Una reunión de entendidos
Lo que se puede aprender en las reuniones de artistas o de grandes aficionados no se aprende en ninguna otra parte. Lo que hace falta es saber quiénes, de los artistas actuales, son capaces de hablar de cante como lo hacían Mairena, Valderrama o Naranjito.
Siempre me han interesado los cantaores y las cantaoras que saben mucho de cante, algo que para mí es fundamental a la hora de cantar bien. Porque una cosa es tener un buen metal, una voz bonita o con duende, y otra cantar bien. Una noche tuve la inmensa suerte de estar de tertulia con Antonio el Chocolate, Naranjito de Triana, Eduardo el de la Malena y Pies de Plomo, el padre de José el de la Tomasa, y se encartó hablar de este asunto. Revisando los apuntes que anoté, descubro cosas muy interesantes sobre cómo los artistas hablan de cosas que los críticos desconocemos, sobre todo los que no somos músicos.
Estábamos en la casa de un buen amigo de Coria del Río, con vistas al Guadalquivir, y cuando comenzó la tertulia, El Chocolate habló de lo que sabía de cante Pepe Marchena, su gran amigo, aunque llegó a decir que el Maestro “sabía de cante a su manera”. Naranjito le pidió que matizara eso de “a su manera”, y Antonio, que tenía su gracia, lo aclaró: “Mira, Naranjo, Pepe era único, pero a veces no sabía cómo explicar las cosas e inventaba sobre la marcha. Hablaba del cante de Ramón de Triana, El Ollero, por ponerte un ejemplo, y como no lo había escuchao nunca y no dejó discos, entonces salía con que le habían dicho Pareja o Chacón que su cante era de esta manera o de la otra. ¿Y sabéis una cosa? Te hacía sus soleares con quince o vente letras distintas, porque tenía una memoria prodigiosa. Pero inventaba, era muy dado a inventar”.
Naranjito de Triana sabía de cante lo que no está en los escritos y, a diferencia de Marchena y Chocolate, sabía explicar las cosas, a veces con una guitarra en las manos, porque la tocaba muy bien, además de fabricarlas. Le pidió la guitarra a Eduardo el de la Malena y explicó, con toda clase de detalles, cómo eran musicalmente los cantes de Ramón. “Emilio Abadía me contó que El Ollero le ponía cantes a Chacón, que le decía “La Gómez entraba en el segundo compás cuando cantaba por soleá”, y esas cosas. En aquellos años había cantaores que antes de empezar a cantar cogían la guitarra y le decían al guitarrista cómo tenían que tocarle, en qué traste debía poner la cejilla y hasta cómo tenía que abrirle o cerrarle el compás”.
Pies de Plomo no era muy hablador y como la tertulia iba por unos cauces muy técnicos, se calló. Hasta que Antonio el Chocolate comenzó a hablar de Manuel Torres y de su hermano Pepe, de Mojama o de Tomás, y Manuel Giorgio, que así se llamó Pies de Plomo, entró por fin en el debate. “Mi suegro me contó –o sea, Pepe Torres-, que Frijones tocaba también la guitarra y que le explicaba a veces algunas cosas a los guitarristas profesionales. Dice que le dijo una vez a Antonio Pérez, el primogénito del Maestro Pérez: “Esos tonos son para Gayarre, tú dame solo lo que necesito”. Curiosas expresiones, unas técnica y otras no tanto, que habrá que analizar.
Aquella noche escuché hablar por primera vez de la seguiriya de El Planeta, que según Pies de Plomo, se conoce por Pepe Torres, quien la grabó. “Ese cante –dijo Pies de Plomo-, lo salvó del olvido el padre de Manuel y Pepe Torres, Juan Soto Montero, de Algeciras y matarife de profesión. Era también un gran cantaor, pero no profesional. Y Pepe Torres, que vivía en la Alameda, se lo cantó una noche a Antonio Mairena, quien lo animó a que lo grabara”.
Hace algún tiempo, un gran aficionado de Alcalá de Guadaíra me hizo llegar una grabación particular en la que Antonio Mairena contaba cómo descubrió ese cante, A la luna le pío, de El Planeta, y corroboraba la tesis de Pies de Plomo. Pero hace justamente tres días, un aficionado de más de noventa años, Rufino Pérez, criado en la Alameda, me dijo que ese cante lo hacía el abuelo materno de Caracol, el malagueño Gregorio Juárez Monge, uno de los nietos de El Planeta, quien, en efecto, vivió años en la Alameda y al que tengo localizado en los censos de Sevilla de principios del pasado siglo. Rufino, además, me confirmó lo que ya publiqué hace años, que A la luna le pío, era en realidad la Toná del Entierro de Málaga, una antigua toná fúnebre con la que se acompañaba a los dolientes en los entierros.
A la luna le pío,
La del alto cielo,
que me saque a mi pare
de donde está metío,
que verlo camelo.
No de la cárcel, sino de la caja. Lo que se puede aprender en estas reuniones de artistas o de grandes aficionados no se aprende en ninguna otra parte. Lo que hace falta es saber quiénes, de los artistas actuales, son capaces de hablar de cante como lo hacían Mairena, Valderrama o Naranjito.