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Aquella manera de bailar - Archivo Expoflamenco
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Aquella manera de bailar

Tuve la suerte de llegar al flamenco a mediados de los setenta, en pleno apogeo de los festivales de verano, de las peñas flamencas de solera y los buenos tablaos de Sevilla.


Tuve la suerte de llegar al flamenco a mediados de los setenta, en pleno apogeo de los festivales de verano, de las peñas flamencas de solera y los buenos tablaos de Sevilla. Pude escuchar a grandes artistas del cante, desde figuras ya en decadencia como Antonio el Sevillano y Manolo Fregenal, hasta MorenteLebrijano y Camarón, tres voces fundamentales de la historia del cante y grandes renovadores. Pero recuerdo con cariño a artistas del baile que me metieron en el cuerpo una manera de bailar que ya se fue hace tiempo.

Imposible olvidar al moronero Pepe Ríos, casado con una de las hijas de Manuel Torres. La primera vez que lo vi bailar sentí un pellizco en todo el cuerpo, y eso que no fue en un teatro o festival de verano, sino en la Peña Flamenca El Chozas, en Sevilla, donde presentó a algunos de sus mejores alumnos, entre otros a El Mistela. Verlo allí tan gitano, tan elegante y marcando el compás con un bastón mientras bailaban sus discípulos, era como estar en la gloria. Solo le vi algunas pataítas, lo suficiente para sentir el torniscón del verdadero baile gitano de Sevilla.

Solo había un bailaor que me atraía mucho más, Antonio el Farruco, el abuelo de estos jóvenes que siguen su escuela, como son FarruquitoEl Farru y El Carpeta. A Antonio Montoya Flores, Farruco, sí lo vi muchas veces sobre los escenarios y era algo que no es fácil de explicar. Era ya un bailaor veterano, de poco más de cuarenta años, pero con una fuerza natural increíble. Sus hijas, La Farruca y La Faraona, eran entonces muy jóvenes y bailaban de locura. Y había muerto ya el primer Farruquito, su hijo, lo que fue una enorme tragedia en esta familia. Tenía solo 18 años y bailaba de maravilla, pero un accidente en motocicleta acabó con su vida y con uno de los bailaores jóvenes que más prometían.

Otro bailaor que me chiflaba era Rafael el Negro, de Triana, marido de la maestra Matilde Coral y uno de los bailaores gitanos más finos y elegantes que haya visto jamás sobre un escenario. Siempre con los brazos arriba y una agilidad asombrosa. Él y el también trianero Curro Vélez, el que fuera dueño del Tablao El Arenal, eran los dos grandes bailaores de Triana. Más tarde destacarían también Paco Vega, de la Cava y la familia de Gitanillo –o sea, del mítico Curro Puya–, y El Mimbre, hermano de Matilde y Pepa Coral. ¡Cómo bailaba El Mimbre y cómo baila todavía Paco Vega!

Tuve también la inmensa suerte de ver bailar a mujeres que hicieron historia, algunas de ellas vivas aún como Matilde Coral, sin duda alguna la gran figura del baile de Sevilla de los últimos sesenta años. No recuerdo haber visto sobre un escenario a la otra grande de aquel tiempo, Trini España, que se ha muerto en el olvido, alejado de casi todo. Y si la vi alguna vez era muy joven y no podría describir su manera de bailar si no es a través de vídeos. Sí disfruté bastante de otra gran sevillana, Manuela Vargas, con aquellos grandes espectáculos, los mejores de aquella época. Y con Fernanda Romero, con la que tuve alguna amistad. ¡Qué personalidad tenía esta mujer!

Tuve la suerte de ver los primeros pasos importantes de Cristina HoyosManuela CarrascoAngelita Vargas, Concha Vargas, Ana ParrillaPepa MontesMilagros Mengíbar, Carmen Montiel, Ana María Bueno, y muchas más. Y de ver bailar a Isabel Bayón con seis o siete años, con aquella vieja sabiduría que ya tenía. Recuerdo que una noche le cantó un poco Antonio Mairena y aquello fue una locura. Digo todo esto porque es lógico que sea demasiado exigente con el baile actual. No es que no haya grandes bailaoras y bailaores. Es que en aquella época había otro sabor y un duende increíble. También es verdad que era cuarenta años más joven y que me impresionaba todo mucho más. Pero no puedo evitar, cada vez que voy a ver baile, acordarme de aquel tiempo.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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