuando Víctor y yo nos establecimos aquí en 1989, después de vivir en España por seis años, donde trabajamos como artistas profesionales, con compañías de danza, tablaos y cafés flamencos y en la televisión española. Todas esas experiencias vividas nos proporcionaron un gran conocimiento y comprensión del arte flamenco, que hemos compartido con la afición de Canadá, además de nuestro amor, respeto y pasión por esta forma de arte.

 

– El Festival de Vancouver es sin duda uno de los eventos más consolidados de ese país. ¿Podría recordar cómo nació?

– El Vancouver International Flamenco Festival lo fundamos Victor y yo en 1990, y es el primer festival flamenco en Canadá. Nació con la idea de difundir flamenco y cambiar la percepción errónea que de este maravilloso arte se tenía. Y lo hicimos mediante presentaciones de artistas internacionales, nacionales y locales y la calidad de sus obras, ofreciendo talleres de danza cante y música, y trayendo eruditos en flamenco para dar lecturas en diferentes temas relacionados con flamenco, donde la audiencia también participa, y ofreciendo algunos eventos gratis para el público. Todo esto se ha logrado con dedicación, visión clara y conocimiento, y gran apoyo de la comunidad flamenca, iniciativa privada, del gobierno federal, provincial y municipal y colaboradores, y un gran número de voluntarios. El público respondió y sigue respondiendo maravillosamente. Desde un principio, Víctor y yo nunca dudamos de la fuerza arrolladora que el flamenco tiene para atraer, comunicar y conmover.

 

 

«El público respondió y sigue respondiendo maravillosamente. Desde un principio, Víctor y yo nunca dudamos de la fuerza arrolladora que el flamenco tiene para atraer, comunicar y conmover»

 

 

– ¿Tenían algún modelo de festival en mente? ¿A qué otra cita quería parecerse?

– Desde sus modestos principios nuestro festival ha tomado su vida propia, respondiendo a la demanda y necesidad de nuestro público, y la estrategia de convertir cada reto en oportunidad. Hemos presentado a nuestra audiencia las posibilidades que hay en el flamenco y de cómo cada artista es diferente y pone algo especial en cada presentación. Escucho mucho esta frase al terminar el festival: “Este año ha sido el mejor”. Esto indica que nuestra programación y decisiones curatoriales son variadas y acertadas, al mismo tiempo manteniendo el interés del público, que se pregunta quién estará programado para el próximo año. Otra cosa que quizás diferencia a nuestro festival es que nuestra visión se expande en el apoyo a los flamencos canadienses, nacionales y locales, dándoles la oportunidad e inspiración para nutrirse como artistas y crear obras de calidad.

 

– ¿Con qué tipo de apoyo ha contado y cuenta actualmente? ¿Se involucran las instituciones, o depende sobre todo de la iniciativa privada?

– En un principio, el festival lo financiamos con nuestra tarjeta de crédito. Pronto la ciudad empezó a notar nuestro festival, seguido de nuestra provincia y finalmente el gobierno federal. La trayectoria ha sido larga, pero hemos sido dedicados y resilientes y ahora somos afortunados de recibir subvenciones del Canada Council for the Arts, Canadian Heritage, British Columbia Arts Coucil, Creative BC, The City of Vancouver. Por una década fuimos muy afortunados de contar con el apoyo de The Simons Foundation. También hemos consolidado colaboradores (partnerships) con instituciones como Granville Island Society, donde se presenta gran parte del festival. Dance House, SFU Woodwards, The Dance Centre, Latinamerican Cultural Centre, Latincouver, y hemos empezado conversaciones con Alliace Francaice.

 

– Como sabe, ahora hay un fuerte debate en España sobre si los festivales deben apostar por la ortodoxia o arriesgar por caminos más vanguardistas. ¿Cuál es su postura?

– A la raíz de la tradición del flamenco existe una apertura al cambio y al diálogo intercultural. Esta forma de arte interpreta e interactúa a la perfección con el mundo moderno. Esto forma el núcleo de una popularidad duradera y una relevancia continua dentro de nuestra sociedad multicultural contemporánea. Esta es el alma del flamenco y la base de las obras que he creado e interpreto, los artistas que apoyo como directora artística y presentadora y la tutoría que ofrezco a mis alumnos: basado en tradición, con la mirada hacia el futuro.

