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La Piñona cuida de su jardín

La bailaora de Jimena de la Frontera (Cádiz) brinda en el Festival de Jerez su espectáculo ‘Abril’, inspirado en la poesía de Juan Manuel Flores, haciendo de la verdad su mejor credencial.


“Abril es el mes más cruel”, escribió el poeta T. S. Eliot hace ahora cien años. Y añadiría el español José Batlló: “…en dura competencia con los otros once”. Venimos de vivir meses crueles, sobre todo por las vidas segadas a nuestro alrededor, el sufrimiento de los enfermos y de sus seres cercanos. Pero también ha sido un tiempo cruel para el arte, que se ha visto sometido a retrasos, cancelaciones, incertidumbres de todo tipo. Por suerte, la primavera siempre regresa, y este año de relativo alivio estamos viendo florecer de nuevo espectáculos que la pandemia congeló: hace poco fue Rafaela Carrasco y su Ariadna, estos días le toca a Lucía Álvarez, La Piñona, y su espectáculo precisamente titulado Abril.

 

A veces, no hay mal que por bien no venga. Porque la propuesta que se presentó en la Bienal de 2020 ha sido reajustada en este tiempo, pulida y peinada hasta el punto de que la propia bailaora hablaba de auténtico estreno. Lo de florecer es en este caso literal, pues el sencillo pero efectivo diseño del montaje cuenta con varias plantas y flores suspendidas sobre el escenario, a modo de jardín colgante, como guiño a ese otro poeta al que rinde homenaje, el malogrado trianero Juan Manuel Flores. Un poeta que ha trascendido gracias a la interpretación que hicieron de sus letras Lole y Manuel, pero cuyos versos han recuperado también, en fechas recientes, los voluntariosos amigos de la editorial Libros en Huida.

 

 

«Basta verla salir a escena, mover las manos y realizar un par de cambrés para saber que el baile está garantizado mucho antes de oír el primer golpe de tacón»

 

 

La Piñona, lo reconoceré de antemano, es una de mis bailaoras preferidas del momento. No es la más rápida, ni la más vanguardista, ni incurre en excesivos alardes físicos. Sin embargo, posee una personalidad arrebatadora en un tiempo como el nuestro, tan dado a los mimetismos. Basta verla salir a escena, mover las manos y realizar un par de cambrés para saber que el baile está garantizado mucho antes de oír el primer golpe de tacón. Pero no nos dejemos llevar por el prejuicio positivo, me digo: dejemos que la artista nos cuente, que su cuerpo haga su discurso. 

 

 

 

 

Abordar la obra de Flores es remitirse a la Sevilla de los 70, aquella otra primavera de la fantasía bohemia y los sueños de libertad. Sin enredarse en fusiones de laboratorio, la bailaora de Jimena plantea una base musical en la que el aire de psicodelia del teclado y la batería se engarzan bien con la guitarra de un siempre solvente Alfredo Lagos, y las voces líricas del trío femenino con el rajo jondo de Pepe de Pura.

 

Como se ha dicho antes, las manos y los brazos de La Piñona son el código en el que más cómoda se siente, en el que mejor se expresa. Colabora en ello su forma de jugar con los tiempos, de moldear el instante como si fuera una materia elástica, para dejar que un gesto o un tacón precisos rematen el compás. Sensualidad y fuerza se disputan también el cuerpo de la bailaora, que se transfigura en los sucesivos cambios de vestuario sin dejar de ser ella, la médium del poeta.  

 

 

«Jerez supondrá el despegue de La Piñona y su Abril. La bailaora, como sugería el filósofo, ha aprovechado los tiempos adversos para cuidar su jardín. Todavía no se ha marchado el invierno, y ya está dando sus frutos»

      

 

Suena la música de Los Seises y el clásico Y tu mirá, que algunos ya no podemos oír sin recordar a Uma Thurman en Kill Bill. Hay un baile por soleá volcado sobre el cante, estremecedor. Unas bulerías en las que la bailaora, convencida ya de que el espectáculo está encarrilado, se desata, y el contrapunto de una breve coreografía con las cantantes, de aire litúrgico. Unas alegrías de rojo, con botas camperas y medias de rejilla, y una seguiriya que completa el viaje.

 

Puede que el espectador se pierda en algún momento, puede que no logre descifrar el mensaje en toda su complejidad, pero el conjunto funciona. Porque cuando todo es verdad, es muy difícil que no suceda así. Hay una verdad en el argumento, escogido con una indisimulable devoción. Hay una verdad en la música, en la adaptación de las letras a las distintas voces y, desde luego, en un baile desnudo de efectismos ni oportunismos, franco, en el que casi cada movimiento parece responder a una necesidad, a la idea de que debe ser así y no de otro modo.

 

Si la Bienal fue un lanzamiento fallido y la pandemia un frenazo forzoso, no me cabe duda de que Jerez supondrá el despegue de La Piñona y su Abril. La bailaora, como sugería el filósofo, ha aprovechado los tiempos adversos para cuidar su jardín. Todavía no se ha marchado el invierno, y ya está dando sus frutos.      

 

 

Ficha artística

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’
Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022
Baile: Lucía Álvarez La Piñona
Dirección musical y guitarra: Alfredo Lagos
Cante y adaptación de letras: Pepe de Pura
Batería: Perico Navarro
Piano: Pepe Fernández
Trío de voces líricas: Guadalupe Martín, Irene Román y Soraya Méncid
Coreografías: Lucía Álvarez La Piñona y Ana Morales (una pieza)
Dirección artística: Pedro G. Romero

 

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

Lucía Álvarez La Piñona – ‘Abril’. Festival de Jerez. Museos de La Atalaya. 19 febrero 2022. Foto: Tamara Pastora

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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