Fernando Otero: «Debería encendérsenos una lucecita al ver que el flamenco es admirado en medio mundo»
El escritor sevillano Fernando Otero publica su tercera novela flamenca, 'La suite jonda'. La historia recrea los avatares del I Festival de Cante Jondo en la Granada de Lorca y Falla en 1922. «Una manera de tener una voz en el mundo como artista es no desdeñar tus orígenes», afirma.
Fernando Manuel Otero-Saborido (Sevilla, 1978) es profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte, Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), donde ejerce de vicedecano de Calidad e Innovación Docente. La suite jonda (2020, Ed. Algaida) es su tercera obra de ficción tras Donde la muerte te encuentre (XII Premio Ateneo Joven) y La Sonanta (Premio Universidad Sevilla de Novela). Un relato ambientado en el Festival de Cante Jondo de 1922 en Granada y, al tiempo, el desastre de Annual, una grave derrota militar española en la guerra del Rif. «Esta novela puede alimentar a los ajenos a lo jondo y ojalá vuelva locos a los flamencos. Muchos lectores me cuentan que la han disfrutado aunque no saben diferenciar una seguiriya de unas bulerías«, dice.
– Literatura flamenca. Bendita sea. De hecho, desde hace mucho hubo referencias flamencas en el texto literario. ¿Qué obras del género –si es que existe– destacaría o le sirvieron de inspiración?
– Memoria del flamenco de Félix Grande es un libro mayúsculo. Una obra sobre la historia del flamenco, pero también es un libro de poesía y de filosofía. Haría una selección que no cabría aquí. La labor de documentación ha sido ingente. Después de la publicación leí Arqueología de lo jondo de Antonio Manuel. Pero la semilla de la novela estalló mientras leía el Robinson Urbano de Muñoz Molina. Su primera publicación y la única que no había leído.
– La suite jonda rezuma arte andaluz e intelectualidad. Sugerente combinación, rediós. ¿Algo que reivindicar al respecto?
– No sé si reivindicar, pero al menos recordar que una manera de tener una voz en el mundo como artista es no desdeñar tus orígenes. El flamenco es uno de ellos. Valle Inclán y Lorca, dos de nuestros mejores dramaturgos, se manifestaron así y la literatura nunca habló de tópicos. Si el apellido fuera Faulkner no habría necesidad de que nos hiciéramos esas cuestiones. Cuestión de complejos.
– ¿Qué ocurrió realmente en aquel Concurso de Cante Jondo de 1922?
– La cultura oficial, liderada por Manuel de Falla entre otros artistas e intelectuales, se ocupó de la música proscrita y marginal. A pesar del despotismo ilustrado cantejondista que señalaba el catedrático Ramón Serrera, el esfuerzo de aquellos locos de lo jondo todavía está por superar.
«¿Qué hubiera pasado si el flamenco como forma musical hubiera visto la luz en el País Vasco? ¿Y en Cataluña? ¿Y en Estados Unidos? Seguramente habría una industria muy protegida y, sobre todo, un prestigio cultural y social»
– ¿Y qué ocurrió en la mente del novelista?
– El novelista siempre ha visto en el flamenco y en los flamencos un material extraordinariamente novelesco. Hay una poética en la música y en sus vidas que me interesaba contar. Un músico prestigioso como Falla malgastando su tiempo y sus energías enfrentándose al provincianismo cultural en vez de estar en París con Ravel y Strabinksky. Ese altruismo es difícil encontrarlo hoy.
– ¿Cómo se combina el hecho flamenco con el relato militar de la masacre de las tropas españolas en Annual, Guerra del Rif, 1921?
– Bueno, a veces se ha querido ver una novela social en la coincidencia de ambas cosas. Aunque no era mi intención. Pero es cierto que, además de una coincidencia cronológica, había una tragedia social entre ambos hechos: los flamencos y los que masacraron en Annual obligados por la Ley de Quintos. Ambos son descendientes de una misma tragedia: la de la pobreza.
