Ramón Soler: «El mairenismo goza de buena salud, está incrustado en el ADN de muchos cantes»
El malagueño Ramón Soler Díaz es uno de los estudiosos más solventes del arte flamenco. Hablamos con él sobre cante, investigación, mairenismo. «Si hoy escribes un libro y no te metes con Mairena no estás a la moda», dice.
Ramón Soler Díaz (Málaga, 1966) es uno de los críticos e investigadores más solventes del arte flamenco. Es profesor de Matemáticas y quizá sea el motivo de su severidad en los datos cuando lleva a cabo alguna investigación sobre un artista o hecho histórico. Ha escrito tanto en prensa como en revistas especializadas, siendo el corresponsal de Candil en Málaga, y también ha colaborado en programas de radio. Lo descubrí en el libro Antonio Mairena en el mundo de la seguiriya y la soleá (Fundación Antonio Mairena, 1992), obra escrita junto a su tío Luis Soler Guevara, sin duda alguna su referencia en la investigación. A partir de ahí su obra es tan extensa que necesitaríamos muchos folios para citarlas una a una, tanto las compartidas con otros autores, como las biografías de La Repompa, La Cañeta y José Salazar junto a Paco Roji, como su excelente trabajo sobre Antonio el Chaqueta (2003), un cantaor que le apasiona. Imposible enumerar cada uno de sus estudios en prensa o revistas, producto de una encomiable labor investigadora de primer orden.
Como aficionado es de los de buen gusto, y muy ecuánime. Le gusta el cante auténtico y siente admiración por artistas gitanos como Juan Mojama, Tomás Pavón o Mairena –desde 2016 preside la Fundación Antonio Mairena–, pero también por Juan Breva o Chacón. Actualmente es colaborador de ExpoFlamenco, un lujo al alcance de pocos portales en esta materia. Tener en el equipo a Ramón Soler es como para un equipo de fútbol tener a un crack de esos galácticos. «Que Sevilla y Vancouver se unan en el proyecto ExpoFlamenco me es muy grato, porque de allí salieron dos de las voces más profundas y enigmáticas, la de Tomás Pavón y la de Leonard Cohen», dice.
– Si le llamase flamencólogo, ¿qué diría?
– Que lo soy a ratos, pues mi oficio es profesor de Matemáticas. El formante –logos significa que estudia esa materia. Por tanto, si uno estudia o investiga el flamenco puede ser llamado flamencólogo. Lo que ocurre es que esa palabra va unida a la guasa de muchos artistas cuando se refieren al estudioso que no sabe tocar ni una palma y que ve el flamenco como el entomólogo al insecto. De todos modos me reconozco más en la expresión “investigador de flamenco” y mucho más como “apasionado del flamenco”.
– ¿Quién es Ramón Soler Díaz?
– Alguien que intenta ser un buen padre de familia. Si se refiere al flamenco, un hombre que se considera buen aficionado, con los oídos abiertos y escasos prejuicios y que lo que más le gusta es una fiesta con artistas que lo sean de verdad, donde haya una buena conversación amistosa en la que pueda aprender.
– ¿Vivió una infancia flamenca?
– No. En la familia estaba la referencia de mi abuelo Ramón, del que me hablaban mi padre y mis tíos de lo bien que cantaba. Nació en 1888 y pudo escuchar a Juan Breva, la Trini, Chacón, Manuel Torre, Rafael el Moreno, la Niña de los Peines, Cayetano de Cabra o el Cojo de Málaga, entre otros. Con muchos de ellos cantó, y llegó a emocionar a la mismísima Pastora Pavón. Pero esa información la procesé cuando me aficioné al flamenco, en mi primera juventud, a partir de los 18 años.
«Me considero un buen aficionado, con los oídos abiertos y escasos prejuicios. Lo que más me gusta es una fiesta con artistas que lo sean de verdad, donde haya una buena conversación amistosa en la que pueda aprender»
– ¿Qué le llevó al flamenco? ¿Recuerda su primer encuentro con este arte?
