Aquel gran maestro de Triana
Hablar de cante con Naranjo era como hacerlo con un catedrático, porque sabía de flamenco casi más que nadie. ¿Está reconocido Naranjo como uno de los grandes cantaores de Sevilla? Creo que no. Indudablemente, los que saben de estas cosas de lo jondo sí valoran el estilo y la obra del maestro trianero.
Los críticos de flamenco tenemos nuestras debilidades, aunque unos lo reconozcamos y otros no. Cuando estoy en casa suelo escuchar lo que de verdad me gusta, unas veces para investigar y llegar a conclusiones y otras por el puro placer de disfrutar de un buen cantaor o de una buena cantaora. Dependiendo de mi estado de ánimo, que suele ser variable, escucho a unos o a otros, y ayer decidí dar un repaso a la estupenda obra discográfica de uno de los maestros del cante flamenco, José Sánchez Bernal, el inolvidable Naranjito de Triana (Sevilla, 1933-2002), de quien fui muy amigo y a quien admiré en vida durante años y sigo admirando todavía. Mis disgustos me costaron porque, no sé por qué, existían críticos y aficionados con poder de opinión que no acababan de entender esa admiración. Incluso en Triana, de donde era este maestro del cante, de la popular calle Fabié, la misma calle en la que vinieron al mundo Curro Fernández y Diego Camacho El Boquerón, entre otros flamencos del arrabal sevillano. Si estás en la Plaza del Altozano y bajas por la calle Pureza, antigua calle Larga, la primera a la derecha es Fabié.
Naranjito fue un cantaor muy trianero, como no podía haber sido de otra manera. Vivió muchos años fuera del barrio, entre otras razones porque le dio la gana. Lo visité muchas veces en su preciosa casa del Barrio de Santa Cruz, donde tenía su taller de guitarrero, y siempre acabábamos hablando de Triana, de Manolín el de la Murga, Emilio Abadía, El Sordillo o El Titi, artistas en los que se basó para forjarse como cantaor, sin olvidar su admiración por Antonio Chacón, Manuel Vallejo, la Niña de los Peines y su hermano Tomás. Hablar de cante con Naranjo era como hacerlo con un catedrático, porque sabía de flamenco casi más que nadie. No solo de cante, sino de baile y de guitarra. Tocaba la guitarra, por cierto, como el mejor, llegando a acompañar, entre otros, al gran Antonio Mairena. Y no solo tocaba la sonanta, sino que las construía de maravilla.
«Naranjo fue de los cantaores más largos de su tiempo, capaz de brillar por igual en los llamados cantes básicos como en los más livianos, aunque yo creo que no hay cante liviano, sino cantaores que pueden o que no pueden»
Por si no fueran ya bastantes razones para admirarlo, el maestro trianero era un hombre culto, amante de la lectura y con grandes conocimientos sobre muchas cosas. Y un señor con mucha gracia, pero no esa gracia prefabricada y chabacana que tanto abunda en Sevilla y en el flamenco, sino una gracia fina, con un gran talento natural adquirido en la calle, en las fiestas. No era un bufón, sino un hombre con arte que sabía mil anécdotas y que las narraba con una gracia increíble. Durante unos meses estuvimos grabando una serie de televisión que nunca llegó a emitirse, en la que también participaba Juan Valderrama. El día que tocaba grabación, luego nos íbamos a algún restaurante a almorzar o a cenar y Juan y él se ponían a contar anécdotas y no podíamos ni comer. Y cuando ambos hablaban de cante, aquello era ya la repera: dos grandes maestros mano a mano. Recuerdo que un día Juan Valderrama contó cuando fue a grabar discos con Montoya y Mojama, creo que al norte de España, y Naranjo se llevaba las manos a la cabeza de la precisión con la que Juanito daba los datos. Se acordaba hasta del nombre de los bares donde tomaron las copas. Naranjito tenía también una memoria prodigiosa y nadie supo más que él sobre cómo era la Triana de la Guerra Civil española y de la posguerra. Era capaz de hacer todos los estilos de soleares y seguiriyas de Triana con unos conocimientos asombrosos, no porque los hubiera aprendido en los discos, sino porque estuvo allí.
¿Está reconocido Naranjo como uno de los grandes cantaores de Sevilla? Creo que no. Indudablemente, los que saben de estas cosas de lo jondo sí valoran el estilo y la obra del maestro trianero, pero en general, es un cantaor muy poco conocido, sobre todo su obra discográfica, en la que le dio sitio a una enorme variedad de palos del cante. Naranjo fue de los cantaores más largos de su tiempo, capaz de brillar por igual en los llamados cantes básicos como en los más livianos, aunque yo creo que no hay cante liviano, sino cantaores que pueden o que no pueden. Él podía, tenía unas facultades portentosas, y no solo de potencia de voz, sino de saber cantar. Antonio Mairena, Juan Valderrama o Pepe Pinto le tuvieron mucho afecto y resaltaron en muchas ocasiones su valía como cantaor. Ni Triana ni Sevilla deberían dejarlo en el olvido, porque fue un gran maestro, de los principales. Ya retirado, don José daba clases en la Fundación Cristina Heeren de Sevilla y un día me invitó a que asistiera a una de sus clases. Cuando llegué estaba en plena faena docente, enseñando cuadrar la soleá alfarera a una finlandesa. Y aunque no se lo crean, la muchacha acabó cuadrando el cante de Triana. Hasta enseñando fue un fenómeno. Una de mis debilidades.