Alba Heredia: destellos del Sacromonte en Madrid
El Sacromonte ha llegado como un volcán de raza y temperamento al Teatro Real de Madrid. Alba Heredia, con su espectáculo 'Alba&Lando', nos ha llenado el alma de energía para lo que queda de fin de semana.
Alba elige un taranto para comenzar su actuación. En este caso son Juan Jiménez y Jesús de Rosario los que llevan la voz cantante. Los guitarristas poco a poco van dejando entrever la melodía de una escobilla de este mismo palo, algo que hace fácilmente reconocible la atmósfera que va a intentar aislarnos de la realidad durante los próximos quince minutos. Todo el público mira inquieto a la derecha del escenario esperando verla asomar. Entonces, un vestido verde repleto de adornos del color del oro asoma por detrás de una de las columnas que rodean la sala. La reconocible melodía del taranto da paso a la voz de Saúl Quirós. El torso recto de Alba revela su gran presencia. Sube las escaleras hasta llegar a las tablas donde va a desarrollar su baile, se para y nos dirige una mirada con mucha seguridad y fuerza. Esto nos permite augurar todas las sensaciones que van a dominarnos a continuación. La versatilidad de sus brazos equilibra la gran potencia y la energía que caracterizan a la artista. Además, los asistentes que ocupan un lugar privilegiado con respecto al escenario tienen la fortuna de recibir de forma inmediata la pasión que irradia el baile de la protagonista. Las falsetas son bucólicas y melodiosas, de manera que Heredia puede deleitarse dejando al público recrearse en cada movimiento de su voluble figura. Esto es algo que hay que resaltar y premiar pues a día de hoy, y como decimos muchas veces, el zapateado es el protagonista del baile y la parte más extensa. En esta ocasión, aplaudimos que haya sido todo lo contrario a lo que estamos acostumbrados a ver. Como no podía ser de otra manera, unos tangos de Granada van a ser el epílogo de este primer baile. Es cierto que sabiendo cómo baila Alba por tangos, e igual que hemos resaltado la extensa longitud de las falsetas por taranto, los tangos se hacen cortos. Nos quedamos con las ganas de verla explotar los infinitos recursos con los que se desenvuelve en este palo.
A continuación, es Rafael Riqueni el invitado especial que va a aportar su granito de arena al número del que somos testigos. Riqueni no es cualquier artista. Hablar de él son palabras mayores. Y ha aportado sabiduría, experiencia y mucho peso a esta noche tan especial. El guitarrista sale del escenario con paso tranquilo, no sin antes dedicarnos la pieza que ha interpretado y asegurándonos que lo que estamos viendo lleva un gran trabajo detrás, pues Alba dedica mucho esfuerzo y tiempo para que todo salga bien. Quizá este sea uno de los grandes motivos por los que es una de las últimas artistas revelación.
«Ella es segura y ese paso firme le permite pasearse entre las mesas que ocupan el auditorio, repartiendo flamencura y despertando la adictiva tensión que son capaces de suscitar las bailaoras del Sacromonte»
Las alegrías llenan el escenario cuando Rafael baja las escaleras. El elenco de Alba Heredia acaricia las primeras notas con aires de Cádiz para dar paso a Rober el Moreno ̶ hasta entonces percusionista del espectáculo ̶̶ , que ejecuta un zapateado con mucha potencia para llamar al cante. Saúl deja caer el primer tercio por Cádiz para que Rober lo recoja con su baile. Si la danza de Alba está caracterizada por zapateados en los que la variación de intensidades es la protagonista y donde el cuerpo cumple un papel muy importante, el baile de su marido es completamente diferente. En este caso, priman los zapateados y los remates compuestos por la percusión de los pies y las manos. Remates que alterna con escobillas de muchísima potencia. Rober y Alba se parecen mucho en la pasión que se desprende de ellos cuando el flamenco les invade, pero son opuestos en cuanto al equilibrio de su vehemencia.
De forma habitual, en los tablaos o espectáculos se suele dar una pausa al baile, alternando con un solo de cante, de guitarra o de ambos. En este caso, hemos podido embelesarnos con el toque de Riqueni, aunque el solo de cante no esté. Pese a ello, los espectadores no parecen necesitar un respiro. Así, el elenco, a pesar de romper con los moldes estructurales tradicionales, no peca de un exceso de baile, sino todo lo contrario. Y enseguida, Quirós ahoga un quejío en la melodía de una soleá. Alba corona las tablas con un vestido rojo y negro, sobrio y elegante. Una llamada corta y concisa sale de los tacones de nuestra bailaora y arranca un aplauso sincero del público. Quirós se hace con el cante de ambos bailes, pero no solo eso. Además, es capaz de cantarle a la granadina dos letras por soleá seguidas, prácticamente una pisando a la otra. Quien esté habituado a ver flamenco, sabrá que esto de manera habitual se consigue recurriendo a, al menos, dos voces. Apenas nos da tiempo a darnos cuenta de que los tercios que han venido posteriormente forman parte de una composición diferente. Esto provoca que la propia Alba deje caer un ole adornando un tercio desgarrado del cantaor. De esta manera, consiguen generar esa espontaneidad que necesita cualquier espectáculo. Pero la espontaneidad no se queda prendida del suelo de la tarima, pues Heredia baja despacio los peldaños para dar a cada uno de los asistentes un pedacito de esa mirada penetrante, adornada con mucha naturalidad. Ella es segura y ese paso firme le permite pasearse entre las mesas que ocupan el auditorio, repartiendo flamencura y despertando la adictiva tensión que son capaces de suscitar las bailaoras del Sacromonte. Entonces, recoge uno de los peinecillos que han salido despedidos junto con el duende en esa sucesión de vueltas quebradas e impetuosos movimientos y nos dirige la última mirada cómplice que necesitamos para volver a casa con el alma llena.
«Todavía quedan bailaores que sienten y viven el flamenco con vehemencia. Que trabajan y luchan por mantener la integridad del mismo»
Alba concluye feliz, se percibe a la legua. Lo mejor de esto es que nosotros también somos testigos de esa plenitud que ha conseguido traspasarnos de forma constante. Una vez más, hemos descubierto que la pasión y el amor por lo que hace consiguen contagiar de arte y alegría a las personas que la disfrutamos. Pero además de artista, si hay algo que la hace humildemente profesional es la llaneza con la que, al final de la actuación, da la gracias al público por estar a punto de llegar a completar el aforo. Sobre todo a su elenco. Sin él, la maravilla de la que hemos sido cómplices no habría sido posible.
Por último he de decir que, en esta ocasión, no va a ser necesaria la reivindicación de la afabilidad a la que hago mención de manera constante en mis escritos. Tampoco la necesidad de establecer un equilibrio entre el cuerpo y la sutil sonoridad del zapateado. Esta vez me voy a casa pudiendo constatar, y además con la suerte de poderlo hacer en primera fila, que todavía quedan bailaores que sienten y viven el flamenco con vehemencia. Que trabajan y luchan por mantener la integridad del mismo y tienen más que merecido el premio Artista Revelación. Sin duda, Alba es una de ellos. Creo que esta opinión recae sobre ella de forma general entre la concurrencia, pero siempre viene bien volver a comprobar que la admiración que se siente por un artista es real, más que merecida y además puede ir creciendo poco a poco.
Fotos: Vicente Pachón
Ficha artística
Alba & Lando, de Alba Heredia
Flamenco Real Temporada 2022-Teatro Real de Madrid. 18 de marzo de 2022
Baile: Alba Heredia
Guitarras: Juan Jiménez y Jesús de Rosario
Cante: Saúl Quirós
Percusión: Rober el Moreno