– Lo primero que me impactó fue un disco que tenía mi padre de José Menese, La palabra. Lo escuchaba de vez en cuando, lo mismo que hacía con discos de clásica o de rock, pero un día sentí una emoción especial al prestarle atención a la farruca y la alboreá de ese disco. De seguido me llegué a una tienda y compré, sin tener ni idea, los tres LP que Mairena grabó en Hispavox, que me fascinaron. Luego le pedí material a mi tío Luis y me grabó una casete con cantes de Chacón, Pastora, Manuel Torre, Corruco y Carbonerillo, y también la Antología de Hispavox. Las voces extrañas del Chaqueta, Pepe el de la Matrona o Rafael Romero me sonaban a gloria bendita. Me emocionaba más aquello que lo que escuchaba de Camarón, cantaor que me estremeció más tarde, con La leyenda del tiempo.
– ¿En realidad qué es lo que le gusta más? Escribir libros, dar conferencias, dirigir la Fundación Antonio Mairena, una buena juerga con la Cañeta o Perico el Pañero… ¿Dónde se siente más útil y a gusto?
– Sin duda prefiero una buena fiesta con los que ha citado, porque aparte de que la Cañeta es la mejor artista que tiene el flamenco y de que Perico sea un cantaor extraordinario que siempre me sorprende, son amigos y para mí el flamenco no es solo una música que se escucha, sino algo que se roza, que se huele, que se mastica. El flamenco para mí es orgánico, va unido a un buen guiso y una copa de amontillado, a tener al lado personas de tu gusto con las que hablar, reírte y partirte la camisa si se da el caso. Eso no quita que cuando esté solo escribiendo o investigando sobre flamenco no disfrute también, y mucho, pero es otra cosa. Y útil me siento cuando alguien aprende algo de lo que escribo o hablo.
– Supongo que habiendo tenido un maestro en la familia como es Luis Soler Guevara, el camino habrá sido menos duro. ¿O no?
– Está claro. Mi tío Luis ha sido fundamental en mi formación flamenca, pues me lanzó un anzuelo que yo mordí con fuerza. Sin él quizás no hubiera entrado tan pronto a valorar a los cantaores que cité antes y me habría acercado al flamenco como los de mi generación, lo cual tampoco está mal. Pero haber tenido la oportunidad de cimentar mi afición en los clásicos creo que da una consistencia importante a los conocimientos y eso fue gracias a mi tío Luis. Conocer bien la discografía de pizarra y la que se grabó hasta los años 80 da seguridad y firmeza en los pasos que se den después.
«El flamenco no es solo una música que se escucha, sino algo que se roza, que se huele, que se mastica. El flamenco para mí es orgánico, va unido a un buen guiso y una copa de amontillado, a tener al lado personas de tu gusto con las que hablar, reírte y partirte la camisa»
– Hable de su tío, de Luis.
– Lo de mi tío con el flamenco sobrepasa la afición, es una pasión desbordante. El conocimiento que tiene de todos los estilos del flamenco no lo he visto en nadie, ni en los profesionales más rigurosos. Quienes le conocen y han colaborado con él pueden dar fe de ello. Aparte de que siempre ha ido por derecho en este proceloso mundo de lo jondo, con una honradez y generosidad extraordinarias. Incluso en su etapa como concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento de Algeciras, donde después de una gestión ejemplar salió sin dinero ni trabajo. Cualquier parecido con lo actual es pura coincidencia.
Estado de salud del mairenismo
– ¿El mairenismo goza de buena salud, según usted?
– Antonio Mairena es uno de los cantaores menos comprendidos de la historia. Su forma de entender el cante, el mairenismo, ha sido y sigue siendo fundamental para el crecimiento de grandísimos artistas, pues Antonio lo que creó fue un edificio con unos cimientos de hormigón armado, no muros de yesería barroca. Otra cosa es la saturación que ha supuesto que en cientos de concursos los cantaores hayan imitado hasta la extenuación los cantes de sus discos. Eso aburre al más pintado, cuando lo cierto es que Antonio cantaba siempre distinto, y en directo era difícil que repitiera lo que tenía grabado. El mairenismo goza de salud, pues sus cantes siguen cantándose y sus detractores no paran de nombrarlo, venga o no a cuento. Les pasa como a los que blasfeman, que al increpar a Dios o a los santos ya reconocen su existencia e importancia.
