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Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»

LOS ELEGIDOS (XII). El primer bajista que acompañó una gira del genio algecireño recuerda cómo fue el momento de búsqueda de nuevos caminos expresivos con el grupo Dolores, y cómo era compartir su vida con compañeros como Jorge Pardo, Rubem Dantas o Pedro Ruy Blas.


A punto de cumplir 78 años, sigue acudiendo al local de ensayo a diario: “Es el mono que tiene uno. Si no voy un día, me falta algo”, se encoge de hombros. Ahora toca el piano con su sobrino, Carlos Yébenes, haciendo rythm and blues, pero durante muchos años fue el bajista de grandes bandas, y el primero en tocar este instrumento con Paco de Lucía de gira. Álvaro Yébenes, el hombre que escribió su nombre en algunas páginas gloriosas de la música española hasta que decidió apartarse de todo, se acomoda en una cafetería del barrio de Argüelles, en Madrid, y deja correr la cinta de su memoria.

 

 

– La música, ¿estaba presente en su casa cuando era niño?

– Yo nací en Valencia, pero vivo en Madrid desde los cuatro años, en El Viso. Es un sitio junto al Santiago Bernabéu que entonces eran todos chalés, vivían los americanos de la base de Torrejón. La música me llegó sobre todo con mi hermano, que es un compositor de clásica. Venía a casa con Luis de Pablos, que es un compositor, teníamos arriba un estudio con un piano y yo subía a verlos y a incordiar. Les decía: “Me gusta lo raros que sois”.

 

– ¿Y cuando se decidió usted a tocar?

– Teníamos una tienda de discos y electrodomésticos en la plaza del Callao. Ahí venían todas las novedades que salían, mucho folklórico y poco americano, ya sabes. Empecé a oír a los Shadows y descubrí otra forma de pensar, de hacer música. Y a los Beatles, los Rolling, toda esta gente. Teníamos muy cerca casas de música que vendían instrumentos, y yo me pasaba el día probándolos. Pero nunca he tenido ese don (que no es don, es que se lo curran) que tenía por ejemplo Paco de Lucía. Cuando me fui con él de gira por Europa, lo veía estudiar y pensaba: “Joder, esto es una máquina”. Y él decía: “Es que llevo desde niño haciendo esto”.

 

– Llegaremos a eso, pero tengo un amigo que dice que el cuerpo de Paco estaba diseñado para tocar la guitarra…

– Sí, él decía que se le había puesto el culo así de gordo de tanto tocar [risas].

 

– Antes de Paco, ¿con quién tocó?

– Yo empecé tocando la guitarra con un grupo instrumental, Los Continentales. Me encontré con un aparato de eco, Wilson, italiano, que la gente alucinaba. Lo puse de moda aquí. Luego metimos un cantante y el guitarrista era Tony Obrador, que estaba con los Bravos, y empezamos a tocar en teatros y sitios grandes. Entonces vinieron The Canaries, que habían estado nueve meses en Estados Unidos y ahora de una gira por Europa. El bajista dijo que no aguantaba más, era gente bien acomodada, y como en esa época yo estaba tocando el bajo, me llamó el padre del cantante, que en aquella época era don Eduardo Bautista. El padre de Teddy, quien luego fue presidente de la Sgae. Así empezamos a montar Los Canarios. Tuvimos un éxito inesperado, viajamos por todos lados…

 

– Hasta ese momento, ¿el flamenco no le había rozado?

– Sí, sí, es lo que más oía. El problema era que siempre eran los mismos. Hasta que no salimos por Andalucía y no descubrimos que había más, nos quedábamos en Manolo Caracol, que estaba aquí, a Serranito, a Manolo Sanlúcar… Luego en Benidorm coincidimos con un guitarrista que era Melchor de Madrid, que acompañaba a una pareja de bailaores y tocaba muy bien. Yo lo escuchaba pero no tocaba, para eso hay que tener una gracia y yo no la tengo.

 

– Bueno, el bajo entonces no existía para el flamenco. 

