El abuelo y lo que está por venir
-Abuelo, ¿crees que hay que poner el listón alto en esto del flamenco y la opinión sobre los artistas, o lo que hay es lo que hay y no se puede hacer otra cosa?
-Abuelo, ¿crees que hay que poner el listón alto en esto del flamenco y la opinión sobre los artistas, o lo que hay es lo que hay y no se puede hacer otra cosa?
-Si en el flamenco no se pone el listón alto y aceptamos cualquier cosa, mal vamos. Los aficionados han sido siempre críticos y exigentes, desde que tenemos memoria pública de este arte. Tenemos que diferenciarnos de otras músicas, digamos más comerciales, en las que todo vale si suena bien.
-¿Cómo en los toros, más o menos?
-Sí, más o menos. A los toreros no se les exige que inventen veinte pases nuevos en cada corrida, sino que toreen bien en general y que ponga emoción. Para mí un cantaor que interprete bien una malagueña de Chacón, es ya interesante, con independencia de que tenga o no un sello. Ahí sí tenemos que poner alto el listón. Es algo fundamental. Recuerdo que cuando se celebró el I Giraldillo del Cante, en la I Bienal de Flamenco (1980), cantó Miguel Vargas por soleá y seguiriyas como hacía siglos que no se cantaba en Sevilla. Él no fue a concursar, sino en el cuadro de Rosa Durán, con Rafael Romero y Perico el del Lunar hijo a la guitarra. Digamos que hizo la faena de su vida y comió del cante unos años por aquella actuación. Y no era un cantaor que aportara mucho, sino un intérprete clásico, aunque muy bueno.
-Pero si se crea, mejor, ¿no crees?
-Claro, pero no se puede forzar a nadie a crear, y menos si no tiene condiciones. O salen creadores o no salen. Mira, esa chiquilla de Barcelona que está tan de moda, Rosalía, tiene una cosita suya en la voz. Es una voz floja, pero tiene algo suyo. Bien, algunos le dan un gran valor y la van a poner rica sin ser buena cantaora. Sin embargo, hay cantaoras excelentes, que son buenas intérpretes, y no le echamos cuenta. “Es que no aportan”, dicen. ¿Pero cantan bien o no cantan bien? Es que eso debería importar mucho y parece que no, que importan más otras cosas.
-¿Todo eso valdría también para la guitarra?
-Por supuesto. Quizá haya hoy más guitarristas buenos que hace un siglo, pero, claro, siempre decimos que si Montoya, Ricardo, Sabicas, Diego del Gastor, Manolo, Paco… Dani de Morón y Diego del Morao, por citar solo a dos de hoy, de los más jóvenes, son dos fenómenos y casi se tienen que dedicar a acompañar porque no trabajan. Diego del Morao tiene un rollo, un aire, que ni Paco. Tendría que tener un concierto cada semana, por cómo toca, por ejemplo, por bulerías. Y no imita. Tiene escuela, claro, la de Jerez, la de su padre, pero es un creador también.
-¿Dónde hay más camelo, en qué faceta del flamenco?
-En el baile, sin duda. Hay decenas de bailaoras y bailaores, pero artistas que, por un lado, creen cosas nuevas, y por otro, que interpreten lo clásico, casi ninguno. Mucha fachada, caras guapas y cuerpos llamativos. Pero arte, poco. Mucho exhibicionista es lo que hay.
-¿Qué hacemos entonces, abuelo, cerrar el kiosco?
-No, subir el listón de la exigencia y no tragarse muchos camelos. Nada más.
-¿No hay una afición preparada?
-Hay de todo. Ya mismo llega la Bienal y volveremos a ver los teatros llenos de personas que no saben distinguir, que entienden poco.
-Pero pasan por taquilla, abuelo…
-Eso sí, y lo justifica todo.
-¿Qué está por venir, abuelo?
-Lo de ahora es un anticipo de lo que está por venir.
-Reflexionaré sobre eso este fin de semana.