– ¿Qué diferencias hay entre el mairenismo y otras escuelas, como pueden ser el marchenismo o el caracolismo?
– Si Marchena y Caracol fueron grandísimos cantaores, aun eran mejores artistas, siempre preocupados por cantar de una forma diferente, tendente al barroquismo. Mairena fue un ingeniero, un arquitecto sonoro que se ocupaba de la estructura del edificio. Marchena y Caracol eran más decoradores. Ambos eran grandes improvisadores, estaban enamorados de sus propias voces y jugaban con ellas en los tercios de los cantes, como hacía John Coltrane con su saxo tenor al enfrentarse a un estándar del jazz. Mairena en cambio estaba enamorado del cante, y se preocupaba más de la línea esencial de los cantes, por eso era más sobrio. Era un creador incansable, torrencial, que estaba siempre maquinando cantes y letras no dichas antes, como un Bob Dylan o un Paul McCartney, o como un Beethoven tras la sinfonía perfecta.
«El mairenismo goza de salud, pues sus cantes siguen cantándose y sus detractores no paran de nombrarlo, venga o no a cuento. Les pasa como a los que blasfeman, que al increpar a Dios ya reconocen su existencia e importancia»
– ¿En qué se pudo equivocar Antonio Mairena, si es que se equivocó en algo?
– No soy nadie para juzgar eso, pues fue soberano de hacer lo que le viniera en gana durante toda una vida en la que luchó por engrandecer el flamenco, cosa que consiguió y que deberíamos agradecer todos. La faceta más criticada de Mairena es la de investigador, pero se hace bajo los presupuestos de un presentismo muy común hoy en la historiografía posmoderna. Ni Antonio ni nadie hace sesenta años acudía a hemerotecas y archivos. Sin embargo, a quien más se le critica es a él. Si hoy escribes un libro y no te metes con Mairena no estás a la moda.
– Los jóvenes de hoy tienen ya otras referencias: Lebrijano, Morente, Camarón… ¿Qué papel juega hoy el mairenismo, o Antonio Mairena?
– Pues convive con las influencias citadas y es, como dije antes, más esencial. Si vamos a un festival o a una peña y alguien canta por soleá, seguiriyas, tonás, livianas o tientos es difícil que no haya influencias de Mairena. Lebrijano y Morente, por nombrar a dos de los citados, aprendieron mucho de Mairena. Sí, el mairenismo goza de buena salud pues está incrustado en el ADN de muchos cantes, lo mismo que pasó con Chacón o la Niña de los Peines. Asimismo, en la faceta de cantaor para el baile hubo también un antes y un después de Antonio, como siempre han dicho Matilde Coral, Chano Lobato o Fosforito.
– ¿Qué es el cante-gitano andaluz?
– Es una denominación que empleó Mairena para referirse al cante que han interpretado algunos gitanos caseros –no los andarríos– que se asentaron en la Baja Andalucía hace siglos. Evidentemente no responde a una realidad clara, pues es a la vez un repertorio (soleares, seguiriyas, martinetes, corridos, bulerías) como unos modos expresivos. Es lo que (y como) cantaban Juan Talega, la Pompi o Miguel el Bengala.
«Antonio Mairena tenía una idea trascendente del cante, que era como una religión para él, de ahí que llevara a cabo una tarea mesiánica de conservación y transmisión»
– ¿Sabe ya a qué se refería el maestro con aquello de la razón incorpórea?
