El Chozas y Romerito la liaron en Historia viva del flamenco
El Auditorio del Complejo Educativo Pino Montano, Sevilla, acogió el I Certamen Historia Viva del Flamenco. Actuaron El Chozas, El Lele, Romerito de Jerez y Nano de Jerez (cante), Antonio Gámez y Romerito hijo (guitarra), La Debla y La Farruca (baile) y Ali de la Tota, Rubichi y El Lolo (palmas).
La Diputación de Sevilla tuvo la culpa de subir al escenario casi setecientos años de arte. Porque esos son los que suman entre todos los que allí mantuvieron en volandas las emociones de la afición. «Como no nos llevan a La Bienal…», dijo Romerito de Jerez. Al reverso del despropósito de aquel festival de cuyo programa prefiero no acordarme, se inauguró el viernes 17 de marzo de 2023 en el auditorio del Complejo Educativo Pino Montano de Sevilla el I Certamen Historia Viva del Flamenco.
Intervinieron al cante El Lele, Nano de Jerez, El Chozas y Romerito de Jerez. Antonio Gámez y Romerito hijo a la guitarra, Ali de la Tota, Rubichi y El Lolo a las palmas y La Debla y La Farruca al baile. Todos ellos veteranos, con el sabor que les da la experiencia, entraron por el corazón del patio de butacas. Atravesaron el pasillo con el abrazo cálido de los aplausos hasta llegar a las tablas que aguardaban enamorarse con la sabiduría de la tradición.
El Torombo debutaba como maestro de ceremonias. Estuvo al frente de la presentación. Pero a pesar de tener más nervios que un bistec de a peseta, lo hizo de categoría, con el age que le caracteriza. El que lo tiene, lo tiene. Y él está sobrao. Levantó risas y oles con su verbo, cuajao de espontaneidad flamenca, arengando al respetable que disfrutó de su palabra tanto como de la actuación.
«Uno más de noventa calza ya Romerito de Jerez. Y cantó con el arrojo de un quinceañero rebelde. No le faltaron reaños para defender con fuerza los tientos tangos. Luego las bulerías. Compás, sapiencia, algo de caracoleo y un chorro de voz inagotable»
Abrió El Chozas derritiendo al auditorio. Comenzó con una milonga por soleá apuntando un derroche de melaza en sus hechuras cantaoras. Después meció a su manera, con una arrolladora personalidad, los fandangos de El Pichichi. Recibió una demoledora ovación del público en pie con las lágrimas asomando a los ojos. Cantó con un gusto exquisito, modulando pa revolcá a la pléyade de melenúos que colman hoy las listas de flamencos en boga, demostrando que el cante se dice sin estrujarse en el intento a la vez que hay que entregarse sin ahorrar ni una. Lo acompañó con pulcritud a la guitarra Antonio Gámez, que brilló sobremanera regalando un toque sensible de respuestas contundentes. Martilleó con su pulgar los bordones marcando el compás a pellizquitos de aroma. También lució al prestar sus cuerdas a El Lele, cosechando más palmas que el cantaor. El de Camas le siguió por soleá. Buscó con apretones lo que probablemente consiga mejor en una reunión de amigos bajándose del entarimado. La Nana del Caballo Grande dio paso sin muchos merecimientos a la bulería caracolera. El compás jerezano de Ali de la Tota y Rubichi pusieron el soniquete apropiado en cada ocasión. Y para abrochar la primera parte, La Debla esparció por alegrías con mucha dignidad la sevillanía en el baile. Paseó con elegancia, se alejó de zapateaos imposibles para centrarse en lo esencial, acariciando el aire con el mantón en el contrapunto de aquellas que lo usan a sacudidas para quitar el polvo. Plena de naturalidad, descolló sin artificios. Vino a sustituir a Carmen Ledesma, convaleciente por una lesión.
Uno más de noventa calza ya Romerito de Jerez. Y cantó con el arrojo de un quinceañero rebelde. No le faltaron reaños para defender con fuerza los tientos tangos. Luego las bulerías. Compás, sapiencia, algo de caracoleo y un chorro de voz inagotable que sabe empujar o recogerlo en la queja es lo que gasta este cantaor «bajito cuerpo», más largo que un día sin pan. Además de transparentar su bonhomía, crujió los tercios a placer mandando en los maderos. El graderío supo agradecérselo. Como a la guitarra de su hijo, que lo acompañó acampanándose, tronando en las cuerdas gordas, con rasgueos henchidos de potencia y compás, alzapúas de locura, falsetas frescas al tiempo que tradicionales y un sentido de la jondura que hizo de su bajañí la horma para la voz del padre. Romerito hijo tocó inspirado. Se agarró a la sonanta con la felicidad del homenaje, disfrutando y haciendo disfrutar. Eso se nota. ¡Cómo se puso el público al reconocer La saeta en los interludios de la guitarra! Y Nano trajo un poquito de su tierra algo tocado del gañote. Se aligeró en la bulería por soleá. Terminó por bulerías, dedicadas a la cantaora Alicia Gil, allí presente, abusando de la planitud melódica sin distinguirse demasiado. La Farruca cerró por soleá con bulerías mostrando su baile testimonial, atrayendo atenciones a la gitanería de su planta.
Un fandangazo al aire de Romerito y otro de El Chozas hubieran coronado sin más el certamen. Pero llegó el fin de fiesta con todos. ¡Vaya pataíta de El Lolo! Así se despidió esta «casa de antigüedades», este elenco de «arte imperfecto con faltas de ortografía». Porque, como dijo Torombo, «la historia no está en google: vive en nuestros abuelos. Y hace falta tener vivo el recuerdo para que, a la hora de cantar la tradición, se haga presente». No era noche para acuchillar con defectos, sino para gozar de la vitalidad de los viejos. Hora de reivindicar su sitio «¡Con lo bueno que está el puchero!» Y a eso olió aquello. Especialmente en las gargantas de El Chozas y Romerito, que de haber salido de La Maestranza, lo hubieran hecho a hombros.
Ficha artística
I Certamen Historia Viva del Flamenco
Auditorio del Complejo Educativo Pino Montano, Sevilla
17 de marzo de 2023
Cante: El Chozas, El Lele, Romerito de Jerez y Nano de Jerez
Guitarras: Antonio Gámez y Romerito hijo
Baile: La Debla y La Farruca
Palmas y compás: Ali de la Tota, Rubichi y El Lolo