– Es cierto. A mí el bajista catalán que tocó luego con Paco [Carles Benavent] no me termina de gustar, pero el último, el cubano [Alain Pérez], sí tiene esa gracia, con las cosas en su sitio…

 

 

«Él decía, “bueno, ya lo sabéis todo”. Y nosotros: “Si tú lo dices…” [risas] Como todo en esa época, era todo apresurado. Nos veía como el acompañamiento, “os pongo una camisa blanca, un pantalón negro y a tocar conmigo”. No estábamos a su nivel»

 

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 

 

– ¿Cómo se produce su cruce con Paco?

– Después de Los Canarios, la gente de los metales pensó que estaría bien formar una orquesta para ganar dinero, y formamos Alcatraz. Grabamos un Lp en Hispavox… Y nada, no pasó nada, como siempre. Pero por lo menos nos dio pie a salir en televisión, hacer algunas actuaciones. Entonces las casas de discos sí apoyaban, no como ahora, que no hacen nada. En Madrid teníamos unos treinta clubes que tocaban cada día tres grupos u orquestas. No discotecas, sino clubes, megaclubes de dos o tres pisos, con gogós en jaulas, de todo… No sé cómo, fueron desapareciendo y se acabaron. El caso es que cuando Teddy se va a la mili, entra a cantar con nosotros de suplente Pedro Ruy Blas, que era mucho más cantante que Teddy. Así pasé a Dolores, que era el grupo de Pedro, y grababan en Polygram. Y allí estaba Paco también grabando, sobre el 78 o el 79, justo cuando se iba a disolver Dolores…

 

– ¿En qué momento se encontraba Paco entonces?      

– Quería cambiar. Luego Sabicas y toda esta gente dirían que Paco no tocaba flamenco. Pero yo lo oía, y pensaba, joder, pues si no toca flamenco… Lo que pasó es que quería salirse de ese círculo, ser el protagonista y no limitarse a acompañar. Y se lanzó a tocar por primera vez con un grupo que no fuera de músicos profesionales. Yo se lo decía, “Paco, tú lo que quieres es hacer otra cosa”. Porque técnicamente iba sobrado, pero quería tomar otro camino, y no sabía aún cómo hacerlo. Nosotros nos mirábamos y pensábamos: “A este lo tenemos que agarrar por el cuello y que no se mueva de aquí” [risas].

 

– ¿Qué le faltaba a Paco?

– No sabía música, le faltaban las bases. Él sabía flamenco, las cadencias, fa-mi, la-sol-fa-mi… Eso lo dominaba, pero cuando le decías, “Paco, novenas, treceavas, acordes alterados…”, él decía, “es que esto no pega en el flamenco”. Y era verdad. El flamenco está muy encasillado, como te salgas de ahí, ya no suena flamenco.

 

– Lo difícil era incorporar todo aquello y seguir sonando jondo.

– Así es, él lo hizo pero también sufrió mucho. Nadie daba un duro por su idea. Gustaba mucho él, hiciera lo que hiciera. Ya tocábamos Entre dos aguas y la gente se volvía loca en Londres, en Berlín… Pero se encabezonó en hacer algo más. Yo he visto un vídeo que coge a Larry Corryel y lo engancha y le pregunta cómo hace él con la guitarra. Y Corryel le responde, “es que vosotros estáis encasillados y nosotros, los jazzeros, somos libres, vamos por aquí, por allí, no tenemos una dirección”. Y Paco no pudo salirse, porque terminó tocando flamenco, siempre.

 

– Y usted tuvo que ponerse las pilas.

– Me compré un disco enorme de guitarra con todos los palos, incluso con los pasos de baile, pero me aburría. Venían hasta las paradas, “aquí el bailarín hace esto”. Yo estaba acostumbrado a disfrutarlo en el momento. Luego tropecé con los americanos y con el claqué, y es distinto. El flamenco es muy bestia, el claqué lo dice todo sin desmadrarse.

 

– ¿Hablaron de música a menudo?

– Yo creo que en el fondo tenía un poquito de complejo de no saber música. No quería que le dijéramos esto es así o asao, tocaba como lo sentía. A veces los flamencos temen perder espontaneidad si estudian, o se les quitan las ganas. Pero una vez cogió mi bajo y se puso a tocar y… ¡uf! Hay un vídeo en Youtube donde está él tocando el bajo, pero la guitarra era lo suyo, además la misma. Una vez estaba esperando un taxi, vino un camión de la basura y le pasó por encima, y la volvió a reconstruir, idéntica. Era como el que llevaba un crucifijo, su fetiche.

