Lo volvió a hacer. Si hay un bailaor que convierta el graderío así en una riña de oles es Juan Manuel Fernández Montoya. Preso de la emoción, se lo jugó todo a la excelencia artística escatimando en el montaje del espectáculo, flojo en cuanto a la dirección escénica. Disfrutó e hizo disfrutar al respetable y a este crítico con una obra simple pero resultona. Farruquito formó el taco en Utrera. Poco podía salir mal con buenos ingredientes, diría. Vino al Tacón Flamenco con el cante de Pepe de Pura, Antonio Zúñiga y El Pechuguita. Ané Carrasco y Paquito Vega a la percusión y la guitarra de Yerai Cortés. Además del inestimable abrigo de los artistas invitados. La garganta de Morenito de Ílora, los pies de Juana Amaya y Tomatito a la bajañí. Todos a la llamada de El Capitán para proseguir con el tributo a Juan Fernández Flores El Moreno, a quien rinde honores este festival desde el 21 hasta el 28 de febrero.

 

Se valió de una propuesta de copia y pega en la que si bien cada una de las piezas estaba trabajada, le faltó hilvanarlas argumentalmente a fin de lograr una solución fluida. La ausencia de transiciones y otras poco justificadas le restaron calidad al discurso pero no a la transmisión. Ya que cada uno de los artistas dejó marcada su impronta.

 

En off se sucedieron diferentes intervenciones orales de flamencos como Chocolate, Camarón, Manuel Molina… que a modo de sentencias enmarcaron el toque por seguiriya que dio tono a Pepe para rajar el aire por tonás. Bajo un cenital, a un lado del escenario se iluminó esa voz dotada, a pesar de su timbre nasal, que se alternó con la de Zúñiga desde el otro extremo. La nuez afillá y flamenquísima de Antonio arrojó al entarimado a Juana Amaya y Farruquito. Compartieron luz en las tablas dialogando con sus figuras ante la admiración mutua en un momento de excitación que enardeció la sala. La cosa empezó fuerte. Juana descolló recia con su baile enérgico e impetuoso esparciendo la cal de Morón por Utrera. Juan demostró que sigue mandando en lo suyo. Y Pepe golpeó con el macho seguiriyero de Molina para recoger este primer paso a dos racial e hiriente.

 

Luego los tres cantaores se repartieron unos cuantos fandangos de Huelva y otros naturales. Una pincelaíta sabrosa de buena percusión de Ané y Paquito fue el preludio del son por alegrías. Antonio inició arromerao en la Maestranza de Sevilla, le siguieron de Pura por cantiñas y El Pechuguita, que tronó después ya en el remate por bulerías con esos olores a tomillo y romero que le robó al Tío Moro y que éste y Fernando de la Morena le sisaron a Juanito Valderrama. Era la primera vez que El Pechuguita prestaba su cante a Juan. Y lo hizo a lo grande. Farruquito se movió en metro y medio cuadrao por alegrías para hacerle un monumento a la sal. Le bailó al cante de los tres ases. Cerquita, en un corro acotado por el calor de sus voces, se contoneó con gallardía, olvidándose de los aspavientos acrobáticos, más templado que de costumbre y con más arte si cabe. Zapateados a compás, escobillas de dulce, arrecogías de chaqueta que dislocaron… Dibujó con sus pies, su cara y su cuerpo la pintura que da sentido al baile flamenco. Jondo en el gesto, enjundioso con los ataques y contenido en la escucha, sacó uno a uno a los cantaores para dedicarle su baile en exclusiva gozando de la intimidad.

 

 

«Farruquito es el baile. La elegancia que embruja en el cuerpo de un gitano menúo. Se codea con la galantería porque la inventaron con su sangre. Bailó con gracia, finura, ritmo, rajo… Pegó un puñao de pellizcos gordos y otros suaves al recogerse. Y con sus desplantes. Pero también parao, dominando los silencios al jugar con el tiempo»

 

 

 

 

Morenito de Ílora reveló que aún pega bocaos. Lo hizo por tangos al lado de la sonanta de Tomatito. Ambos bordaron un pasaje hermoso, algo extenso, que abrocharon por bulerías señalando que la veteranía da una coloratura especial al cante y que el toque de un maestro siempre duele, por más que una avalancha de guitarristas virtuosos obsesionados con la armonía pretenda desvirtuar la esencia de la guitarra de acompañamiento.

 

La misma vestimenta. Como dos gotas de agua. Farruquito y su hijo El Moreno pergeñaron uno de los instantes con más empaque de la noche. Dos estandartes de gitanería replicaron la caña. A ratos respondiéndose, otros calcando la coreografía que deleitó a los oidores que acudieron al ritual del apellido Fernández. Un mico de acaso diez años se racionó con el padre los jaleos que el teatro les regaló. No era para menos. Porque en unos cuantos palmos de talla se transparentaron quilates de flamencura. ¡Qué gestos! ¡Qué planta! Farruquito se regocijaba orgulloso ante la evidencia de un bailaor. Su hijo El Moreno no despegaba los ojos del padre debatiéndose entre el cariño y la admiración. Las idas y venidas a una mesa en la que se sentaron a hacer compás con las manos en una conversación entre dos generaciones del baile provocaron camisas partidas en el público. Desnudaron su herencia ante la afición. Los despidieron ovacionando. Y sus besos viajaron por el aire hacia el busto de Juan El Moreno que preside el proscenio desde la inauguración del festival.

 

Juan acabó llorando. Con la voz temblorosa se mostró agradecido a su padre por «enseñarme tantas cosas, haber podido disfrutar de él, un ser de luz que todavía hoy me guía. Y por haberme mandao el regalo más grande: a mi hijo, que lleva su nombre». Tras besar con amor profundo la escultura, llegó el fin de fiesta al que se unieron Nazaret Reyes, que bailó con fuerza y descalza, Lolo Fernández con su arrebatadora pataíta, además de Manuela y Triana, hijas de Farruquito, que sembraron su desparpajo por bulerías.

 

Asistimos a una exhibición de buen cante, una percusión extraordinaria y la guitarra pulcra, acompasada y brillante de Yerai. Decir que Farruquito bailó bien es de testigo notarial. De poco age, aparte de quedarse corto. Farruquito es el baile. La elegancia que embruja en el cuerpo de un gitano menúo. Se codea con la galantería porque la inventaron con su sangre. Bailó con gracia, finura, ritmo, rajo… Pegó un puñao de pellizcos gordos y otros suaves al recogerse. Y con sus desplantes. Pero también parao, dominando los silencios al jugar con el tiempo.

 

 

Ficha artística

Farruquito y amigos
IX Tacón Flamenco de Utrera
Teatro Municipal Enrique de la Cuadra, Utrera
25 de febrero de 2023

Baile: Farruquito
Cante: Pepe de Pura, Antonio Zúñiga y El Pechuguita
Guitarra: Yerai Cortés
Percusión: Ané Carrasco y Paquito Vega

Artistas invitados:
Cante: Morenito de Ílora
Baile: Juana Amaya
Guitarra: Tomatito