Diego Carrasco, señor del compás
Además de sus cualidades como guitarrista, cantaor y bailaor, lo que me parece importante en Diego Carrasco es su actitud ante el arte, que ha sido siempre la de un artista gitano libre, sin ataduras, salvo aquellas que le gustan: las que le atan a su tierra, su familia y su cultura.
Un día del año 1994 quedé con Diego Carrasco para una entrevista. Aparcó su furgoneta en la calle Marqués de Paradas de Sevilla y nos fuimos al centro, por el Duque, para tomar unas copas y charlar de lo divino y de lo humano. Me habló de su familia, de su infancia en el Barrio de Santiago, de sus comienzos como artista y de sus sueños. Y de Voz de referencia, su última obra, que ese era el motivo de la entrevista.
Se nos fueron varias horas y Diego, con las manos en la cabeza, me dijo: “Ojú, Manué, que no me acordaba que llevo un cochino ibérico descuartizao en la furgoneta y tiene que oler ya a perros muertos”. En efecto, Diego había estado en la sierra de Huelva para comprar un cochino que se iban a comer en una fiesta en Jerez, y lo tenía con hielo en una caja. El hielo tiene un tiempo de duración, como sabemos, y, bueno, se pueden imaginar el lío.
Independientemente de sus cualidades como guitarrista, cantaor y bailaor, lo que me parece importante en Diego Carrasco es su actitud ante el arte, que ha sido siempre la de un artista gitano libre, sin ataduras, salvo aquellas que le gustan: las que le atan a su tierra, su familia y su cultura. Hombre del mundo, Diego sigue en Jerez porque quizá no sabría vivir en otra tierra del mundo que no sea la suya.
Supongo que era lo que les pesaba también a aquellos otros genios jerezanos, como Frijones, Chacón y Manuel Torres, que abandonaron un día Jerez para buscarse la vida en Sevilla. De hecho, cuando Torres llegó por primera vez a Sevilla, siendo un mozalbete de 20 años, se fue para Jerez y le dijo a su padre, el algecireño matarife Juan Soto Montero: “Allí hay muchas luces, opá”.
La carrera de Diego Carrasco es la de un creador. Y un creador no es cualquiera, aunque ya saben que en este arte todo el mundo crea. “Yo canto a mi estilo”, dicen casi todos los cantaores. Diego todo lo ha hecho a su estilo. Desde que tocaba la guitarra de acompañamiento, tenía un estilo personal, una manera de marcar el compás y un rasgueo particulares. A mediados de los ochenta, RCA le grabó un elepé fundamental que cambiaría su vida, su línea y muchas cosas en la música flamenca, Cantes y sueños. Y ya nada fue igual en su vida. Ni tampoco en Jerez.
Cincuenta años lleva Diego Carrasco en el arte, que se dice pronto. Medio siglo creando. Y para celebrarlo, el Villamarta de Jerez, cuyo escenario han pisado tantos genios del flamenco y de otros géneros musicales y artísticos. No estuve en la gala, pero dicen que fue algo apoteósico que quedará en los anales del teatro y de Jerez de la Frontera.
Y lo bueno es que Diego está para otros cincuenta.