El gozo insaciable de La Piñona y los inclasificables Perrate + Za!
Lucía La Piñona sentenció. Trajo al II Vejer Flamenco su espectáculo Insaciable y estuvo arrebatadoramente flamenca, arrebatadoramente sensual. El público que aguardó acabó casi en trance con Tomás de Perrate + Za!, bailando cosas raras poco amigables con el flamenco.
Lucía La Piñona sentenció. Trajo a Vejer su espectáculo Insaciable y estuvo arrebatadoramente flamenca, arrebatadoramente sensual. Destapó la intimidad de sus entrañas en un ejercicio reflexivo de instrospección desnudando sus sentimientos más viscerales. Desgranó una concatenación de emociones encontradas y el idilio amoroso con el bailaor Jonatan Miró sirvió de hilo argumental para incardinar diferentes momentos de autoexploración. Dejó aflorar el deseo, los celos, la excitación o la fantasía como camino a la liberación catártica de una mujer que se busca. Se busca y se encuentra en la exhibición deliberada de la maraña que acuna en lo más pasional de su ser. Mediante un diálogo interno y su manifestación en la relación con el otro, Lucía La Piñona mostró sus debilidades y fortalezas mucho más allá de una simple interpretación dramática: suponía la necesidad del autoconocimiento y presentación ante los ojos del público. En este juego del descubrimiento surgieron los conflictos que la llevaron a la confesión del placer y su celebración a través del flamenco, que lo mismo actuó como vehículo para la intensidad del gozo insaciable de La Piñona que como reflejo de la incertidumbre de una bailaora que se pregunta o se castiga.
Bajo la magistral dirección coreográfica de Estévez y Paños y con la extraordinaria música del guitarrista Ramón Amador, Lucía La Piñona enjaretó una obra redonda y completa a la vez que inacabada en cuanto a que ahondó en las profundidades insondables de las emociones femeninas. Si a esto le sumamos la garganta almibarada y sensible de Jesús Corbacho, la voz plomiza y jonda de El Pechuguita y los giros frescos de El Mati, conformaron un trabajo exquisito que no requirió de instrucciones para entenderlo porque arañaba las fibras del alma. La Piñona no acudió a las concesiones vanguardistas, sino al primitivismo de las sensaciones carnales y psicológicas que todos conocemos. Pero no por ello se aferraba a lo que huele a mohoso, sino que su baile es ecléctico, elegante, novedoso y tradicional, con sello propio. La coreografía fue heterogénea, cuajada de desplantes y figuras originales que no atendían al efecto estético, que también, sino a la prospección de un lenguaje distinto para aquello que pretendía expresar y que precisaba de los dibujos de un cuerpo rastreando lugares donde atinar. La Piñona tiene recursos dancísticos que tocan lo clásico y lo flamenco, lo académico y lo rancio. Pero todo lo pasa por el tamiz de la verdad. Se entregó al completo y rebañó sin dejarse nada que arrojar al entarimado.
«Lucía enloqueció, danzó con los labios humedecidos, el rostro desencajado y muy seductora. La Piñona se descubrió indómita, sorpresiva e impredeciblemente salvaje. La ovación duró una eternidad»
Así lo hizo desde la introducción o las alegrías, en las que Corbacho paseó por Córdoba y El Pechuguita se arromeró en la Maestranza de Sevilla. O cuando El Mati coronó con el cambio a la caña. También en la milonga que tributó Jesús a Marchena, en la toná enjundiosa que tronó de nuevo El Pechu, la seguiriya o la farruca. Miel fue lo que derramaron al entonar El Compromiso que siempre nos trae el recuerdo de Fernanda y Bernarda de Utrera. No faltaron los fandangos y abandolaos, ni siquiera un guiño a Los Chichos, Pata Negra o un bolero. Pero donde pegó pellizcos de locura fue en la soleá. La Piñona bailó reposá, regocijándose en el lamento, paseando con parsimoniosa lentitud, coloreando con un braceo maravilloso guirnaldas en el aire, sin prisa, porque las emociones no corren y el dolor hay que sentirlo para encararlo. Ante un silencio sepulcral, dio una lección de baile. Con pies definidos, el cuerpo lo movió a su antojo preñado de sensualidad y jondura. El gesto fue el oportuno, sin histrionismo pero muy animal. Los marcajes potentes a la vez que dulces, la escobilla jugó con los tiempos y los replantes llevaron su apellido.
