Cristina Heeren: «Si hay un título para gastronomía y peluquería, también debe existir para el flamenco»
Flamenco y ojana. Seriedad y frivolidad. Amancio Ortega y la Junta. Triana y los sevillanos. Una charla con la gran mecenas del flamenco –impulsora de la Fundación Cristina Heeren, la mejor escuela flamenca del mundo– tiene mucho donde rascar.
Un portal, el presente, creado en Vancouver, Canadá, para promover el flamenco en el mundo. Un apoyo explícito al arte andaluz con financiación foránea. Esto le sonará familiar, doña Cristina. Ella asiente. La institución que lleva su nombre, Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco, lleva haciendo eso mismo desde hace un cuarto de siglo. Una prestigiosa escuela internacional de flamenco por la que han pasado ya seis mil alumnos y a cuyo claustro de profesores se han asomado maestros como Naranjito de Triana, Milagros Mengíbar, José de la Tomasa, Esperanza Fernández, Arcángel, Javier Barón, Calixto Sánchez, Carmen Ledesma, Paco Cortés, Rafael Campallo… Arrancó en el barrio de Santa Cruz, se mudó a Heliópolis y ha ido a echar raíces en Triana, en un magno inmueble de 1.500 metros cuadrados que alberga un coqueto espacio escénico de 140 butacas, el Teatro Flamenco Triana: un nuevo brillo en la agenda cultural de la vieja Híspalis. Tal es la misión de Cristina Heeren, hispanista y mecenas norteamericana, que fue distinguida con la Orden Civil de Alfonso X y la Medalla de Sevilla. Todo ello sin hablar andaluz. «No veo la necesidad de introducir un acento que no sea natural», dice.
Días atrás este medio asistió en el Teatro Central –Isla de la Cartuja, Sevilla– a la gala de ganadores del concurso Talento Flamenco, promovido por la Fundación Cristina Heeren. El nivel artístico era altísimo. Permítannos recordar el sugerente título de aquella crónica: El flamenco no se acaba, al menos esta noche. Mientras exista una nueva generación –como la que pasea cada día por Pureza 76– con ese conocimiento y afición, es imposible que esto muera. Y doña Cristina asiente.
– Usted lleva más de 20 años desarrollando una labor de mecenazgo en el flamenco. ¿Se siente cómoda cuando la definen así, como una mecenas del flamenco?
– Yo me presentaría como presidenta de una fundación que promueve el flamenco y la enseñanza del flamenco en todos sus aspectos. Y una aficionada al flamenco.
– Hemos leído que usted descubrió el flamenco en 1955 en un concierto de Antonio el Bailarín. Será verdad eso de que el flamenco te atrapa y no te suelta jamás.
– Probablemente sea verdad, sí. Porque luego estuve varios años alejada de él, cuando vivía en París y trabajaba de montadora de cine. A veces de noche me preguntaba: pero bueno, ¿qué estoy haciendo aquí? En fin, esto se ha arreglado.
– ¿En qué momento pensó que su principal contribución al arte flamenco podría ser la creación de una escuela de baile, cante y toque?
– Pues no era un plan. Fue una idea que surgió durante una grabación de José de la Tomasa. Estábamos en Francia con José Luis Postigo y Pedro Bacán. Fue Postigo quien dijo que era una pena que no existiera una escuela en la que los profesores fueran artistas ya reconocidos, porque eso serviría de inspiración a los alumnos. Y yo pensé: bueno, tampoco debe ser tan complicado de conseguir. Y como yo cuando me meto una idea en la cabeza me pongo a trabajar… Eso fue lo que pasó. Era el año 1993. Hubo que crear una fundación, patronatos… Empezamos en el 96.
– ¿No existía nada igual? ¿Existe algo igual?
– Creo que no. Lo importante es enseñar las tres cosas a la vez. Eso refleja la futura vida profesional de los alumnos. Van a trabajar en equipo. Yo creo que no hay nada igual. Pero no me planteo esas cosas. Yo solo hago mi trabajo. Nuestra directora Pepa Sánchez, una gran experta, nos ha creado un programa académico inmejorable. Y yo estoy aquí para ver que se cumpla.
– ¿De qué se siente más orgullosa después de estos veintitrés años al frente de la fundación?
– De los resultados que veo en los alumnos que salen de aquí. Están muy documentados, adquieren un conocimiento muy completo. Y de repente ganan la Lámpara Minera, se incorporan a compañías importantes, hacen grandes giras en solitario… Eso es realmente lo que me anima a seguir.
«Aquí hay una resistencia muy grande a lo que haga el sector privado. Lo estamos viendo en Amancio Ortega, con los argumentos más ridículos que he oído en mi vida»
– ¿Hay quien no perdona que venga una persona de fuera a montar en Andalucía la mejor escuela de flamenco?
