El Festival de Jerez ha sido testigo de la vuelta de Edu Guerrero a su mensaje más original, esto es, ha vuelto a su esencia expresiva más sustancial con el aprovechamiento de la experiencia. Por ello, en Bailar no es solo bailar emociona sobradamente en momentos más que ovacionados por el público, ese que siente predilección por el gaditano y su estilo cubista. Sus movimientos dibujan figuras tanto geométricas como asimétricas, sus brazos parecen no tener fin y su estética en el escenario tiene sello de la casa.

 

Este incomparable e incombustible bailaor ha dejado un gran sabor de boca en el estreno mundial de su última creación, una vuelta al flamenco que lo hizo nacer, crecer y madurar, empero, no rechaza los recursos que con el tiempo ha ido adquiriendo y que maneja a su antojo para crear el éxtasis. Eduardo, que se las sabe todas, es de esos que con el paso del tiempo han llegado al escalafón más alto, de ahí la expectación por el estreno y que el teatro estuviera particularmente vivo y, por ello, el ambiente ha gozado de un halo de magia incluso antes de abrirse el telón del Villamarta.

 

Con esto queremos decir que a pesar de envolver el mensaje en una escenografía estudiada y ambiciosa, sobre todo por la cantidad de focos que iluminan, acotan y dirigen el hilo narrativo, Guerrero expresa un mensaje al desnudo, sobre todo de cintura para arriba, tocando la fibra sensible, ese lado casi inaccesible donde más duele.

 

Es un ser misterioso en las tablas, es el bailaor de moda, se ha adueñado del Madrid más mediático y ha sabido construir una imagen hasta exótica. No es nada regalo de Dios, él ha caminado y trabajado para llegar hasta aquí apostando por la creatividad y la experimentación. Su cuerpo ha sido un laboratorio en constante funcionamiento donde algunos de esos experimentos han salido bien y otros no tanto, como es lo más normal.

 

 

«A la salida del teatro, muchos quedaban sin palabras al volverse a topar con ese Eduardo, ese que vuelve al centro de su alma, ese que dibujaba sobre un lienzo blanco unos brazos y unas piernas que pasarían a marcar tendencia»

 

 

 

 

En esta nueva apuesta, cuenta con unas voces enfrentadas, las de María Terremoto, con todo el arsenal genético y potencial de decibelios, y Ángeles Toledano, la voz de la armonía que susurra a la inspiración. Es fundamental mencionar a Rosario La Tremendita, que no aparece en escena hasta los aplausos pero es la responsable de la dirección musical, junto a Pablo Martín Caminero.

 

Eduardo, en el escenario, se vale de algunos elementos como unos abanicos de trigo –eso vemos desde la fila 16– para abanicarse, volar e incluso golpearse. Pero es la escalera la que le da juego, una de esas que visten el simple atrezo que, como ya apuntábamos, basa su fuerte en el equipo lumínico. Parece un equilibrista o un trapecista. Entre humo y rincones inhóspitos, Eduardo desenvuelve en una construcción constante del ser virginal. Son experiencias sensitivas las que marcan las letras, que, interpretadas por María y Ángeles, van de la bulería al fandango, aunque nada parece lo que es, o viceversa. Apuntes vocales que nos van trasladando por el espacio sonoro en el que se escuchan palabras de amor, confianza, culpa, comprensión, miedos…

 

De suma brillantez resultan las guitarras de Benito Bernal y Pino Losada. Este último le da la introducción de la siguiriya a María Terremoto, poniendo el eco allí donde nacen las nubes. Brutal. Losada se marcó una seguiriya de premio. La percusión es obra de Iván Mellén. Toledano, por su parte, se rebusca por bamberas, subida a esas escaleras que, sinceramente, nos inquieta por momentos. La joven se la jugó a más de cuatro metros de altura, interpretando a su vez y metida en el papel. Al bajarse, se encuentra con el Edu más carnal y erótico. Da de sí su lado vulnerable, como Jesucristo con melena y extremidades atacadas.

 

Va llegando el final de un espectáculo que supera por poco la hora de duración, muy acertado, en una soleá para el recuerdo. Todo a su estilo,  ese que él mismo ha ido forjando desde que nació artísticamente y que ha ido reforzando desde que en 2013 montó su propia compañía. Técnicamente pasado. A la salida del teatro, muchos quedaban sin palabras al volverse a topar con ese Eduardo, ese que vuelve al centro de su alma, ese que dibujaba sobre un lienzo blanco unos brazos y unas piernas que pasarían a marcar tendencia.

 

 

Ficha artística

Bailar no es solo bailar – Eduardo Guerrero
Teatro Villamarta. XXVOO Festival de Jerez
2 de marzo de 2023

Baile Eduardo Guerrero
Cante Ángeles Toledano, María Terremoto
Guitarra Benito Bernal, Pino Losada
Percusión Iván Mellén

Dirección compañía Eduardo Guerrero
Dirección y espacio escénico Eduardo Guerrero, Arthur Bernard-Bazin, Sara Jiménez
Dirección musical Rosario ‘La Tremendita’, Pablo Martín Caminero
Composición musical Rosario ‘La Tremendita’, Pablo Martín Caminero, Benito Bernal, Pino Losada
Coreografía Eduardo Guerrero
Asesoramiento coreográfico Arthur Bernard-Bazin, Sara Jiménez
Diseño iluminación Fernando Martín
Coordinación técnica Félix Vázquez
Asistencia técnica Soviled
Vestuario Pier Paolo Álvaro
Calzado Begoña Cervera
Fotografía Lucrecia Díaz
Producción Compañía Eduardo Guerrero