Jonatan Miró bailó con coraje, a veces en exceso, en contraposición a la finura de la sugerente feminidad de La Piñona que, tras rapear un poco, abrochó la actuación por bulerías con soniquete y age, pidiéndole baile a El Pechuguita. Este se marcó una pataíta con gracia y compás alternando la rendición de honores a Manuel Molina con El Mati o el recuerdo a Luis de la Pica.
Lucía bailó con muchísimo gusto. Desabrochó su pecho para dejar escapar sus luces y sombras, abandonándose a la fragilidad que provoca dejar al aire sus verdades. Toreó con Jonatan su romance, se rozaron y pecaron mordiendo la manzana, se acariciaron, se besaron e hicieron el amor con flamenco. Enloqueció, danzó con los labios humedecidos, el rostro desencajado y muy seductora. La Piñona se descubrió indómita, sorpresiva e impredeciblemente salvaje. La ovación duró una eternidad.
«La Piñona bailó reposá, regocijándose en el lamento, paseando con parsimoniosa lentitud, coloreando con un braceo maravilloso guirnaldas en el aire, sin prisa, porque las emociones no corren y el dolor hay que sentirlo para encararlo. Ante un silencio sepulcral, dio una lección de baile»
Tomás de Perrate + Za!
Se oía la grabación del bullicio de un mercadillo. Al poco tiempo una trompeta desde un lateral de la parte trasera del graderío. Luego al otro lado el sonido de unas baquetas sobre el suelo, las sillas y lo que iban pillando a su paso. Eran Pau Rodríguez y Edi Pou, componentes del grupo Za! que junto al cantaor Tomás de Perrate formaron una rave psicodélico-flamenca tras la intervención de La Piñona. Guitarra eléctrica, percusión, batería, efectos y mucho son. Para entender esta extraña unión en un festival flamenco hay que escarbar en las razones o asumir que los artistas hacen lo que les da la gana. Y el público manda. Claro que la singularidad de Vejer Flamenco admite estas incursiones inapropiadas en cualquier festival flamenco que se precie salvo en La Bienal de Chema Blanco, allí presente. El público que aguardó acabó casi en trance, bailando cosas raras poco amigables con el flamenco.
Se justifica la cuota del arte jondo por la presencia de Tomás, que entonó pregones, seguiriya con cambio de Juanichí El Manijero e incluso aquellos tercios por soleá en los que su padre ponía precio a sus carnes si tuvieran alivio sus penas. Imbricado todo ello entre otros temas donde lo mismo farfullaba un galimatías ininteligible que alternaba con otras piezas en las que asomaba el mestizaje del rock, la electrónica o el reggae. Siempre con bases y acompañamiento.
Hubo quien se fue rabioso tildando la propuesta de mamarrachada o un atentado contra el flamenco. Pero lo cierto es que un nutrido grupo permaneció incondicionalmente entregado entre gritos, vítores, aplausos… Y hasta la petición incesante de un bis que se hizo de rogar pero al que sucumbió Tomás de Perrate haciendo compás abrazado a la guitarra culminando con los Tres golpes de su último disco. Sentado en la tarima y arropados por los muchos asistentes que quedaban, los inclasificables Perrate + Za! pusieron el candado a la noche del jueves en el festival.
Ficha artística
II Festival Vejer Flamenco
Ciclo D`la noche a la madrugá
Parque de los Remedios de Vejer de la Frontera, Cádiz
3 de agosto de 2023
Insaciable
Baile: Lucía La Piñona y Jonatan Miró
Guitarra: Ramón Amador
Cante: El Mati, El Pechuguita y Jesús Corbacho
Tomás de Perrate + Za!
Cante: Tomás de Perrate
Guitarra eléctrica y arreglos: Pau Rodríguez
Batería, arreglos y percusión: Edi Pou