– Supongo que sí, pero no soy consciente de alguien en particular. Se trata de hacer un buen trabajo, el resto no tiene mucha importancia. De todas formas no veo tan raro que una persona de fuera entienda el valor del flamenco. Eso siempre ha pasado. En el caso de los españoles, los andaluces, yo creo que es parte de vuestro encanto. No os tomáis en serio. Eso también es bonito.
– ¿No nos tomamos en serio a nosotros mismos?
– A lo que tenéis.
– ¿Se imagina a un español haciendo algo así en Estados Unidos? ¿Creando una fundación para preservar el jazz o el blues?
– No, no me lo imagino. Sobre todo saliendo de aquí, donde no es costumbre contribuir a un arte, un museo o un hospital. Hay una resistencia muy grande a lo que haga el sector privado. Ahora lo estamos viendo con Amancio Ortega, con los argumentos más ridículos que he oído en mi vida. En EE UU, lo que hace este señor prácticamente se les exige a los que ganan mucho dinero. Tienen que aportar, contribuir a la sociedad. Y aquí, como no salga del Gobierno no tiene valor.
– ¿Cuánto tiempo tardó en diferenciar los palos del flamenco?
– No mucho, porque tengo muy buen oído. Ahora, lo que me cuesta diferenciar son las variaciones que han aportado los artistas antiguos. Ya me gustaría aprender de ello en las clases de Pepa. Pero vamos, tampoco es tan complicado.
– La mayoría de los andaluces no diferencian una soleá de una seguiriya.
– Claro, depende. Pero si vas a vivir del flamenco, hace falta. Un chico puede llegar a una peña y que le pidan que cante la soleá de La Serneta. Y no puede contestar que no se la sabe.
– ¿Usted la reconocería? La soleá de La Serneta, me refiero.
– Quizás. No es tan complicado.
«El baile es lo que más ha sufrido en esa evolución del flamenco. La diferencia del baile entre la mujer y el hombre»
– ¿Y cuándo aprendió a diferenciar la jondura de la ojana? Conoce esa expresión, ¿verdad?
– Sí. Lo vi clarísimo desde el primer día. Si no, no haría este trabajo. Y además estaba muy bien rodeada de artistas muy ordotoxos, que es lo que yo pretendía, como Calixto Sánchez, José de la Tomasa, Milagros Mengíbar… Esta es la base que yo quería dar. Luego, los alumnos cuando salgan de aquí que hagan lo que quieran.
– ¿Hay mucha ojana ahí afuera?
– Sí. A veces es una ayuda, porque es menos duro de escuchar que un flamenco auténtico. La verdad es que hay mucha música aflamencada y a mí no me importa nada mientras que no se llame flamenco. Para mí es un problema de semántica.
– ¿Se cuida en Andalucía el flamenco como se merece?
– No, no creo. Hay una gran resistencia por parte de la Administración, en general. Estoy luchando, por ejemplo, por homologar nuestra escuela. Ya que en España es tan importante el título, queremos que los alumnos salgan de aquí con un título oficial. Y esto, no sé por qué, no logro conseguirlo. No quieren hacer cosas porque son nuevas. Todo ha sido nuevo al principio. Recuerdo que la educación física era una señora que levantaba los brazos. Ahora es una carrera. Hay que empezar en algún sitio, ¿no?
– ¿Se refiere a un título de formación profesional?
– Sí, es lo que estoy persiguiendo. Se pueden hacer cosas en la Universidad, pero es más elitista. La gente que viene al mundo del flamenco no siempre ha terminado la escuela. La formación profesional es el camino. Y si existe para gastronomía y peluquería, también tiene que existir para el flamenco, que es de aquí.
– ¿Usted considera que el flamenco es un arte de minorías?
– Sí, claro. El flamenco incluye unas armonías que no son usuales en la música occidental. A la gente le cuesta entenderlo si no lo ha estudiado. De hecho, cuando llevo un grupo a Estados Unidos doy una breve charla al principio sobre la historia del flamenco, para que la gente sepa lo que va a ver. Esto es una ayuda necesaria para el norteamericano, que tiene que entender las cosas, no solo sentirlas.
– Decía usted que ante todo era aficionada al flamenco. De hecho, la hemos visto en espectáculos de la Bienal y de otras manifestaciones de la cultura andaluza. ¿Qué le parece la dirección que lleva actualmente el arte flamenco?
– No creo que haya una sola dirección. Hay una mezcla de direcciones, unas acertadas y otras no. La Bienal se caracteriza siempre por la cantidad en lugar de la calidad. No sé por qué tiene que ser tan larga y por qué introduce cosas que no tienen nada que ver con el flamenco. Vuelvo a la semántica. Si no es flamenco, no es flamenco. Qué más da. Hay otras músicas. Existen. Algunas son maravillosas. Y creo que quizás se ha perdido el baile, la diferencia del baile entre la mujer y el hombre. El baile es lo que más ha sufrido en esa evolución.
– Si, como dijo alguien, el hombre es el mayor enemigo del hombre, ¿el flamenco es el mayor enemigo del flamenco?
