Rosario la Tremendita, tan flamenca como siempre
La cantaora trianera estrenó en la Bienal de Flamenco de Sevilla su espectáculo ‘Tremenda’, una visión muy personal de lo jondo a través del jazz y la música electrónica. «Que no es flamenca, dice. Rosario Guerrero La Tremendita es más flamenca que la Capillita del Carmen.
Venga, mujer, vente conmigo al teatro. Verás cómo no te arrepientes. Tú sabes que a mí todas esas cosas de fusión… Qué. Que no me van. Mira que lo he intentado ya veces. Y, donde esté una buena guitarra con sus palmas sordas, que se quite to. Esa muchacha va a hacer na más que canciones aflamencás, que no es lo mismo que el flamenco. A ver qué vas a escribir tú luego, si ahí no tienes estilos que describir ni nada de eso.
Que no es flamenca, dice. Rosario Guerrero La Tremendita (Triana, Sevilla, 1984) es más flamenca que la Capillita del Carmen. Nació con una tinaja de miel en la garganta y un guitarrillo roto bajo el brazo. Su padre José el Tremendo la llevó por los tablaos y las peñas, y alimentó el hambre de la niña con estudios de solfeo y de piano. Las paeres de su cuarto sostienen premios gordos del cante: el Nacional de Córdoba, el de Antonio Mairena, el de La Unión… Que no es flamenca, dice.
«Tremendita comenzó a repartir soleares desde el proscenio. Soleares a su forma, pero sin salirse de la norma de Pastora Pavón. Bayetita de la negra, de Enrique el Mellizo. Si un día era yo la alegría de mi casa, de Mercedes la Serneta. Ves cómo había tela marinera para escribir»
Y entonces, si tan flamenca y tan buena cantaora es. Si tan buena carrera llevaba, primero en el cante para el baile, y luego en el alante. Ya sabes mi pregunta. La respuesta te la debería dar ella. Supongo que se cansó de hacer siempre lo mismo. Que es un alma exploradora encerrada en un culo inquieto. O que es flamenca y roquera, y ha encontrado una senda en la que verdaderamente es única. Rosario es un ser dual que lo mismo te acaricia las penas por tarantas o te saca la lengua mientras salta con su bajo eléctrico. Esa dualidad se refleja exteriormente en su cabellera. Su perfil izquierdo exhibe una melena rizada envidiable. El derecho, completamente rapado, haría a más de uno cambiarse de acera en el puente de Triana.
No te voy a ocultar que a mí me gusta más el perfil de la melena rizada. En un extremo del escenario, hay una mesita redonda y una mujer mayor sentada. Es su abuela, Reyes Martínez Luque. Este rincón es la sala de estar donde se recuerdan los cantes de la familia. Los de Enriqueta la Pescaera, bisabuela de Rosario. O los de su tía abuela, la Gandinga de Triana. La cara más íntima de la Tremendita lució aquí sus buenos minutos, ocupando el bloque central de la actuación. Acallan sus voces los sintetizadores y la batería para dejar a la trianera sin más protección que la de su guitarra flamenca. Vienen a sentarse a la mesa la granaína y una serie completa de tarantas. Bellísima la que cantó con ella, al unísono, el maestro del baile Andrés Marín, del cual desconocíamos su faceta cantaora. Qué bien se acompaña la cantaora por malagueñas, regalando unos trémolos sorprendentes. Y ahora, abuela, lo que te gusta a ti. Cuplés por bulerías, como solo se cantaban en esa orillita del río:
A tu vera,
siempre a la verita tuya
hasta el día en que me muera.
Y, sin levantarse de la mesa, da la orden al grupo: y ahora, por alegrías. Confieso que quedamos fascinados por el resultado de los arreglos. Cómo se puede sonar tanto a Cádiz con esa música tan diferente. Las alegrías de Córdoba pusieron tus iniciales a tus zarcillos bajo un compás arrebatador. Las luces del rock&roll anunciaban un cataclismo apocalíptico para tu dolorido corazón jondo. Se acabó lo que se daba, pensaste. Que va, venía lo mejor de la noche. Por encima de la línea de flotación que separaba del aire fresco la estridencia más psicodélica, Rosario la Tremendita comenzó a repartir soleares desde el proscenio. Soleares a su forma, pero sin salirse nunca de la norma de Pastora Pavón. Bayetita de la negra, de Enrique el Mellizo. Si un día era yo la alegría de mi casa, de Mercedes la Serneta. Ves cómo había tela marinera para escribir.
«Vienen a sentarse a la mesa la granaína y una serie completa de tarantas. Bellísima la que cantó con ella, al unísono, el maestro del baile Andrés Marín, del cual desconocíamos su faceta cantaora»
Con eso me basta. Y con la seguiriya con que abrió el recital. También a su forma. Marcando el compás a la manera antigua, y con la agilidad que solo una garganta veloz puede imprimir. Seguiriyas dolientes sin el calor de una guitarra. Un grito desgarrador anuncia al Viejo de la Isla. Y otro, aún más escalofriante, desfila delante del Marrurro:
Qué me vienes buscando,
mala mujer, qué me buscas,
que me quieres buscar.
Quieres que pierda
la calor de mis niños
pa la eterniá.
Hubo para todos. La petenera, la bambera, un fandango con sabor a Vallejo, bulerías a nudillos y cajón, canciones por tangos, baladas. Lástima que el exceso de instrumentación volara a menudo por encima de la voz. El espectáculo, muy bien pensado y llevado a la escena. La iluminación, divertida, muy profesional. Rosario la Tremendita demostró ser un animal de escenario. Estuvo al volante en cada segundo, con momentos de complicidad para sus músicos y con el público. Te gustó, reconócelo. Y te lo querías perder.
Fotos: Claudia Ruiz Caro – Bienal de Flamenco
Ficha artística
Espectáculo: Tremenda
Ciclo: XXI Bienal de Flamenco
Lugar y fecha: Teatro Lope de Vega, Sevilla. 29/9/2020
Voz, bajo eléctrico, cajón y guitarra flamenca: Rosario la Tremendita
Batería y electrónica: Pablo Martín Jones
Bajo eléctrico: Juanfe Pérez
Teclado y electrónica: David Sancho
Palmas: Tremendo Hijo y Tobalo
Artista invitado (cante): Andrés Marín