 

 

«No lo llegué a conocer tan bien. Para mí era como tanta gente, que no acabas de entenderlo. Estaba acostumbrado a orquestas, donde todo está muy ensayado, y Paco era imprevisible, pero era muy amable con los músicos, y pagaba muy bien. Era muy desprendido»

 

 

Álvaro Yébenes, durante su charla con Alejandro Luque en el barrio de Argüelles, Madrid. Foto: Francesco Militello

 

 

– ¿Cómo era la vida con Dolores?

– Vivíamos todos en un piso en Sainz de Baranda, y empezaron a llegar gente que no sabíamos ni quiénes eran. “Me interesa quedarme aquí, porque me sale más barato”. Rubem llegó en una de estas, con otro brasileño. Tocaba muy bien percusión, pero no esa que toca con Paco, sino los pitos, los ruiditos… Nos pareció muy curioso y muy bien. La convivencia no era siempre fácil, yo traje a Jorge a Dolores, porque estaba peleado con Pedro… A veces los músicos se rechazan unos a otros, y yo los unía cediendo, porque lo que me gustaban eran los grupos. ¿Para qué quiero yo lucirme? A mí lo que me gustaba era que todo sonara bien.  

 

– Sus compañeros en Dolores, ¿eran flamencos ya?

– Jorge [Pardo] todavía no, era aún un músico de jazz, intuitivo sobre todo. Pedro sí iba mucho a los tablaos, le gustaba mucho ese ambiente. Pero estábamos más en la fusión que en el flamenco. Además, vivíamos de eso, no podíamos permitirnos aventuras muy arriesgadas.

 

– ¿Cómo empezaron a girar con Paco?

– Ni ensayamos. Él decía, “bueno, ya lo sabéis todo”. Y nosotros: “Si tú lo dices…” [risas] Como todo en esa época, era todo apresurado. Nos veía como el acompañamiento, “os pongo una camisa blanca, un pantalón negro y a tocar conmigo”. No estábamos a su nivel.   

 

– Lo de no ensayar, para Paco, ¿era pereza, o una manera de poner a la gente al límite?

– Sí, le gustaba que estuviéramos todos alerta. Pasaba también con Ramón de Algeciras, que era muy clásico tocando, y lo tenía desesperado, porque le cambiaba constantemente las cosas. Paco se veía sobrado y decía: “Les voy a dar a estos un poco de caña…”  Y nosotros así, con los ojos fuera de las órbitas, mirándole las manos a ver por dónde salía.

 

– ¿Dónde tocaron?

– Bruselas, Londres, París, varias ciudades de Alemania… Como quince días, pero quince días que no sabías si era de día o de noche, porque después del teatro siempre había alguien que decía, “veniros, que vamos a comernos una paella”, ¡por la noche, a las tres de la mañana! Y Paco se ponía a tocar allí. Era una vida muy ajetreada, mucha marcha, con mucha gente que no tenía nada que ver con la música. Además yo no hablaba inglés, Paco sí, muy bien además. Yo no estaba en el ambiente, era demasiado para mí. Yo estaba acostumbrado a un nivel más modesto. Yo pensaba en mi futuro, Paco no, porque tenía claro que triunfaba. Tenías que ver también las colas para firmar autógrafos después de las actuaciones, y además españoles.

 

– Las fiestas, ¿eran muy salvajes?

– No, no, se ponían un poco bien, pero ya está. Y de ahí nos metían en un tren, aquellos trenes alemanes que te dan desayuno y son una maravilla, te haces 200 kilómetros y no te das ni cuenta, es como el metro. Yo me iba dejando llevar, era muy miedoso y me daba terror perderme.

 

 

«No me encontraba a mí mismo como una estrella. Cuando eres una estrella y lo sabes, lo explotas al máximo. Yo, ni mucho menos. Todos han fallecido, algunos más jóvenes que yo… Me da hasta vergüenza morirme después de ellos, con lo que valían»

 

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 

 

– Al Paco persona, ¿cómo lo recuerda?