– No, porque eso pide un ejercicio intelectual que dentro del flamenco no existe.
«Para los gobernantes es más fácil dar dinero a los que no están trabajando, sales mejor en la foto, en vez de crear empleo útil empujando lo que es andaluz»
– ¿Siente el reconocimiento de los flamencos a lo que ha hecho en estos últimos 25 años?
– Sí, creo que sí. En especial de la gente cercana, estoy muy agradecida. Sé que ellos son los que me apoyan, tenemos la misma visión, me animan. Pero yo lo que busco realmente es el éxito de los alumnos. Eso es lo que me importa.
– ¿Alguna espinita?
– Esta falta de interés que veo. Es que es grave, porque estoy hablando de creación de empleo. En el fondo no hay interés. Para la Junta de Andalucía es mucho más fácil decir ‘ay, qué pena’, el paro, dar dinero a los que no están trabajando. Sales mejor en la foto hablando de esta forma, en vez de crear empleo útil empujando lo que es andaluz.
– Le ponen buena cara pero no se retratan, ¿no?
– Exactamente.
– ¿Existe un sello ‘Cristina Heeren’ para los artistas formados en estas aulas?
– Sí, sin duda. Los artistas son diferentes entre ellos –El Choro y Alberto Selles, por ejemplo–, pero reflejan un sello de creatividad dentro del marco clásico. Creo que eso se nota. Y el conocimiento. Ellos saben lo que están haciendo.
– ¿En el flamenco existe el duende? ¿Usted lo ha visto?
– Sí, como en cualquier arte. En el flamenco se llama duende, pero en realidad es solo arte, inspiración. Tiene que existir, porque si no no estamos hablando de arte.
– ¿El duende se puede aprender detrás de estas paredes?
– No. El duende hay que nacer con él. Y cuanto más aprendas, más libertad tienes para expresarlo.
«No creo que en otros países se cuide más el flamenco. Están encantados cuando pasa por allí, pero no le dan un sitio especial»
– ¿Cuál es la asignatura pendiente de la formación flamenca?
– Un sello. Una homologación. Y proceder a presentar el flamenco en las aulas. Se habló de esto hace años, pero los políticos hablan de muchas cosas y luego se quedan las ideas ahí marginadas. En esto también vamos a intentar ejercer un poco de influencia.
– ¿Aprecia diferencias entre los alumnos de su fundación en función de si son locales o foráneos?
– Es difícil de saber. Quizá los alumnos de fuera, si hacen el sacrificio de venir a Sevilla, instalarse, pagarse el curso…, suelen ser un poco más formales en el estudio. Pero no podemos generalizar.
– Algunos artistas de renombre dicen que fuera de España se reconoce más el flamenco. Se llenan más teatros. Se respeta más.
– No sé, no creo. Es fácil decir estas cosas, pero esto no se mide por los aplausos que hay en un teatro en el extranjero. No creo que en otros países se cuide más el flamenco. Están encantados cuando pasa por allí, pero no le dan un sitio especial. El flamenco seduce, no cabe duda.
– Después de 25 años viviendo en Sevilla y dirigiendo esta fundación, ¿quiere confesarnos lo que más le molesta de los sevillanos?
– ¿Lo digo? Ja, ja, ja. La frivolidad. Yo creo que Sevilla es la capital mundial de la frivolidad. Pero también es el centro geográfico de Andalucía. Entonces, no tenemos más remedio que estar aquí. Debemos estar en Sevilla luchando por Sevilla.
– ¿Se refiere a tomarse más en serio las cosas importantes? ¿Al postureo?
– Sí, pero no solo eso. Las prioridades. Parece que solo importa la diversión y lo demás pasa a segundo plano. Lo siento, ¿eh?
Antes de visitar las fabulosas instalaciones de la sede central de la Fundación en la calle Pureza, corazón de Triana, se incorporan a la charla Silvia Calado y Alexandra Hoffer, responsables de comunicación y producción de esta institución. Hablamos sobre los grandes artistas que se han formado aquí: El Choro, Argentina, Manuel Lombo, Rocío Márquez, Luisa Palicio… «¿Sabes que el Niño de Elche también estudió con nosotros?», me dicen. Sí, algo había oído, contesto. «Él mismo reniega de haber pasado por esta fundación. Ya ves la que formó en el Lope de Vega, insultando gravemente al arte flamenco». Aquí interviene la propia Cristina Heeren: «La culpa es de quien incluye a alguien así en el programa de la Bienal de Sevilla». Vaya, siento tener ya la grabadora apagada. «Escríbelo, no hay problema».
Fernando Oraá Sáenz de Pipaón 7 junio, 2019
Me gustaba el flamenco. Hoy me doy cuenta que sólo soy un profano aficionado. Este reportaje me ha animado a algo más que no sé hasta dónde me va a llevar.
Gracias a todos vosotros por estar ahí y sentiros tan cerca.