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¿Qué malo hay en conservar? - Archivo Expoflamenco
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¿Qué malo hay en conservar?

No debemos ser intolerantes con los que conservan la tradición, llamándolos carrozas o retrógrados, como tampoco con los innovadores. Eso sí, debemos ser exigentes tanto con unos como con otros, porque lo que no vale, no vale, por muy bien que lo vendan en las redes sociales, tenga siglo y medio o cuatro meses.


El arte es creación, que se acaba convirtiendo en tradición. El flamenco tradicional es una joya cultural que aman en todo el mundo, donde siguen gustando una bata de cola, un zapateado limpio y a compás, una soleá con acompañamiento solo de guitarra, unas palmas bien tocadas o una escobilla completa. Todo esto fue creado hace muchas décadas y ha quedado como el legado musical de artistas geniales. Cuatro ignorantes decidieron hace años acabar con el cante tradicional porque consideran que eso pertenece a otros tiempos y que está anticuado. Claro, y la Giralda, la Alhambra o la Mezquita de Córdoba son monumentos ancestrales que siguen ahí como legado de un tiempo pasado.

 

¿Se imaginan que alguien pidiera que revistiéramos de monocapa o marmolina la Giralda o la Torre del Oro, para que vaya bien con la Torre Pelli? No, ¿verdad? Pues una soleá de Tomás Pavón o una malagueña de Chacón tampoco necesitan nada para mejorarlas, son ya obras maestras. Respetemos esas obras al interpretarlas. Que alguien con grandes cualidades las puede hacer más grandes aún o es capaz de crear sus propias soleares o malagueñas, que las haga, porque serían perfectamente compatibles. Lo que no se puede hacer es crear un espantajo, decir que eso es vanguardia y, encima, pretender que los críticos les hagamos la ola o que las instituciones se lo financien.

 

Ser un buen intérprete del cante tradicional es muy importante. Es como en la música clásica, ser un buen copista o ceñirse a la partitura. Ser un burdo imitador es otra cosa, y de esto hay bastantes en el panorama actual del cante. Trabajan porque hay tal demanda de cante y tan pocos cantaores de diez, que las peñas o los festivales de escaso presupuesto tiran de lo que se pueden permitir. Todo el mundo tiene derecho a cantar y lo cierto es que hay una buena nómina de cantaores, digamos, aceptables, pero subirse a un escenario sin saber colocar la voz, cuadrar el cante, afinar o cantar bien con la guitarra, son cualidades que no están al alcance de cualquiera.

 

 

«El flamenco tradicional es una joya cultural que aman en todo el mundo, donde siguen gustando una bata de cola, un zapateado limpio y a compás, una soleá con acompañamiento solo de guitarra, unas palmas bien tocadas o una escobilla completa»

 

 

Algunos creen que el flamenco, tal y como lo conocemos, debería estar en un museo, para a partir de ahí crear otro flamenco más acorde con estos tiempos. Por ejemplo, como el que hacen Rosalía y el Niño de Elche. Vale, pero para eso no hace falta meter en un museo las soleares de Joaquín el de la Paula, las malagueñas de La Trini, el fandango de José Rebollo o la rondeña de Montoya. Pueden convivir la creación de lo nuevo con la interpretación y el respeto a lo clásico. Ha sido así desde que El Planeta le afeaba innovaciones al Fillo, Chacón a Marchena o Mairena a su hermano Manuel. El cante no evoluciona a través de los críticos o musicólogos, sino de los artistas.

 

No debemos ser intolerantes con los que conservan la tradición, llamándolos carrozas o retrógrados, como tampoco con los innovadores. Eso sí, debemos ser exigentes tanto con unos como con otros, porque lo que no vale, no vale, por muy bien que lo vendan en las redes sociales, tenga siglo y medio o cuatro meses. Y lo bueno, la calidad, vale siempre.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

1 COMMENT
  • JAVIER 31 mayo, 2023

    A los que quieren renovar a toda costa, ignorando las raíces de nuestro flamenco, les hago una pregunta: ¿Habría que innovar y modernizar toda la obra de la música clásica de los grandes? ¿Habría que hacer lo mismo con la música culta incluidos cantes gregorianos, ópera, zarzuela y demás?
    El flamenco se estableció y constituyó con su culminación en su época dorada, a semejanza de lo citado, convirtiéndose en la música clásica andaluza. A partir de ahí, todo lo demás son aproximaciones y ganas de enturbiar lo que está claro.

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