– Muy bien. Tuve muchísimo trato, era muy permisivo, no ponía ninguna pega. Lo único que quería era que estuviéramos pendientes en las actuaciones, que llegáramos a la hora, que no nos perdiéramos… Ramón era el que hacía de mánager, y hacía bien. Recuerdo una vez en Londres, tocamos Entre dos aguas en una televisión, y salió bien como podía haber salido mal. Siempre estaba todo en el aire, hacía cortes que no habíamos ensayado ni nada. Pero él entraba siempre bien, siempre. Pero no lo llegué a conocer tan bien. Para mí era como tanta gente, que no acabas de entenderlo. Estaba acostumbrado a orquestas, donde todo está muy ensayado, y Paco era imprevisible, pero era muy amable con los músicos, y pagaba muy bien. Era muy desprendido.

 

– ¿Le puso mote?

– Sí, a mí me llamó El Bodeguilla. El Bodega era Jorge, pero como en esa época yo le daba mucho al alpiste, me cayó ese apodo [risas].

 

– ¿Alguna anécdota especialmente memorable?

– Yo lo admiraba mucho, le tenía mucho respeto. Tenía algo que no tenía nadie más. Ves a Manolo Sanlúcar u otros, y todos son muy trabajados. Él no tenía que hacer mucho esfuerzo, era ligero. Yo respetaba enormemente eso. Por eso me fui, también.

 

– ¿Por qué?

– Bueno, yo dejé de tocar y me puse a trabajar de cualquier cosa, que es lo que me permite ahora tener una pensión. En aquella época los contratos la mitad eran mentira. Te pagaban y ya. Y pensé que necesitaba algo fijo, estable. Paco nos pagaba muy bien, pero vi que estaba a su aire, no era nada seguro. Y luego era demasiado seguirle, tenías que ponerte detrás de él para tocar a gusto. Yo no estaba acostumbrado a darlo todo, él sí.

 

– ¿Recuerda cómo fue su despedida de él? 

– Se lo dije, “mira Paco…” Pero muy bien y muy normal, porque el único que cuadraba ahí era Jorge. Jorge es muy flexible, yo lo he visto con Tete Montoliú y se adapta a todo, tiene un oído absoluto, o algo parecido. Todavía me sorprende su facilidad, al escucharlo con Chick Corea, de haberlo conocido de chaval a verlo a tocar con toda esa gente…  Era una persona que se ponía a improvisar y podía estar media hora con la misma canción sin repetirse. Yo me preguntaba, “¿de dónde sacará todo eso?”. Con lo difícil que es hacer dos cosas bien, y a él le salía una ristra…

 

– ¿Se arrepintió alguna vez de haberse marchado?

– No, yo llevaba ya muchos años, y el mundo del espectáculo siempre me ha fastidiado, no me gusta, porque hay una politiquilla, un trato… Yo sé lo que es hacer una gira por Galicia, llegar allí y no pagarte. Esas cosas te dejan pensando, ¿para qué me voy a molestar? Por eso veía a Paco y pensaba, ¿dónde habrá vivido para no caer en todo eso? Como aislado, en un globo. Y yo no quería pinchar el globo tampoco, no quería pensar que no se podía. Para mí dejarlo todo fue quitarme lastre, me fui de conserje y me alivié. La música nunca la dejé, me hice cuatro cursos de clásico de guitarra, tres de contrabajo clásico… Pero ya era otra historia. Necesitaba una guía de estudios. Con los grupos no podíamos, vivíamos a lo que salía.

 

 

«Yo creo que en el fondo tenía un poquito de complejo de no saber música. No quería que le dijéramos esto es así o asao, tocaba como lo sentía. A veces los flamencos temen perder espontaneidad si estudian, o se les quitan las ganas. Pero una vez cogió mi bajo y se puso a tocar y… ¡uf!»

 

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 

 

– A Pedro nunca se le ha reconocido del todo su papel en la evolución de Paco. ¿Cómo recuerda aquella relación?