– Creo que sí. La expresión viene de Séneca, que la usa en su Consolación a Helvia, cuya lectura recomiendo. Ricardo Molina era profesor de latín y conocía esa obrita, así que debió usar esa expresión en sus conversaciones con Mairena. Antonio tenía una idea trascendente del cante, que era como una religión para él, de ahí que llevara a cabo una tarea mesiánica de conservación y transmisión. Esta conceptualización le fue muy fructífera como artista, cosa que no tiene por qué ser así para otros. Quienes se mofan de la “razón incorpórea” de Mairena hacen gala de escasa sensibilidad poética. Es como si se pitorrearan del sentimiento místico de San Juan de la Cruz, gracias al cual produjo la mejor poesía en español. No seamos simplones, lo que hay que calibrar es el corolario que tuvo en su obra ese sentimiento elevado. Uno de los mejores discos de la historia, El calor de mis recuerdos, no lo hubiera hecho un señor enfermo de 73 años sin una idea trascendental del cante. Para Antonio era un sentimiento íntimo (diría mejor, una intuición íntima), no iba por ahí diciendo “oye, acepta la razón incorpórea”. Pocos flamencos han tenido una idea trascendente de su arte. Quizás habría que citar a Manolo Sanlúcar, quien gracias a sus sueños tartésicos ha creado obras imperecederas como Tauromagia o Medea. Sus teorías tartésicas no tienen sostén científico, pero le han servido para crear, que es los que nos debe importar. Pues lo mismo le pasó a Mairena con su mitología gitana.
La investigación flamenca
– Los investigadores del flamenco investigamos con nuestro propio dinero. ¿Interesa poco esta labor o es que nos gobiernan cuatro paletos?
– Qué optimista: yo creo que cuatro son pocos. Pero no caigamos en el ombliguismo: la investigación del flamenco interesa lo mismo que la de otros ámbitos, o sea, casi nada. ¿Qué reconocimiento social y económico tiene quien está metido años y años en un laboratorio en la búsqueda de un fármaco o una nueva fibra óptica? Quien se dedique a la investigación de flamenco y espere algún tipo de recompensa económica o de reconocimiento anda despistado. Esto se hace por afición y costándote el dinero y el que se mete en ello debe saberlo de antemano. Las quejas, para las seguiriyas. Y de los políticos en el flamenco, como en todo el arte, ¿qué decir? Mientras más lejos, mejor.
– Un conocido investigador, Barbadillo, me dijo cuando descubrí quién fue El Planeta: “No reveles su identidad y su vida porque te lo vas a cargar. Déjalo en el anonimato”. ¿Hay miedo a que se investigue más de la cuenta?
– No creo. Cada avance es motivo de alegría para el aficionado. La investigación ha dado un salto cuántico en las últimas tres décadas, con los descubrimientos de archivos y los análisis estilísticos y musicológicos que derriban viejas teorías sobre los orígenes y la evolución de este género. Hay que tener la curiosidad y la humildad suficientes para corregir relatos asentados que derriban las nuevas investigaciones. En eso andamos.
«La investigación del flamenco interesa lo mismo que la de otros ámbitos, o sea, casi nada. Quien se dedique a la investigación de flamenco y espere algún tipo de recompensa económica o de reconocimiento anda despistado»
– ¿En qué investigación anda metido ahora?
– Más que en una investigación propiamente dicha, estoy con el género memorialístico. Tras los trabajos con Carlos Martín Ballester en los que analicé las obras sonoras de tres colosos como Chacón, Manuel Torre y Tomás Pavón, y después del intento de describir los inicios de la lírica flamenca en el libro que ha coordinado Miguel Ángel Berlanga, me apetecía algo más a pie de calle. Rafael Ruiz y yo estamos recogiendo las memorias flamencas de Pepe Luque Navajas, una persona crucial en el flamenco de Málaga en las últimas seis décadas. Creemos que es importante salvar del olvido todo lo que saben nuestros mayores, verdaderos archivos vivientes que custodian información y vivencias que no hallaremos nunca en un archivo de papel ni digital. Estos permanecen pero las personas tienen la mala costumbre de desaparecer. Todo lo que podamos hacer en ese sentido me parece fundamental. Ojalá se hubiera hecho lo mismo con Silverio, la Niña de los Peines, la Macarrona o Niño Ricardo.
