El Cañizares de la caverna
Imposible tocar con mejor técnica que Cañizares. De las diez piezas flamencas, la que más me ha conmovido ha sido la seguiriya (El mito de la caverna), porque este palo adquiere otra dimensión musical en la guitarra flamenca actual.
Cuando decimos de un guitarrista que es flamenco o muy flamenco, ¿qué queremos decir en realidad? ¿Flamenco es el que toca palos del flamenco o el que lo hace de una manera especial, con alma, con pellizco o sentimiento? Este será siempre un debate, como lo es en el cante y en el baile. Quiero decir lo que es y no es flamenco, aun siéndolo.
Juan Manuel Cañizares es en la actualidad el guitarrista español más reconocido en el mundo y con una obra musical, flamenca o no, sin parangón en la guitarra actual. Sería un hipócrita si dijera aquí que es mi guitarrista, porque, aun admirando su trabajo, su flamenco me resultó siempre algo frío o demasiado técnico. Uno tiene la cultura musical que tiene y jamás me ha gustado aparentar otra cosa, es decir, que domino toda la música, porque no es cierto.
Cuando sacó al mercado Noches de Imán y luna (1997), recuerdo que me costó asimilar tanta buena música flamenca, porque seguramente andaba metido en otras maneras de tocar flamenco: Paco, Manolo, Vicente, Gerardo, Riqueni… Será la frialdad del disco, me dije. Pero vino a la Bienal de Sevilla a presentarlo y confieso que sentí solo el escalofrío de lo bien hecho.
Luego llegaron otros trabajos flamencos como Punto de encuentro (2000) y Cuerdas del alma (2010), que, contando con el último, El mito de la caverna, es toda su producción flamenca en disco, digamos en solitario, porque es más extensa. ¿Es suficiente como para ser el número uno de la guitarra, si tenemos en cuanta la producción de los considerados más grandes?
Después de ocho largos años sin parar de tocar por el mundo y de grabar obras, digamos no flamencas, aunque de enorme importancia para la música española y la guitarra, nos trae El mito de la caverna, diez nuevas composiciones flamencas, disco en el que hay que destacar eso, de entrada, el trabajo de composición, que en el maestro Cañizares es siempre muy importante porque jamás ha sido parásito de la música, sino creador.
He escuchado la obra una sola vez –el tiempo es escaso–, y, sinceramente, no esperaba que el maestro catalán diera un giro total a su manera de sentir el flamenco. Ocho años son muchos en la vida de un músico y sí esperaba, al menos, un ligero cambio. Pero no, Cañizares sigue siendo un bicho de la guitarra, toque lo que toque, pero su disciplina académica, su capacidad de estudio y de perfección técnica hacen que su flamenco sea algo como de otro mundo. A lo mejor, es que la guitarra flamenca va por ese camino y Cañizares empezó a caminar por él antes que todos los de su generación.
Imposible tocar con mejor técnica que Cañizares. De las diez piezas flamencas, la que más me ha conmovido ha sido la seguiriya (El mito de la caverna), porque este palo adquiere otra dimensión musical en la guitarra flamenca actual. Luego el garrotín (Bosquecillo de pinos), donde sorprende con un fraseo de mucha gracia y un aire que te transporta. Todo es bueno, de calidad, nuevo, pero estas dos piezas, al menos para mí, señalan el camino y apuntan detalles novedosos en el terreno de las armonías.
Quizá lo más importante sea celebrar la vuelta de Cañizares a la discografía flamenca. Y me atrevería a proponerle un proyecto: que se meta en una trilogía sobre los grandes maestros de la guitarra flamenca. Una revisión de la base para, a partir de ahí, buscar otros mundos expresivos.