Anécdotas flamencas: la saeta de Chocolate a Marchena
Ilumina su blanca alma, ay, poderoso rey del cielo, que sin tu luz no se vaya el Maestro de Maestros, dueño del don de los genios. ¡Oh, padre del cante y ministro del arte! No lo hubo más cabal, más torero y elegante.
Antonio Núñez El Chocolate fue un gran admirador de Pepe Marchena, y Pepe de él. En más de una ocasión el maestro marchenero le había hecho el encargo a Antonio de que el día que se muriera lo homenajeara con una saeta ante su féretro. Murió Marchena el 4 de diciembre de 1976 y Antonio estuvo en el multitudinario entierro en su localidad natal. Era un día lluvioso, frío, desapacible, poco apropiado para cantar una saeta. Chocolate no vio el momento de cantarla en la iglesia, pero al abandonar el pueblo, después de ahogar en vino peleón la pena que le produjo el adiós del entrañable amigo y compañero, le pidió al conductor del coche en el que regresaba a Sevilla que parara en el cementerio.
-¡Estás loco, Antonio, que te vas a poné como una sopa!
Se bajó del coche, se agarró con fuerza a los barrotes de la fría cancela del camposanto y cantó seguramente la saeta más sentida y más gitana de la historia, con el agua de la lluvia cayéndole por la cara abajo:
Ilumina su blanca alma,
ay, poderoso Rey del cielo,
que sin tu luz no se vaya
el Maestro de Maestros,
dueño del don de los genios.
Oh, Padre del cante
y ministro del arte!
No lo hubo más cabal,
más torero y elegante.
* La saeta es inventada.
¡Manda huevos!
Cuando a Antonio Mairena le dieron la Llave del Cante en Córdoba (1962), había entre él, Pastora y el Pinto cierta separación, cuyos motivos contaré algún día. Antonio adoraba a Pastora, que fue su principal referencia, y no sabía cómo enseñarle la Llave del Cante. Como cada semana iba una recovera mairenera a llevarle huevos y otras cosas a su domicilio de Sevilla, quien también abastecía a Pastora, se le ocurrió un plan para hacerlo:
-Recovera, llévale la llave a Pastora y el Pinto, que la vean y ya me cuentas.
-Vale, Antonio. Hoy mismo se la llevo.
La Recovera, que había guardado la Llave entre la paja en la que protegía los huevos, llegó al domicilio de Pastora y le dijo:
-Mira, Pastora, aquí te traigo la Llave que le han dao a tu primo en Córdoba, para que la veas. Pastora no daba crédito, y dijo:
-¡¡Manda huevos!!
O sea, que lo de «¡Manda huevos!» no era de Federico Trillo. Te hemos pillado, pillín.
¡Viva Honduras!
El susto de Pastora
Pastora Pavón no se montó mucho en avión, pero alguna vez no tuvo más remedio que hacerlo. Antes de la Guerra Civil española fue a cantar a Melilla con una troupe. El avión era casi de juguete y la cantaora se encomendó a todos los santos antes de despegar. A la mitad del camino el aparato empezó a temblar y El Americano, que era un cachondo, le dijo:
-Pastora, ponte el flotadó que nos vamos al agua.
-¿Al agua? ¡Ay, Gran Podé de mis carnes!
Fueron sus últimas palabras, porque del susto que se pegó perdió la voz y no solo no pudo cantar en Melilla, sino que estuvo muda una temporada.
Hijo de puta El Americano.
El Niño del Bloque
Llegaron unos aficionados vascos a la Venta Manzanilla de Madrid dándoselas de entendidos. Querían meterse en un cuarto con cantaores y el encargado del local les empezó a dar nombres de artistas como si se tratara de la lista de tapas:
-Tenemos al Sordera, al Niño León, a Enrique Orozco…
-¿No tienen otra cosa, algo mejor que eso?
-También puedo ofrecerles al Flecha de Cádiz.
-La verdad es que no nos atrae ninguno.
El encargado, viendo la guasa de los vascos y como era de Cádiz, les dijo:
-Tenemos también al Niño del Bloque.
-¡Ese, ese! Eso es ya otra cosa, ¿ve usted?
El Niño del Bloque era como conocían en la Venta a Chaquetón, el hijo del Flecha, que vivía en el bloque de pisos que había frente al local. Todavía no hacía fiestas, pero el encargado despachó a los vascos con todo el arte del mundo. Y el Niño del Bloque dormía plácidamente en su piso.
El arte inigualable de María la Burra
A María la Burra la presentaron en un festival en Sanlúcar la Mayor. Al decir el presentador su apodo artístico, el público se echó a reír y María no podía empezar a cantar. Ella lo arregló en seguida:
-No reírse, esaboríos, que a mí me llaman la Burra porque soy la hija del Borrico.
Creía que lo iba a arreglar, pero lo empeoró. En este pueblo jamás habían oído hablar del célebre Borrico de Jerez.
En La Mistela con Gaspar
Gaspar de Utrera en el Festival de la Mistela, de Los Palacios:
-Taparse las orejas, que este cante se lo voy a dedicá na más que a mi amigo Curro, que me acaba de regalá dos conejos.
Las cosas del Chocolate
En el Festival de Herrera, un pueblo de Sevilla, cantaba El Chocolate y le acompañaba Antonio Carrión. Me senté con el maestro y nos bebimos media botella de whisky, sin hielo y en vasos de plástico. Le dije que no bebiera más, que se iba a marear, pero no paraba. Cuando subió al escenario, ayudado por Carrión, cantó por soleá y luego por fandangos, pero nada más templarse para cantar el primero, se le olvidó la letra:
-¡Se me olvidan las letras, cagondiez!
Canta otro, Antonio, no te pares!, le gritaban.
Antonio Carrión le apuntaba las letras por lo bajini:
–La botella, Antonio, por tu madre. De rodillas me hinqué…
Y el genio estuvo un cuarto de hora sin cantar, hasta que por fin se acordó de la letra que quería hacer. Luego, claro, lio la marimorena.