¿Una nueva ópera flamenca?
– ¿Cree que vivimos una nueva ópera flamenca, pero con Rosalía liderando el cotarro jondo, en vez del Niño de Marchena?
– Me estoy acordando del periodista Bagaría cuando le pregunta a don Antonio Chacón por el cante jondo y el maestro le rectifica diciéndole que hay que llamarlo cante gitano. Pues lo mismo, ¿qué tiene de jondo lo de Rosalía? Ella hace un pop levemente aflamencado con coreografías que gustan mucho al gran público, una Beyoncé aflamencada, pero no se le puede llamar jondo a eso. Jondo es un taranto de Chocolate o un fandango del Álvarez. Las Grecas era más flamencas que Rosalía, pero se las tragó la tierra. Se da la paradoja de que el flamenco no es comercial, pero lo aflamencado sí. Da que pensar.
– Sea sincero, que sé que lo es. ¿Qué le parece el momento actual del flamenco, en líneas generales?
– En la guitarra tenemos a maestros indiscutibles como Serranito, Sanlúcar, Pepe Habichuela, Riqueni, Amigo y unos jóvenes que conocen lo anterior y crecen con paso firme. En el baile pasa algo similar, aunque quizás en menor medida. El cante es, valga la expresión, otro cantar, pues es el núcleo duro del flamenco. En el baile y la guitarra los pasos se dan de leguas y en el cante de metros. Crear en el cante y que siga sonando flamenco es muy pero que muy difícil. En el cante veo demasiada monotonía en unos y salidas de tono en otros. Encontrar el equilibrio entre tradición y creación es bastante complicado. En las instrumentaciones cercanas al jazz flamenco es donde hay una creatividad extraordinaria que, en mi caso personal, disfruto grandemente.
«Las Grecas era más flamencas que Rosalía, pero se las tragó la tierra. Se da la paradoja de que el flamenco no es comercial, pero lo aflamencado sí. Da que pensar»
– ¿Hay algún joven que señale un nuevo camino?
– No lo veo. O quizás estoy incapacitado para percatarme de ello, pues el oído es un órgano muy conservador.
– ¿Cómo se imagina al nuevo mesías?
– No creo en los mesías en el flamenco. Creo que quiere referirse a lo que suele llamarse “artistas de época”. Si es así, no lo veo en el horizonte. Para que ello se produzca, si hablamos del cante, tiene que ser alguien que haya nacido en un entorno donde el compás sea un lenguaje natural, que conozca bien el cante antiguo y que tenga un sonido propio, distinto, como le pasó a Camarón, que sonaba a él desde que su madre lo parió. Pero para eso se tienen que alinear los planetas.
– Por último, Ramón. ¿Qué opinión le merece que ExpoFlamenco sea un portal de Vancouver, Canadá, aunque hecho en Sevilla, y que sea el más leído en el mundo, y el de mayor prestigio?
– Me parece estupendo y natural, ya que el flamenco no es de nadie ni de ningún sitio, aunque estemos acostumbrados a expresiones del tipo “alegrías de Cádiz” o “fandangos de Huelva”. Esos sones se generaron en determinados entornos, pero volaron ya por fortuna. Si no, se habrían fosilizado. Que Sevilla y Vancouver se unan en este proyecto me es muy grato, porque de allí salieron dos de las voces más profundas y enigmáticas, la de Tomás Pavón y la de Leonard Cohen.
Antoine Fouquier 25 marzo, 2022
Entrevista maravillosa.
Ramón Soler 26 junio, 2022
Muchas gracias por sus palabras.
Luis Rojas 26 junio, 2022
Entrevista para leer detenidamente y para aprender. Ojalá todos los que hablan de flamenco lo hicieran tan claro y con tantos conocimientos
Ramón Soler 26 junio, 2022
Muchas gracias Luis, como decía el torero, se hace lo que se puede. La verdad que es un lujo poder expresarse sin cortapisas.
Saludos
Pingback:Ramón Soler: las velocidades del arte jondo | ExpoFlamenco Prensa 15 septiembre, 2024