Tuve mis diferencias con Alfonso Eduardo Pérez Orozco, que se nos fue hace un par de días, lo que no quiere decir que no nos tuviéramos aprecio. Es normal que surjan roces entre quienes nos dedicamos al asunto del flamenco, un arte de sangre caliente. Era yo muy joven cuando Alfonso Eduardo era una ya una referencia dentro de los que hablaban de flamenco por la radio en Sevilla y lo veía en los festivales de verano de Mairena del Alcor, Utrera, Las Cabezas de San Juan o Lebrija, unas veces con su hermano José María, otro gran hombre del flamenco que también se fue hace algún tiempo, y casi siempre rodeado de grandes artistas, desde Antonio Mairena hasta Lebrijano o su hermano Pedro Peña.

Era una época hermosa del flamenco en Andalucía, los setenta, con los festivales en su máximo apogeo y algunos programas de radio fundamentales que hicieron historia. O sea, que este hombre es una de mis referencias, porque antes de empezar a escribir en los periódicos, al inicio de los ochenta, él era ya, digamos, una destacada voz de las ondas radiofónicas, con sus colaboraciones en la emisora pirata Radio Vida, de Sevilla. Con muchas vivencias, algo que él llevaba muy a gala. Una de las últimas conversaciones que tuvimos fue precisamente sobre eso, porque él tuvo la oportunidad de tener muchas vivencias con cantaores como Antonio Mairena o Juan Talega, a los que admiraba mucho. Era una época en la que los artistas se reunían mucho para tener su rato de fiesta en la intimidad, solo entre amigos, unas veces como remate de una buena noche de cante en algún festival o por el simple hecho de reunirse para charlar y tener luego un momento especial fuera de los escenarios.

«Pérez Orozco metió el hombro en una época en la que no era fácil ocupar un espacio en la radio para hablar de flamenco, con tanto antiflamenquismo como había aún en Andalucía»

Al margen del flamenco, lo admiraba mucho por sus conocimientos sobre el cine, en lo que fue también un gran especialista, llegando a dirigir el Festival de Cine de Sevilla y el de Cine Ecológico de Tenerife. Todos recordamos con cariño aquel programa de Televisión Española en el que participó, Revista de cine, con el popular Alfonso Sánchez. Y aunque su vida la había encaminado ya hacia el periodismo radiofónico y de televisión, siendo uno de los grandes profesionales de aquellos años, nunca dejó de estar relacionado con el flamenco. Creó la revista audiovisual Flamenco hoy, y con ella, unos premios que han llegado a tener gran prestigio. Precisamente, uno de los primeros premios recayó en mi libro La Niña de los Peines en la Casa de los Pavón (2001), al Mejor Libro Flamenco del Año. Así que se nos ha ido un hombre fundamental en el flamenco, el cine, la música, la radio y la prensa de nuestro país. Era un sevillano de la pequeña localidad de Montellano, aunque su vida la hizo entre Sevilla y Madrid. Uno de los grandes de la comunicación, sin duda alguna, al que el mundo del flamenco le debe más de lo que algunos pudieran pensar, porque metió el hombro en una época en la que no era fácil ocupar un espacio en la radio para hablar de flamenco, con tanto antiflamenquismo como había aún en Andalucía, aunque les parezca algo extraño.

En definitiva, una noticia triste, sobre todo el hecho de que se haya ido sin apenas reconocimientos. Una gran pérdida para el mundo del flamenco, que es lo que aquí nos duele. Descanse en paz el compañero, y nuestro más sentido pésame a su familia en nombre de todo el equipo de ExpoFlamenco y nuestros lectores.

Imagen superior: Alfonso Eduardo Pérez Orozco, en un premio de cine. Foto Zeppelin Rock