– Le leo que el objetivo de aquel concurso impulsado por Falla y Lorca era la conservación y purificación del cante jondo. Así que hace justo un siglo ya se hablaba de cuidar y depurar aquello que estaba en peligro o socialmente mal visto, ¿no? Porque se hablaba de los flamencos como músicos parias y marginales. Gentes de mala vida.
– En el año 23 se celebró otro concurso en el hotel Alfonso XIII de Sevilla. Justo en el momento que iba a cantar Manuel Vallejo, el rey ordenó suspender la actuación. Había una piel muy fina con el origen social de los flamencos.
– Explíquenos qué es eso de distinguir entre la autenticidad de lo jondo y la falsedad de lo flamenco.
– Comprender las cosas no es justificarlas. Yo comprendo aquella perspectiva si me transporto cien años atrás, pero no la justifico si la miro con los ojos de hoy. El único dogma del flamenco es la mezcla. Aquella mal llamada falsedad de entonces es, en realidad, su verdadera identidad: moriscos, gitanos, negros y judíos unidos en una misma voz. De aquella “división” de entonces nace el resultado musical de hoy.
– Y en esto llega Diego Bermúdez El Tenazas, el mesías de lo jondo, sentando cátedra. ¿Veremos en los días presentes al nuevo mesías antes del juicio final?
– Puede ser que lo veamos nosotros pero que su beatificación corra a cargo de los que nos continúen. Necesitamos tiempo para deglutir las cosas. Un genio como Enrique Morente llevó una carrera relativamente discreta –si lo comparamos con la dimensión de su genialidad– hasta su última etapa.
– Dice que tiembla de emoción cuando alguien le canta al oído por soleá. Y que en esta tercera novela vuelve al mismo libro. Siempre el flamenco como telón de fondo. Perdón por la falta de originalidad: ¿es una novela para aficionados flamencos?
– Es una historia que puede alimentar a los ajenos a lo jondo y que ojalá vuelva locos a los flamencos. O eso me gustaría. Muchos lectores me escriben diciéndome que la han disfrutado aunque no saben diferenciar una seguiriya de unas bulerías. En absoluto es una novela solo para flamencólogos.
«El único dogma del flamenco es la mezcla. Aquella mal llamada falsedad de entonces es, en realidad, su verdadera identidad: moriscos, gitanos, negros y judíos unidos en una misma voz»
– ¿Qué ha sacado en claro al escribir esta insólita novela flamenca? La portada, por cierto, no deja lugar a dudas sobre esta afirmación.
– Pocas certezas y muchas preguntas. Hay que pensarse mucho adentrarse en la ficción histórica, por aquello de la dedicación extra. Pero de una u otra forma volveré a literaturizar el flamenco.
– ¿Qué le sugirió aquella escena de la serie El ministerio del tiempo en la que Lorca ve a Camarón en directo interpretando sus versos?
– Me emocionó. La ficción es necesaria porque te lleva a lugares vedados para la realidad. La serie nos muestra a dos genios andaluces y universales transgrediendo el tiempo. Además, ese tipo de recreaciones ayudan a combatir tópicos. Eso es muy necesario no solo para el flamenco, sino para Andalucía.
– Usted es profesor de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. En su condición de aficionado al cante jondo, ¿tiene una opinión sobre la presencia del arte flamenco en las aulas universitarias que desee compartir con nosotros?
– Hay actuaciones muy importantes, como la Cátedra de Flamencología de Córdoba o el Máster Interuniversitario. Pero creo que la educación parte desde abajo. ¿Qué hubiera pasado si el flamenco como forma musical hubiera visto la luz en el País Vasco? ¿Y en Cataluña? ¿Y en Estados Unidos? Seguramente habría una industria muy protegida y, sobre todo, un prestigio cultural y social. No creo que Andalucía tenga que parecerse a nadie, pero sí debería encenderse una lucecita en nuestro interior al comprobar que nuestro arte es admirado y mimado en medio mundo.
Imagen superior: foto de José Antonio Zamora