 

– ¿Cómo refleja eso el festival?

– Mi visión curatorial para nuestro festival incluye muestras de artistas que interpretan la tradición, otros ofrecen obras contemporáneas, o vanguardistas y experimentales, o sea, una muestra del alma del flamenco y las posibilidades de cómo los artistas pueden expresarse mediante ella. Y sinceramente hay público para todo.

 

 

«Lo que en los 70 era vanguardista no lo aceptaban los artistas de los 50, y lo que en el 2000 era vanguardista lo criticaban artistas de los 70. Y así ha continuado y continuará el debate. Solo basta ver grabaciones del pasado y presentes para asegurarnos que sí, que el flamenco evoluciona, pero nunca pierde su escancia»

 

 

Rosario Ancer y Victor Kolstee, 2008. Foto: David Cooper

 

 

– ¿Y la ortodoxia, qué lugar ocupa?

– Ortodoxia y vanguardia pueden y deben coexistir, las dos son importantes. En mi experiencia, ya que mi marido y yo vivimos en España cuando se experimentaron incipientes cambios en cómo se presentaba el flamenco: la llegada del cajón peruano, que los jóvenes flamencos siempre han asociado con el flamenco, la instrumentalización que Antonio Canales –entre otros– empezó a incluir en sus obras, Mario Maya con obras de teatro explorando la marginación gitana, etc. Lo que en los 70 era vanguardista no lo aceptaban los artistas de los 50, y lo que en el 2000 era vanguardista lo criticaban artistas de los 70. Y así ha continuado y continuará el debate. Solo basta escuchar y ver grabaciones del pasado y presentes para asegurarnos que sí, que el flamenco evoluciona, pero nunca pierde su escancia. El flamenco es una expresión personal, es normal que algunos artistas tengan la inquietud de expresarse apostando con ideas nuevas. No creo que exista una forma de arte como el flamenco, con el cual se puedan manifestar todas las emociones que nos unen como humanos. Flamenco es espíritu, esencia y esto no cambiará nunca. Los cambios que nacen de un lugar de sinceridad y honestidad se quedarán, los que no los son, caen por su propio peso. Hay una frase muy sabia: todo tiene que cambiar para que todo siga igual. Y lo que no cambia, muere. Así lo he presenciado desde que encontré el flamenco en mi vida: es el mismo emotivo y rajante flamenco, pero que ahora se viste diferente.

 

– Otro elemento fundamental es el formativo, como se ha vuelto a demostrar con el paso reciente de Javier Latorre. ¿Cómo lo vienen planteando, y cuál es la respuesta del público? ¿Tenemos cantera en Vancouver?

– Fundamos nuestra Escuela Centro Flamenco 1989, donde empezamos con 24 estudiantes y, para cuando la cerramos en 2017, teníamos un promedio de 200 alumnos por año. Por nuestra escuela pasaron miles de estudiantes, que a la vez se convirtieron en público para el festival. Ahora Flamenco Rosario ofrece clases limitadas a la comunidad, pero estoy dedicada a dirigir nuestra compañía Flamenco Rosario y sus programas, que incluyen creación de obras originales, dirigiendo el Festival, invitando cada verano maestros de España para impartir talleres de danza abierto a la comunidad, residencias artísticas, etc. Ahora Vancouver cuenta por los menos con dos escuelas que ofrecen clases a tiempo completo: Mosaico Flamenco y Karen Flamenco, además de algunos maestros independientes.

 

– ¿Qué cree que atrae del flamenco a gente de tierras tan lejanas como Vancouver? ¿Es la música, lenguaje universal, o hay algo más?

