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Siete años sin Mario Maya - Archivo Expoflamenco
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Siete años sin Mario Maya

Hay artistas tan grandes que son inigualables hasta después de muertos, si es que de verdad mueren del todo genios como don Mario Maya Fajardo, el gitano que soñó siempre con un mundo flamenco culto, comprometido, libre y mirando al futuro sin perder de vista el pasado.


Este domingo, 27 de septiembre de 2015, se van a cumplir siete años de la muerte del gran bailaor y coreógrafo Mario Maya, posiblemente el mejor bailaor flamenco de todos los tiempos, sobre todo el más completo, aunque, como no podía ser menos, respeto otras opiniones. Contar aquí toda su larga trayectoria como artista sería empresa imposible, porque fueron muchas décadas de profesional y llegó a hacer tantas cosas en el baile, en el flamenco en general, que lo que precisaría sería un buen libro. En eso andábamos cuando una rápida enfermedad se lo llevó, manteniendo largas conversaciones con él sobre su vida artística y personal, recopilando material de su propio archivo y de otros archivos para escribir entre los dos ese libro, sus memorias, las de un bailaor gitano nacido en Córdoba, aunque granadino de crianza y corazón, que superó todas las adversidades para llegar a convertirse en el número uno del baile flamenco y mandar en el género durante décadas, con compañía propia y estable, y sacando a muchas de las figuras del baile de hoy.

Pero si como bailaor y coreógrafo no tuvo parangón, en lo personal era un hombre interesante, culto, comprometido y de una sensibilidad extraordinaria. Era también un artista muy crítico, exigente con él y con los demás, que huyó siempre de la chabacanería. De izquierdas, pero muy crítico con el poder, lo ostentara quien lo ostentara, como demostró a lo largo de su trayectoria, sobre todo cuando fue elegido por la Junta de Andalucía para crear lo que ahora es conocido como el Ballet Flamenco de Andalucía. Según me comentó él mismo, aquella no fue una buena experiencia porque conoció el trasfondo de la política cultural en Andalucía y salió rebotado, aunque no sin decir en un periódico de tirada nacional, El Mundo, que “los políticos andaluces eran los nuevos señoritos”. Más o menos lo mismo que Francisco Moreno Galván dijo en una conocida letra popularizada por José Menese: que eran los mismos perros, con los mismitos, mismitos collares. La experiencia no fue buena, pero el resultado de su trabajo está ahí, con artistas del baile como Rafaela Carrasco e Israel Galván, sin olvidarnos de su propia hija, Belén Maya, que fueron lo mejor de aquella experiencia.

 

«Confieso que ha sido el bailaor al que más he admirado en estos cuarenta años que llevo ya metido de lleno en el mundo del flamenco»

 

Mario era igualmente un gitano con gracia, quizás no siempre bien entendido porque era una gracia fina e inteligente, lejos de la vulgaridad reinante, de esos flamencos que se levantan todos los días a ver a quién hacer reír en la taberna del barrio o en alguna entrevista de radio o televisión. Mario Maya odiaba a esos flamenquitos, como él los llamaba, apostando siempre por el verdadero talento y, sobre todo, por los jóvenes que estaban dispuestos a comprometerse con el baile, a amarlo por encima de todo y a saber encajar la disciplina. Por todo lo expuesto, confieso que ha sido el bailaor al que más he admirado en estos cuarenta años que llevo ya metido de lleno en el mundo del flamenco, y eso que los he conocido y tratado a todos, desde Farruco a Manolete, pasando por Rafael el Negro, El Güito o Antonio Gades, que estuvo en otra dimensión. Sin olvidarme de artistas actuales como Joaquín Cortés, Antonio Canales, Javier Barón o Farruquito. Nadie superó a Mario en sus buenos tiempos, y desde que se fue tampoco nadie ha podido ocupar el hueco que dejó. Hay artistas tan grandes que son inigualables hasta después de muertos, si es que de verdad mueren del todo genios como don Mario Maya Fajardo, el gitano que soñó siempre con un mundo flamenco culto, comprometido, libre y mirando al futuro sin perder de vista el pasado. Siete años va a hacer que se fue y aún vive, porque los creadores se hacen eternos entre los pliegues de sus obras.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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