– Pedro es un poco como Paco, tiene ese globo suyo. Y mira que le hemos invitado, y siempre rehúye todo, excluye muchas cosas. Pero mira, Pedro estuvo en un concierto que dio Jaco Pastorius en Barcelona, después de dejar Weather Report, y llegó a conectar con él. Jaco estaba en un baño tocando, había pedido una cancha de baloncesto para practicar antes de tocar y estaba en la ducha, cantando uno de sus temas dedicado a una ex… Y Pedro lo oyó y empezó a tararearlo, y Jaco salió de la ducha y dijo ¿por qué cantas eso? Fíjate qué dos. Son muy parecidos, pero a mí ese ambiente no me gustaba. Pedro me encanta la voz que tiene, pero su mundillo no me atrae tampoco. Soy más normal, o mejor dicho, más clásico. No me fascina quien haga bien algo, me fascina y busco la explicación. Pedro era muy explosivo.

 

– ¿Cómo era Pedro como percusionista?

– Era muy buen batería. Yo lo he visto con Lou Bennet, tocando los dos en Whisky Jazz, y parecía que llevaba toda la vida tocando con él. Es de esa gente que está muy metida en lo que hace, yo soy lo contrario, estoy siempre observando. Ya me gustaría meterme a veces, pero no sé.

 

– ¿Y la amistad de Pedro con Paco?

– Muy grande, se ponían ciegos los dos y se lo pasaban estupendamente, vacilaban con todo sin pasarse. Algo muy sano.

 

– ¿Siguió la carrera de Paco?

– La estoy viendo ahora, con todo lo que han subido de él en Youtube, de cuando era joven, todo eso lo he visto para entender por qué tocaba así. Llevaba encima un bagaje muy grande. Y le cuidaron mucho, sabían que era muy valioso.

 

– ¿Nunca volvieron a encontrarse?

No, la verdad. Yo en esa época ya estaba trabajando al margen, me perdí todos los 80. Me contaron que había habido un boom, que si los Mecano, que si… Y yo no escuché nada. Me quedé en el soul de Otis Redding, de James Brown, el rythm and blues que es lo que más me gusta. De la Movida me enteré después, porque Hacienda le había cobrado no sé cuánto a unos o a otros.

 

– ¿Radio Futura, Alaska, Gabinete Caligari…?        

– Los oía un poco y me sonaban a rayos. A lo mejor son muy buenos, pero…

 

– ¿Cómo se enteró de la muerte de Paco?

– Creo que fue por la tele, porque yo ya estaba desconectado de todos: de Pedro, de Teddy… Allí fueron casi todos a pedirle trabajo a la Sgae, y a mí me parecía que sería rebajarse. Para mí era un cantante Teddy, aunque hubiera hecho Jesucristo Superstar y muchas cosas, pero es otra persona muy distante, no me veía llamando a esa puerta para que me mandara a las cafeterías a cobrarles el impuesto, y que me dieran con un palo. [risas] Lo de Paco lo supe por las noticias, luego se murieron los hermanos de Alcatraz, con los que tenía una relación más humana… De Alcatraz también hui, empezaron a hacer giras con Camilo Sesto por Estados Unidos y yo soy muy casero. Veía todo eso tan grande, y me dije: para mí algo más sencillito.

 

– ¿Le habría ido de otra manera si hubiera tenido otro carácter?

– Alguna vez lo he pensado, “joder, qué de oportunidades he tenido en la vida”, pero era así, no podía evitarlo. En el fondo no me arrepiento, soy muy cortado. En el fondo me da vergüenza salir y que me aplaudan. Yo no podía. Siempre estaba detrás, en segundo o tercer plano. No me encontraba a mí mismo como una estrella. Cuando eres una estrella y lo sabes, lo explotas al máximo. Yo, ni mucho menos. Todos han fallecido, algunos más jóvenes que yo… Me da hasta vergüenza morirme después de ellos, con lo que valían.    

 

 

 

→  Ver aquí las anteriores entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:

 

# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»

# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»

# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»

LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”

LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»

LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»

LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»

LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial» 

LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»

LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»

LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara» 

LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad» 

 

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 

El músico Álvaro Yébenes. Foto: Francesco Militello

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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