– Por supuesto, como pasa en todo mundo, el baile sigue siendo la parte visual más atractiva, pero aquí hay un gran respeto por la guitarra y por el cante también. Otro comentario que he escuchado y me impresiona es cómo les impacta el cante, y viene de gente que no entiende español en la mayoría de los casos, pero entienden el mensaje, el sentimiento y la emoción. En esto todos estamos de acuerdo: el flamenco lleva consigo un mensaje universal, visceral y primitivo, que todos podemos entender e identificar, sin importar el lugar de donde procedes. El público y los aficionados se conectan en diferentes niveles con el flamenco. Los hay que se entregan a la emoción del cante. Los hay que siguen la expresión del baile. Y para otros es la guitarra. Pero todos están de acuerdo con el concepto de que el Flamenco es único y especial. Como comentaba anteriormente, hay público que le interesa más lo tradicional, pero por el trabajo de Rocío Molina, Israel Galván y otros se ha despertado el interés del mundo de la danza contemporánea y su público correspondiente que se convierten en seguidores.

 

 

«No creo que exista una forma de arte como el flamenco, con el que se puedan manifestar todas las emociones que nos unen como humanos. Flamenco es espíritu, esencia y esto no cambiará nunca. Los cambios que nacen de un lugar de sinceridad y honestidad se quedarán. Los que no los son, caen por su propio peso»

 

 

– Por el festival han pasado en estos años muchísimas primeras figuras. ¿Cuál se le resiste? ¿A quién querría llevar a Canadá y todavía no ha podido ser?

– Gracias por notarlo, ya que como usted ha mencionado nuestro festival ha presentado consistentemente artistas consagrados con obras de mucha calidad. Rocío Molina este año es un sueño convertido en realidad y en gran parte ha sido gracias a la colaboración con Dance House y SFU Woodwards. El próximo año espero que Patricia Guerrero nos acompañe, y por supuesto tengo una gran lista de ‘quisiera traer a….’,  hay tantos y tan buenos artistas con obras estupendas y me frustra que solo puedo presentar uno por año.

 

– Y si pudiera meterse en la máquina del tiempo y contratar a cualquier figura de ayer o de hoy, ¿a quién llamaría?

– ¿Además de los que ya he presentado? Pues Antonio Gades, Cristina Hoyos, el cantaor El Moro, Diego del Gastor, Vicente Soto, Jose Mercé, El Güito, Manuela Vargas, Agujetas, Diego Carrasco, Manuela Carrasco, Manuel Doña, Marco Flores, Antonio Márquez, Javier Latorre, Rafaela Carrasco, Alfonso Losa, Eduardo Guerrero y un largo etcétera.

 

– ¿Un momento especial que recuerde de todos estos años?

– Dos recuerdos espontáneos. La Moneta con Muy Especial. Su público le daba ovaciones de pie cada vez que ella terminaba uno de sus bailes. Y Manuel Liñán con Baile de Autor. Su público se quedó en el lobby del teatro por horas después de terminada la función, hablando acerca de su obra con mucha emoción. Pero cada uno de los artistas presentado en el festival ha dejado una fuerte impresión.

 

– ¿Y un objetivo para las ediciones que aún tenemos por delante?

– Seguir apoyando el flamenco y sus artistas y expandiendo los programas del festival.

 

– Por último, una pregunta más personal. Usted descubrió el flamenco de niña, viendo a Lola Flores en el cine. Ahora que se cumple su centenario, ¿sigue emocionándole esta figura?

– Lola fue única. La fuerza y pasión que ella desplegaba cuando cantaba, daba sus desplantes o recitaba poesía era oro puro y eso es lo que me impactó de ella. Tenía una fuerza y un carisma arrollador, que le corría por las venas con la fuerza de un ciclón, como decía su canción. Fui tan afortunada que pude verla en vivo en Madrid en el Florida Park del Retiro y en otro establecimiento por la Castellana. Lo daba todo, literalmente todo. Cuando pensabas que ya era el final porque ya no había más que dar (o así lo pensaba yo), ella regresaba con más fuerza todavía: la mujer, su fuerza y pasión. Lola fue única, única.

 

Imagen superior: Escena de la obra Fastforward Rewind de la Compañía Flamenco Rosario (Rosario Ancer), Vancouver, 2015. Foto: Tim Matheson.

 

 

Montaje «Ayer y hoy» de Rosario Ancer, Vancouver, 2000.

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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