Un secreto bien guardado de Camarón
Camarón le confesó a Pulpón que cuando estaba solo cantaba cosas de Marchena, al que admiraba mucho. “No se lo vayas a decir a nadie”, le dijo. Pulpón me lo contó con mucha cautela, rogándome que no lo dijera por la radio, y nunca lo dije. Pero un día Camarón lo elogió por la radio y entonces no me importó
Alguna vez escribí sobre aquellos días de Camarón en un piso de Sevilla, solo, luchando contra lo que parecía ser su inevitable destino. El agente artístico Jesús Antonio Pulpón quiso quitarlo de todo y lo tuvo en un piso de Sevilla que, según me dijo el afamado representante, estaba en la zona de Nervión Plaza. El genio de la Isla pasó en ese piso, seguramente, los momentos más duros de su vida, pero necesitaba apartarse de la calle.
Un día me llamó Pulpón para un asunto personal y me dijo que cuando iba a verlo por las noches para llevarle algo de cena y estar con él un rato, casi siempre estaba escuchando El duende y el tárab, mi programa flamenco de Radio Aljarafe, la emisora municipal de Tomares, que se emitía en directo cada día de 8 a 10 de la noche y tenía una audiencia de miles de personas. “Te lo digo para que lo sepas”, me dijo Pulpón, conociendo mi amor por José Monge Cruz.
«En Suiza, estando sentado cerca de Camarón junto al productor norteamericano Quincy Jones, le escuché cantar por lo bajini ‘Mi perra por los rosales’, la soleá apolá de Marchena. Se me saltaron las lágrimas, y el maestro me guiñó el ojo izquierdo»
Sabiendo que cada noche estaba escuchándome, lo cierto es que modifiqué un poco el programa y ponía discos de artistas que yo sabía que le gustaban, como el Chaqueta, la Perla de Cádiz, Manolo Caracol o Juanito Villar. Un día dediqué un programa especial al Niño de Marchena, con entrevista a su viuda, Isabelita, que nos trajo grabaciones inéditas del maestro. Fue un programa increíble que tuvo decenas de miles de oyentes, entre ellos a Camarón. Al día siguiente, Pulpón lo visitó y José lo comentó con él, confesándole que cuando estaba solo cantaba cosas de Marchena, al que admiraba mucho. “No se lo vayas a decir a nadie”, le dijo. Pulpón me lo contó con mucha cautela, rogándome que no lo dijera por la radio, y nunca lo dije. Pero un día, meses después, Camarón lo elogió por la radio y entonces no me importó hablarlo con Morente, que fue un gran marchenista.
Con motivo de la presentación en Cádiz de su disco Soy gitano (1989), al que fui invitado, estábamos en un restaurante cercano al teatro y entró José agarrado del brazo de Rancapino, en un estado físico que me impresionó. Iba con ellos Pulpón, quien, al verme, le dijo a José al oído que estaba allí y el maestro me buscó con la mirada. Al pasar por mi vera me dijo, con la voz muy apagada: “¡Qué te gusta Enrique!”. Entonces me comentó Pulpón que tenía un ataque de celos, por mi pasión por Morente. En efecto, en esa época yo había sido abducido por Enrique y lo ponía cada día en el programa de radio. Más que a Camarón, aunque también pinchaba mucho sus discos.
Dos años después, en 1991, tuve la fortuna de estar con Camarón en el Festival de Jazz de Montreux (Suiza), y hablé muy poco con él porque estaba ya malito y no se dejaba ver mucho por el hotel. Pero en un almuerzo, estando sentado cerca de él junto al productor norteamericano Quincy Jones, le escuché cantar por lo bajini Mi perra por los rosales, la soleá apolá de Marchena. Se me saltaron las lágrimas, y el maestro me guiñó el ojo izquierdo.
El persa 12 septiembre, 2020
Muy bonita historia. Gracias por compartirlo. Es curioso ver cómo los grandes tanto admiraban el uno al.otro. Camarón ,Morente ,y maestro Marchena. Muchas gracias.
Rubén Osuna 5 septiembre, 2022
Preciosa historia, con ese toque final tan emotivo.